[Ensayo] «Una historia perdida»: Los relatos prohibidos del Chile republicano

La obra del escritor y periodista nacional Juan Pablo Meneses aborda el trauma del Golpe de Estado de septiembre de 1973 —que el próximo año cumple medio siglo—, a través de la mirada de un niño, en un símil con la película «Machuca», en una visión sensorial donde permanecen, sin embargo, el recuerdo de jornadas llenas de desconfianza, pero también de curiosidad por comprender qué aconteció en definitiva.

Por Rodrigo Ramos Bañados

Publicado el 25.1o.2022

Una novela bien construida. Es la manera más breve y precisa para definir Una historia perdida de Juan Pablo Meneses (1969). La opinión es de una amiga, editora, que sabe lo que está diciendo. Ella presentó la novela hace unos meses, en Valparaíso.

Hay lectores, en mi caso, que disfrutamos más la forma o la manera en cómo se van contando el cuento o la novela, que la anécdota propiamente tal que la motiva. En este caso por la anterior razón me pareció hasta una obra experimental por el hecho de contar desde adentro la investigación, metaliteratura, dentro de una narrativa común que responde a ordenamientos de los hechos más bien lineales y temporales.

La novela, en este caso, no rehúye de mostrar a algunas influencias como el libro de Javier Cercas, Soldados de Salamina. En Soldado, por ejemplo, al igual que en Una historia perdida, los autores colocan el dilema de la ficción de lo real en un primer plano. El narrador en el texto del autor español, insiste que es una historia real, contando cómo abordó la investigación desde un principio. En el título del chileno Meneses sucede algo similar.

Aquí el hecho histórico que es el bombardeo al Hospital de la FACH (Fuerza Aérea de Chile), en el marco del tristemente célebre vuelo de los Hawker Hunter por Santiago, el 11 de septiembre de 1973, detona la apertura de la memoria de un niño, quien vive a pocas cuadras del lugar incidente.

El trauma del Golpe de Estado, que el próximo año cumple medio siglo —por la cual generará muchos textos de toda índole para el 2023—, pocas veces había sido observado desde la mirada de un niño. Esta vez queda el recuerdo de días llenos de desconfianza, pero también de curiosidad de comprender que estaba sucediendo, y en definitiva, qué sucedió.

 

El «boom» de la crónica latinoamericana

Y aquella, la motivación de saber qué aconteció ese día, es lo que atormenta o más bien persigue durante su vida al narrador, en este caso Pablo, un personaje que puede definirse de un inestable nómade después de armar su propia versión de ese «horroroso Chile» que propuso Enrique Lihn.

El mérito de contar el proceso de investigación nos lleva a los lectores a conocer de primera mano, y creer, además, el mundo y comidillo del denominado boom de la crónica latinoamericana, que estalló en la mitad de la década de 2000 con revistas de lujo en Colombia, quizás «financiadas hasta por el narco» —tesis personal—, como Gatopardo.

Magazines que reunieron a un grupo de cronistas latinoamericanos que escribieron crónicas de largo aliento, sobre temas latinoamericanos «que vendían»: pobreza, narco, migración o criminales, boxeadores, entre otros. Perú siguió con Etiqueta Negra, en un proyecto más enfocado a la crónica literaria. Y hasta Chile llegó el impulso de la crónica, según la novela, donde se creó una revista más bien boutique, amparada por el dinero que tienen las mineras para gastar o lavar en proyectos culturales.

Nuestro protagonista, Pablo, de pronto y como cronista nómade, está en la primera línea de este grupo y de éste denominado boom. Participa en sus fiestas y arma un satírico insectario de estos personajes y de sus temáticas.

Dentro de la forma de la novela, este espacio dedicado a la crónica —la de intercalar textos de crónicas— le da un respiro al lector, como la de los latinos que inflan globos para eventos en Estados Unidos. Estos detalles, que podrían caber dentro de lo que se denomina de intertexto, es lo que le da un valor distinto a la obra literaria en cuestión.

La excusa para hablar de crónica latinoamericana es la presencia de Antoine, un joven de 27 años, caminante, de ascendencia francesa, lector de crónica y quien tiene un breve paso por Valparaíso, una ciudad que se cae a pedazos, pero como dicen en el puerto, y donde en cada pedazo hay una historia. Antoine, como dato, trabaja en la redacción de La Estrella de Valparaíso para un suplemento de periodismo narrativo, denominado El Rayo, que por suerte, existe todavía.

Antoine conduce la novela, como ayudante investigador de Pablo, y la lleva a la otra gran influencia en el texto después de Cercas, que es Tomás Eloy Martínez.

 

La manera de contar un relato extraviado

De la mano del cronista tucamano —que quizás después de Roberto Walsh es el más influyente por su novela biográfica de Perón—, llegamos al punto de inflexión de la novela, si lo que se nos cuenta Pablo es ficción o no ficción.

La misma novela calibra, citando a Eloy Martínez, en cuanto si la construcción de un relato puede adoptar un tono de verdad hasta transformarse en la única verdad; la que queda y la que perdura. La historia la cuentan los vencedores, dice el dicho o lugar común, idea que también voceo Winston Churchill, para contar su verdad sobre la guerra.

Y en esta encrucijada de ficción y de no ficción, es donde surgen las hipótesis; algunas oficiales, quizás concebida por la misma Fuerza Aérea de Chile para desviar el origen de lo que sucedió; u otras hipótesis no investigadas con la rigurosidad necesaria pero que con el paso del tiempo adoptan un aurea de verdad.

La novela opta por una hipótesis que surge casi de manera espontánea de los reportajes por encargo que le encarga un medio chileno para entrevistar a chilenos exitosos en el mundo, en el contexto de un país diminuto que consume el éxito de sus compatriotas, detalle de ironía que a cada tanto le da humor a la obra. El final, dado los antecedentes de la investigación es contundente.

El asunto es creer o no creer en la historia, y ese dilema, porque lo es, lo tiene que resolver el lector de un texto que a fin de cuentas indaga en la manera de contar una historia perdida y a la vez prohibida por la sangrienta dictadura chilena.

 

 

***

Rodrigo Ramos Bañados (Antofagasta, 1973) es escritor y un periodista titulado en la Universidad Católica del Norte. Ha publicado, entre otros volúmenes, las novelas Alto Hospicio, Pop, Namazu, Pinochet Boy y Ciudad berraca, además del libro de crónicas Tropitambo.

 

«Una historia perdida», de Juan Pablo Meneses (Tusquets Editores, 2022)

 

 

 

Rodrigo Ramos Bañados

 

 

Imagen destacada: Juan Pablo Meneses.