[Ensayo] «Ya no será», de Idea Vilariño: Mi poesía soy yo

Literatura Random House suma a su colección Poesía Portátil los versos de la creadora uruguaya, una de las autoras más destacadas del siglo XX latinoamericano, tanto en la competitiva escena del Río de la Plata como en el circuito mayor de la lengua castellana.

Por Nicolás López–Pérez

Publicado el 23.1.2021

La tradición poética uruguaya posee una mixtura de voces interesantes. Destaco la visibilidad y participación de las poetas. Puede verse, como ejemplo, una foto de la generación del 45. De todas maneras, nombres como Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou, María Eugenia Vaz Ferreira pavimentaron la presencia de mujeres en el campo cultural del país iniciando el siglo XX.

Y en adelante, autoras, entre otras, como Ida Vitale, Amanda Berenguer, Marosa di Giorgio, Circe Maia, Cristina Peri Rossi, Sara de Ibáñez e Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) se muestran como algunas de las voces más representativas de la sensibilidad, el ímpetu y la sutileza de las poéticas desde ese lado del río de La Plata.

El año 2002 Lumen editó su poesía completa y con ello, no solo potenció la distribución de la obra de Vilariño en Hispanoamérica, sino también la posiciona dentro de un canon de libros con mayor alcance e impacto.

Lo anterior, frente a las otras ediciones de su poesía completa, por vez primera en el año 2000 y antes comprendiendo su producción poética de casi medio siglo en el volumen Poesía 1945-1990 (1994), ambas publicaciones fueron obra de la casa editorial uruguaya Cal y Canto.

Cuando señalo ese posicionamiento especial, pienso en el rol que juegan las transnacionales en la difusión y promoción de la literatura y de ciertos autores y también en la elaboración de un discurso hegemónico de poéticas.

La serie de “poesía portátil” que agrupa otros grandes nombres como Safo, Anna Ajmátova, Emily Dickinson, Oscar Wilde, Constantino Cavafis, Alejandra Pizarnik, Federico García Lorca es valiosa como una biblioteca inicial, como una consolidación de voces de la poesía universal en calidad de “clásicos”, pero también puede originar —en posición de mercado— una visión de la poesía como un instrumento del romance, el enamoramiento y el pesimismo.

Al terminar el name-dropping, precisar que Ya no será es una selección se hizo desde la base de los libros Nocturnos (1955), Poemas de amor (1957), Pobre mundo (1966) y No (1980), además de textos inéditos y otros publicados en revistas.

La responsable, la joven editora adjunta de Random House en su casa matriz, Carme Riera Sanfeliú, pensó, especialmente, en poemas “de fuerza incontrolable que todo lo anega”. Luego, dos ejes de comentario.

Primero, esa maestría con que Vilariño hebra la complejidad de la angustia y el deseo —como sensaciones preponderantes en sus poemas— con la simpleza de palabras que hacen eco en el sistema nervioso. Segundo, algunos apuntes en torno a la historia de la ausencia.

 

I

En una entrevista, de las pocas que la poeta dio, a la escritora Elena Poniatowska, el año 2001 y publicada tres años más tarde en el semanario mexicano La Jornada, hay algunas revelaciones del trabajo poético de Vilariño.

En la oportunidad, declaró:

“La poesía, Elena, fue una conmigo siempre. La viví naturalmente, como algo inevitable, privado, que no me daba ningún realce y la hacía sin deliberación, sin proponérmelo, como lo hice después, como lo he hecho siempre. Creo que nunca supe cómo iba a terminar un poema (…) Necesito decir algo; eso es compulsivo. Pero no sé cómo lo diré, aunque al escribir tenga un dominio absoluto de lo que hago, pero desde la primera línea el poema, su ritmo, eso que es imperativo decir me lleva hasta el final, hasta el cierre inevitable (…) La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo.”

Y así comienza Ya no será, con un poema de 1941: “Ya en desnudez total / extraña ausencia / de procesos y fórmulas y métodos / flor a flor, / ser a ser, / aún conciencia / y un caer en silencio y sin objeto”.

La impresión de un grado cero en la escritura, en la elaboración poética, tomar el barro del caos para dar origen a una escena donde la luz entra por el ser y ocurre el nacimiento de una nueva experiencia. Tal vez una desesperación más o menos ordenada. Y que va produciendo en el lenguaje una refracción de las sensaciones y los pensamientos que quedan al someter lo posible al bisturí que es la propia lengua.

O en un poema de 1942: “Haberse muerto tanto y que la boca / quiera vivir un poco todavía”. O uno de 1987: “qué puedo decir / ya / que no haya dicho / qué puedo escribir / ya / que no haya escrito / qué puede decir nadie / que no haya / sido dicho cantado escrito / antes. / A callar. / A callarse.”

Como ejemplo, textos que plasman el elan vital del lenguaje en su relación con lo humano. Por una parte, las palabras continúan. Por otra, el silencio como un freno prudente ante lo dicho, lo cantado, lo escrito antes.

Escrituras que sitúan en un tiempo posible pero improbable al hablante lírico que construye Vilariño. Escrituras anfisbenas, tendientes al habla y al silencio, sin jugueteos ni artificios, toda vez que el lenguaje es como el fuego y ahí, el riesgo de arder y quemarse.

La poesía de Vilariño raya en lo constitutivo y lo potencial, un arte del sugerimiento con un ritmo tan simple como complejo. Lejos de lo imitable, ella despliega un campo magnético que encierra una probable angustia, un probable mensaje desde el inxilio.

En “Puede ser” (1964), la poeta retumba: “entonces / puede ser que creyeras / puede ser que sufrieras / comprendieras”. Tal vez más allá de todo lo dicho, las bases de una sanación que basta o no con el nombrar, con hacer presente y patente el sedimento que queda de un encuentro, vínculo o relación —sea cual sea— entre dos personas en un espacio y tiempo que nunca es el mismo y que se ubica, por ejemplo, en el intersticio entre el amor y el desamor.

El verbo en la lectura puede llegar a ser incierto. Un verbo que actúa en escritura, como desocultar o revelar. Un verbo que comienza un flujo de operaciones al leer, como pensar o imaginar o una mezcla de los dos.

Desde ahí, una sintaxis que se hace electricidad en los nervios y una imagen que se escapa en provecho del sabor de boca que deja el poema. Pienso en ese del 1° de julio de 1975: “Si te murieras tú / y se murieran ellos / y me muriera yo / y el perro / qué limpieza.” O el del 9 de abril de 1983: “Si solos / qué / estemos solos. / Estemos solos / pues / dejémonos de cosas.”

La poesía de Vilariño tiene varias funciones en sí mismas. El gesto de fechar es provechoso para hacer una evidente lectura cronológica, pero también para observar las vinculaciones (contingentes o necesarias) entre vida y obra y la evolución tanto de la poética como de la personalidad. Vuelvo a una frase de la citada entrevista: “Mi poesía soy yo”.

Y pues sí, en esa búsqueda aleatoria que es, lo que muchos prefieren llamar “la voz propia”, la ventriloquía del ser. En otras palabras, ese hablar con las tripas, con la guata, en que puede verse una personalidad plasmada en el tinglado de las letras y las palabras.

Y de la transmisión, tocar la (alguna) verdad del cuerpo a partir del lenguaje. La poeta es lapidaria: “Inútil decir más / Nombrar alcanza.” En tanto que nombrar fija y ceniza. El lenguaje nos pone inicio o término, los poemas de Ya no será y de la demás obra de la uruguaya son la puntuación de nuestros propios fragmentos, enfrentándonos a situaciones en y con los demás.

 

II

“Escribo pienso leo” (1968) tal vez es el poema más representativo —en la selección— eslabón de la historia de la ausencia, de la que participa la obra de Idea Vilariño. En materia: “Escribo / pienso / leo / traduzco veinte páginas / escucho las noticias / escribo / escribo / leo. / Dónde estás / dónde estás.”

Si hay un giro importante en la poesía del siglo XX es la constante fragmentación de la lengua. Poemas de pocas palabras y ecos dilatados y poéticas de la simplificación y un afán descriptivista.

Algunas interesantes florecen después del modernismo, en una estratosfera de lenguaje refinado, desafiante al idioma y aún en metro, al avance de voces cortadas y palabras que no vienen tan fácil, en tanto se apegan más al sentimiento y se despegan paulatinamente de las ideas.

Estoy pensando en el tránsito de las poéticas uruguayas desde referentes como Julio Herrera y Reissig Jules Supervielle y Juana de Ibarbourou o desde el caos que dejó la irrupción y rápida irradiación de un verso de fronteras tan imprecisas como personales. La poética de Vilariño se abre paso en la elección (¿inmejorable?) de palabras para conducir la energía de un cuerpo que re-siente tras interactuar con otros.

“Ya no” (1958) se menciona —en buena parte de los lugares— como un poema de desamor al escritor Juan Carlos Onetti. Y desde ahí, un enlace con el compromiso en la obra de tratar la vida. O la búsqueda de verdad en un poema. No me parece que esto último haya sido un objetivo —ni inconsciente— de Vilariño.

En el texto, los lugares son tan comunes como impersonales, puntos finales, cierres, rehabilitación de un amor que duele y ya no será. Es un poema implacable, urde con simpleza la complejidad del desamor. Lo mismo ocurre en “Y qué” (1961): “tomo tu amor / y qué / te doy mi amor / y qué (…) Siempre estará faltando / la honda mentira / siempre.”

Los apuntes en la historia de la ausencia se llenan en el opuesto. Un deseo de hacer ausencia una presencia. O la pesadumbre de recordar algo que se vería menos bélico como ausencia. A fojas de 1951, poema sin título: “Ni con delicadeza / ni con cuidado. / Acaso / tiene delicadeza / vivir / romperse el alma.”

La dinámica entre ausencias y presencias tatúa a fuego ya no obsesiones, sino certezas. Como el amor o la muerte, tópicos en la poética de Vilariño. El poema de 1968, “decir no / decir no / atarme al mástil / pero / deseando que el viento lo voltee / que la sirena suba y con los dientes / corte las cuerdas y me arrastre al fondo / diciendo no no no / pero siguiéndola.”

El cuerpo paga lo que siente y los desarreglos de la mente. Un poema de amor o de muerte, en general es un poema de la mente proyectado en el cuerpo. Un mito de origen: opuestos que van pugnando entre sí y que no desaparecen, las pulsiones de eros y tanatos en el o la poeta y que causan estragos traducidos en las palabras justipreciadas.

Desde las coordenadas del fin, poema de 1964, “epitafio”. Dice: “No abusar de las palabras / no prestarle / demasiada atención. / Fue simplemente que / la cosa se acabó.” Y desprender de la sintaxis, un desgarro que deje al descubierto el exceso de cada intensidad, de cada cuerpo enamorado (pensando en el libro de Michel Onfray), de cada vacío y plenitud que nacen de un big bang que es tanto el amor como el desamor.

En ese tejido de esquirlas que se desprenden de la gran explosión que principia o acaba en la mente, el poema del 23 de abril de 1965, titulado “me pregunto”: “(…) O la noche terrible en que tú estabas / llorando en el teléfono / nunca lloré decías / dejame ir decías / y yo mi amor mi amor / —te había echado / había muerto— / y yo con mi amor / mi amor / y yo estaba con otro”.

En ese hilo se urde la experiencia de la condición que vuelve imposible otra plenitud y, a la vez, que ejerce el derecho a decirlo todo.

Como ideas finales, retorno a la entrevista de Poniatowska, para observar a Vilariño en su propia salsa. La escritora mexicana pregunta “¿escribes en versos libres?” y la poeta contesta: “Nunca los ha habido menos libres. Un ritmo riguroso los ordena y sólo para los ojos parecen libres. ¿Qué significado tiene el ritmo? Es fundamental en todo hecho poético. En un poema puede fallar todo lo demás; hasta puede, en determinados juegos, faltar el sentido; nunca el ritmo.”

El ritmo, el de las palpitaciones de los embates del mundo. Para ella escribir poesía es el acto más privado, en el colmo de la soledad y del ensimismamiento (cfr. entrevista). Y desde ahí, en la coraza y refugio sanador que es la intimidad, el cadáver donde mente y cuerpo conversan, surge un ritmo que es el corazón de un/a poeta.

Quizás la ofrenda más sincera de cualquier hablante lírico o como sugiere el poema que abre este librito (reitero cita): “ya en total desnudez / extraña ausencia / de procesos y fórmulas y métodos”.

Solo el latir del miocardio, conquistando la palabra corazón al centro de una energía sentipensada, sino una poética genuina entre —como decía Poniatowska— un optimismo revolucionario y un constante pesimismo.

Con todo, la lectura de Idea Vilariño tiene otro sabor, si se conservan las visitas a lo largo del tiempo. A los 15, a los 30, a los 50. El latido y la agitación del espíritu responden distinto, y responden.

 

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Nicolás López–Pérez (Rancagua, 1990). Poeta, abogado & traductor. Sus últimas publicaciones son Tipos de triángulos (Argentina, 2020) & De la naturaleza afectiva de la forma (Chile/Argentina, 2020). Coordina el laboratorio de publicaciones Astronómica. Escribe & colecciona escombros de ocasión en el blog La costura del propio códex.

 

«Ya no será», de Idea Vilariño (Literatura Random House, 2021)

 

 

Idea Vilariño

 

 

Imagen destacada: Idea Vilariño (1920 – 2009).