[Ensayo] «Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja»: Las «Fake news» del siglo XVII

La segunda novela de la autora estadounidense de origen canadiense Rivka Galchen, se encuentra basada en acontecimientos históricos y presenta el proceso judicial llevado a cabo contra Katharina Kepler —la madre del afamado científico germano de nombre Johannes—, y quien fuera acusada injustamente de brujería en el año 1615.

Por Cristian Uribe Moreno

Publicado el 15.4.2023

La escritora canadiense Rivka Galchen (1976) nos trae una increíble historia en la novela Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja (Everyone Knows Your Mother Is a Witch, 2021), publicada en Buenos Aires el año 2022 por Fiordo Editorial, con traducción de Daniela Betancur.

De esta manera, la historia está basada en hechos reales y presenta el proceso judicial llevado a cabo contra Katharina Kepler (1547 – 1622), madre del afamado científico Johannes Kepler (1571 – 1630), acusada de brujería.

La narradora norteamericana investigó el caso y el resultado es esta brillante narración que no solo desarrolla el caso para el lector, sino que también retrata una época de ideas y de costumbres que se sienten muy lejanas para estos tiempos: el predominio de una cultura religiosa que sometía a sus fieles, y en especial a la mujer, en una Europa que hacía poco salía de la Edad Media.

Así, están presentes ciencias ocultas, supersticiones e ignorancia que eran el caldo de cultivo perfecto para el abuso y la manipulación.

El relato transcurre en Leonberg (Alemania), en el siglo XVII, cuando el gobernador Lukas Einhorn inicia un proceso jurídico contra Katharina acusándola de brujería. Imputación instigada por su vecina y examiga Úrsula, quien la denuncia de haberle dado una pócima que la perjudicó.

Desde ese momento se inicia una causa que en un primer momento Katharina ve como ridícula. Pero que lentamente va creciendo, alcanzando ribetes insospechados que ella no logra controlar. Y al igual que en un juicio kafkiano, cada cosa que Katharina dice o hace de ahí en adelante, la hunde más y más.

La novela tiene varios méritos en sí misma, mostrando que su autora a la hora de exponer los hechos, lo lleva a cabo con una destreza y soltura que hace olvidar lo complejo y difícil de crear una ficción ambientada siglos atrás.

 

Una mujer independiente

Por esto, la primera virtud que salta a la vista es el manejo del lenguaje. Dado que hay 400 años de distancia con los hechos expuestos, el revivir un modo de expresión verbal que solo está en los registros históricos, se ve una tarea que asoma como descomunal.

Pero ya en los primeros capítulos se nota el oficio de recrear en las voces de los personajes, un habla que se siente vivo, con referencias y dichos propios del momento. Sus personajes van cobrando vida exclusiva, por lo que la distancia temporal no se siente para nada.

Otro elemento destacable es sin duda, las diferentes capas en las que está escrito el texto. Katharina dialoga, pero no es ella quien escribe, pues desde un comienzo dice que ella es analfabeta, por lo que para escribir y leer debe recurrir a otros.

El personaje que la ayuda en esta tarea es su vecino Simón, con el cual la une una amistad de años. Relación forjada en la lectura de cartas que él hace de las misivas que a ella le llegaban, principalmente, de sus hijos. Es una voz mediada, en tiempos que a la mujer se le niega representación y voz.

A esto se agregan los diálogos de los distintos acusadores y testigos que desfilan ante el tribunal. Además de cartas de diferentes personajes que comienzan a intervenir directa e indirectamente con el proceso. En un momento se sienten una novela polifónica, cuya voz principal es la de Katharina, recreada por Simón.

Y he aquí el último gran mérito de la novela: el personaje de Katharina. Ella es una viuda que crio sola a sus hijos que ahora ya son adultos y tienen a sus propias familias. Vive sola en su casa junto a su vaca Manzanilla, con quien la une una relación muy especial.

Durante la narración, ella se muestra como una mujer independiente, inteligente y con un sentido del humor muy sutil, cuya existencia tan excepcional para la época, despierta sospechas y envidias de distintas personas. Son estas las que van tejiendo una red de mentiras amplificadas por rumores, oscurantismo e intolerancia religiosa.

Unos la acusan de usar brebajes de bruja, este, de hacer caminar una cabra hacia atrás; aquel, de tocar una pierna que a los años se tulle; otro, de querer profanar una tumba.

Y mientras la desgracia se cierne sobre la vida de Katharina, ella no pierde su entereza y enfrenta a sus enemigos y calamidades dejando como un testimonio que se percibe como una luz de sensatez en medio de la oscuridad de la época.

Incluso, se permite unos comentarios sobre los libros que suena a ironía de la propia autora: «Me asombra todo el gasto y el esfuerzo dedicados a la tarea inútil de los libros. Cada parte prohíbe los libros de la otra parte. Es pura vanidad» (p. 199).

 

Tiempos donde la vileza prevalece

El momento en que está enmarcada la narración da una muestra del cambio de mentalidad que está ocurriendo. Son los inicios de la modernidad y las teorías científicas estaban ganando terreno a las explicaciones religiosas o místicas. Y aquí la figura de Johannes Kepler fue una de las descollantes en esta lucha cultural que se dio en el corazón de Europa.

No obstante, los falsos testimonios para dañar la reputación de las mujeres, aún estaban muy en boga. Echarles la culpa de las malas cosechas, las guerras o cualquier desgracia que caía sobre los pueblos, estaba dentro de la normalidad de esos tiempos.

Las mentiras y calumnias se probaban con cárcel y torturas que debían de padecer las acusadas a fin de atestiguar su inocencia. Y cuando eran consideradas culpables, se las quemaba en la hoguera.

En el fondo, Rivka Galchen describe algo no muy distinto a lo que ocurre hoy en día. Hace años, el desarrollo tecnológico auguraba una nueva era pues la información y el saber fueron puesto al alcance de un clic. Sin embargo, lo que parecía un período fecundo para la creación de sociedades informadas ha terminado siendo una pesadilla.

La misma tecnología que nos haría más libres sirve a unos pocos para manipular a grandes segmentos de la sociedad que creen todo lo que ven en sus diminutas pantallas. En esta época de noticias falsas, la capacidad para intervenir y crear información, imágenes y videos está a la orden del día. Y el alcance de esto solo crece en el tiempo.

Un contexto muy parecido a la época cuando fue acusada Katharina. Quizás la autora esté dejando testimonio de un mal que jamás se ha ido y que cada cierto tiempo aflora con fuerza. Tiempos donde la vileza prevalece, ofreciendo chivos expiatorios a las masas engañadas, como lo hicieron con las mujeres siglos atrás.

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

«Todo el mundo sabe que tu madre es un bruja», de Rivka Galchen (Fiordo, 2022)

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Rivka Galchen.