[Ensayo] «Más que nunca»: De la libertad ante la enfermedad

Recientemente estrenado en la cartelera española, el filme de la realizadora alemana Emily Atef —pero de producción francesa—, protagonizado por los actores Vicky Krieps y Gaspard Ulliel, es una impactante reflexión acerca de la imprevista muerte generada por una catastrófica afección.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 23.8.2023

«Es raro, estoy enferma pero me siento bien al mismo tiempo».
Hélène

La reputada directora, guionista y productora (además de actriz) germana y francesa nos ofrece una maravillosa película en torno al desconcertante sentir de una joven mujer que súbitamente debe lidiar con una enfermedad pulmonar que amenaza seriamente su vida.

Con extrema sensibilidad nos retrata los vaivenes emocionales de Hélène (Vicky Krieps, en una excelente interpretación) y el difícil acompañar de su entregado compañero Mathieu (que encarna un convincente Gaspard Ulliel).

Especialmente difícil es para él cuando Hélène decide abandonarlo —también a su madre, a sus amigos, a su vida en la ciudad de Burdeos— para retirarse a una cabaña en plenos fiordos noruegos en compañía del «viejo» Bent, un hombre solitario con el cual contactó por las redes sociales y con quien comparte sentimientos dolorosos provocados por sus graves enfermedades.

Antes de proseguir con este análisis debo advertir que contiene inevitablemente spoilers (incluido el final).

 

Sentirse enferma

Una joven con una vida aparentemente gozosa y que de repente se descubre muy enferma. Pocas personas —y menos sin la ayuda profesional adecuada o sin la experiencia previa que da la edad— pueden afrontar las mareas emocionales que surgen en ese abrupto descubrirse.

Así le sucede a Hélène quien no sabe cómo asumir todo ese cambio y observa con incomodidad las reacciones de su entorno más cercano.

De esta manera, le desconcierta en especial el optimismo del bueno de Mathieu, quien confía en que todo se solucionará —pese a los muy elevados riesgos— gracias a la única opción posible para su mal: un difícil trasplante de pulmones.

Esa actitud bienintencionada del hombre con quien comparte vida y amor, es vivenciada negativamente por Hélène quien busca alejarse de él y de todo su mundo conocido para sentir plenamente lo que habita en ella y qué tanto le ha costado comunicar históricamente y le cuesta transmitir —ahora más que nunca— estando enferma.

Hélène necesita sentir su naturaleza interior, necesita sentirse en profundidad y sentir su enfermedad; una enfermedad que se manifiesta simbólicamente en asfixia.

Para lograrlo cree que es necesario un cambio de aires radical que encuentra en la contundente naturaleza de los fiordos noruegos que Atef retrata en suma belleza.

Allí comparte silencios y algunas conversaciones con otro «moribundo», término este que los define a los dos según su compañero Bent, quien está gravemente enfermo de cáncer. Un hombre que decidió aislarse del mundo porque entiende que los «vivos» no comprenden a los «terminales».

 

Amar y libertad

No obstante Hèléne mantiene contacto telefónico con el «vivo» Mathieu quien decide viajar a ese paraíso natural al comprobar que su pareja no quiere volver y al saber también que ella ha sufrido una fuerte crisis de asfixia paseando sola por el bosque.

La joven le explica que tras ese episodio de casi muerte entendió algo importante que es difícil de explicar: «Es como un susto y al mismo tiempo es reconfortante, es tranquilizador. Es raro, estoy enferma pero me siento bien al mismo tiempo».

Todo ese vivenciar extremo le lleva a afirmar que no quiere el trasplante, que no quiere morir en un hospital si la cirugía no funciona: «no quiero que los médicos decidan mi destino», concluye con total convicción.

Ya de nuevo juntos, Mathieu la escucha como quizás nunca antes había hecho, los dos se rompen en su sentir. Él quiere quedarse con ella ahí y ella quiere que se vaya porque entiende que ya no tiene futuro, y especialmente porque sabe que a él le duele verla enferma y a Hélène le asusta observar ese dolor en sus ojos cada vez que la mira.

Hélène afirma odiarse por su enfermedad, lo que les priva a ambos de «todo lo que nunca volveremos a ser». Y le pregunta si él la entiende, Mathieu expresa su sentir discrepante pero por amor le da esa libertad —de elección— que ella le pide.

Antes de regresar a Burdeos, hacen el amor. Quizás sea la más bella y justificada escena de amor que haya visto nunca en una obra audiovisual.

Un hacer el amor que es mimo y cuidado mutuo, un hacer el amor que es agradecimiento, un hacer el amor que es pasión de pieles resonantes, un hacer el amor que es respiración rítmica a pesar de la omnipresente enfermedad pulmonar de ella que les lleva a ambos a tomarse sus descansos.

Espléndida y humana escena que es la plasmación del arte de amar en pareja.

Por todo lo expuesto mi más sentida recomendación a visionar esta película que nos habla de la enfermedad con elevado riesgo de muerte y ante ella, de la libertad del «moribundo» para elegir su destino. Un mostrar comprometido que tiene como telón de fondo el amor verdadero.

Entiendo que Emily Atef Atef nos invita a que reflexionemos en torno a la decisión de Hélène, decisión que busca la comprensión y la aceptación del compañero amado, que busca la superación del interés egotista que caracteriza al verdadero amor que es empatía: «estoy eligiendo cómo me quiero ir, no quiero que los médicos elijan por mí».

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Plus que jamais (2022).