[Entrevista] Editor Pedro Araya: «Roger Chartier reformula el paradigma y el asidero del relato histórico»

La casa impresora de la Universidad Austral de Chile —gracias a un equipo de trabajo que también integra el destacado antropológo y poeta Yanko González Cangas— presenta el volumen “El pequeño Chartier ilustrado. Breve diccionario del libro, la lectura y la cultura escrita”, una obra fundamental e interdisciplinaria debida al prestigioso cientista social francés (en la imagen destacada), y quien asimismo pertenece a la cuarta generación de la Escuela de los Annales.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 27.9.2021

El pequeño Chartier ilustrado. Breve diccionario del libro, la lectura y la cultura escrita, de Roger Chartier (Lyon, 1945) es una de las novedades del catálogo que ha ido engrosando Ediciones UACh para su colección Austral Universitaria de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades.

Esta publicación es única, extravagante, lúdica y profunda al mismo tiempo; es una posibilidad de hacer un rebirthing para quienes circulamos en torno al “Pequeño Larousse ilustrado”, a la vez que una ventana para observar algo totalmente divorciado de aquel referente enciclopédico.

El mismo Chartier emerge como una rara avis, y destaca por su personalidad (donde se mezcla erudición y chispa), traspasada por décadas de estudio y publicaciones académicas, con especial énfasis en la teoría literaria. Hay un halo desusado en la forma en la que se concibe este proyecto.

Como indica el blurb (contraportada) del volumen, Chartier: “no quería escribir ni reeditar un libro al uso, quería materializar un volumen íntegramente ‘contado’ desde su memoria, es decir, oralizar dialógicamente una nueva obra… un diccionario sobre el libro y la lectura… El resultado es este excepcional lexicón ilustrado, vocalizado bajo el signo del abecedario…”.

En sus definiciones Chartier destaca por las asociaciones que hace; por su mirada histórica, pero muy actualizada. Ideas como las de formato y jerarquía, por ejemplo, ponen en entredicho a la esfera de las tecnologías digitales: “Se puede leer la Biblia en un Smartphone y se pueden leer en una gran pantalla textos de revistas o de periódicos”.

Chartier concluye su definición de “Formato” apelando a la observación: “A la discontinuidad material de la cultura impresa sucede la continuidad textual de la cultura digital”.

Otra entrada que registra la mutación que vivimos hoy es la de Wreader: “Las prácticas de las redes sociales ilustran esta profunda transformación cuyos efectos no han sido totalmente medidos hasta ahora y que perfila un nuevo modelo de alfabetización”.

Una discusión que ha cobrado fuerza últimamente es la que gira en torno a las “literaturas del yo”. Esta preocupación también la hallamos en la definición: “Yo (literaturas del)”: “Develando lo más íntimo de su existencia, el autor refuerza su personalidad pública, y es a partir del siglo XVIII que los lectores quieren encontrar a los escritores tanto en sus escritos como en la vida real”, precisa Chartier.

Dignas de destacar son las fascinantes observaciones que hace Chartier sobre la dificultad que implica la traducción (literaria), con referencias a las versiones/traducciones hechas sobre el Quijote (y diseccionadas por Franco Moretti en Atlas de la novela europea), así como la ejemplar discusión protagonizada por el escritor angoleño José Eduardo Agualusa con su traductor al inglés, respecto al insoluble problema de encontrar una equivalencia leal para la noción de “saudade”.

Chartier es un nombre instalado en los círculos académicos. Luz Gisela Pargas, en un ensayo sobre su obra, lo sitúa: “Roger Chartier forma parte de los historiadores que en el siglo XX desplazaron sus posiciones desde el campo disciplinario de la historia que se había legitimado y que en el periodo comprendido entre las dos Guerras mundiales, formularon ‘una manera distinta de escribir la historia’. Este nuevo enfoque de la historia de las ideas dio lugar a todo un movimiento de teoría y método confluyendo en lo que se conoce como la Nueva Historia”.

La cuidada publicación chilena de este lexicón ilustrado es motivo de celebración; es un logro particular que recrea las tipografías de los abecedarios clásicos, y que consigue captar la eminencia del profesor, donde su espontaneidad oral es hábilmente plasmada en caracteres impresos, gracias a un trabajo colaborativo e interdisciplinario.

Así, Cine y Literatura dialogó con los dos académicos responsables de la edición de este esperado texto (que incluye la investigación, el prólogo y la selección del mismo): los antropólogos de la Casa de Estudios valdiviana, Pedro Araya Riquelme y Yanko González Cangas.

 

El académico Pedro Araya Riquelme

 

«Hacemos antropología histórica»

—En el texto introductorio se ubica a Chartier en su visita a Valdivia y se citan momentos de su charla “El presente del pasado. Historia, memoria, literatura”. En ella, Chartier apunta: “Las obras de ficción… le dan también una presencia al pasado, a veces o a menudo más poderosa que la establecida por los libros de historia”. ¿Cómo contrasta esta visión con el modo en el que se enseña la historia en nuestro país? Aquí hay una apuesta a los estudios culturales…

YANKO: —No somos historiadores de oficio, ni profesores de historia. Somos antropólogos que desde la etnografía, la poesía y, precisamente, desde los estudios culturales, hacemos antropología histórica, corriente que ha tenido una rica convergencia, hasta casi fundirse, con la historia cultural, apreciable en los trabajos de Robert Darnton o la microhistoria italiana, por ejemplo.

Efectivamente, estas perspectivas no han permeado lo suficiente en la formación básica y secundaria en nuestro país, lo que ha producido, creo, un efecto simplificador de la facticidad sobre el pasado o la “verdad” histórica, al estar de espaldas, por ejemplo, al ámbito de las representaciones o la lucha por los significados en el “teatro” de las hegemonías.

La obra de Chartier contribuye a esta corriente enormemente.

 

PEDRO: —Sí, en el texto introductorio, no solo quisimos dar algunos rasgos de las aportaciones de Roger Chartier a la historia cultural y a las ciencias sociales en general, sino del impacto intelectual que causa el leer o escuchar dichas aportaciones, para acercarnos de algún modo, a una manera singular de preguntarse por la cultura escrita y, al mismo tiempo, dar cuenta del proceso que implica el proyecto inusual de este diccionario oral.

En aquella charla, por ejemplo, Chartier aborda una revisión del modo y método de construcción de la historia. Desde diversos enfoques —historiográficos, filosóficos y literarios—, presentó una propuesta crítica que reformula el paradigma y asidero del relato histórico, al integrar la tradición formal de la historia con la memoria social y colectiva, junto a la ficción.

Recordemos que se trata de un historiador de la cultura que articula una diversidad de ámbitos.

 

«Leer estas páginas implica ampliar lo que se entiende por participar de una cultura escrita»

—“Quisiéramos que este diccionario sea una invitación a sumergirse, a través de las palabras del profesor Chartier, en una mirada tejida al calor del intercambio oral ritualizado, vocalizado y plasmado en un libro; escucharlo con nuestros ojos, y vocalizarlo nuevamente bajo el signo del abecedario”, proponen en su texto introductorio. ¿Cómo conciben esta noción de ritual? Viene a la mente la reflexión de Walter Benjamin sobre la tradición oral…

PEDRO: —Como lo conversábamos con el propio Roger Chartier, este objeto impreso es fruto de todo un proceso: al diálogo pauteado por la indagación de ciertas entradas, es decir horas de grabación, le siguió el proceso de transcripción, edición, correcciones y explicitaciones, puesta en escritura, puesta en texto, hasta llegar a la puesta en libro.

Ello implicó a una serie de personas en este proceso, a las que agradecemos en el texto introductorio. Pero, de otro lado, el propio diálogo y los temas elegidos van, también, dando luces sobre estas mismas prácticas sociales. De alguna manera, el libro es reflejo de su contenido.

Leer estas páginas también implica ampliar lo que se entiende por leer, escribir, publicar, participar de una cultura escrita.

 

YANKO: —Como bien dices, se cuela Benjamin, pero sobre todo está presente la antropología y el abordaje etnográfico en la co-construcción de un “texto de cultura” como tejido e intercambio oral ritualizado.

Y está Bajtín, en la medida que al sumergirnos en la conversación y la escucha, surge inevitablemente la “imaginación dialógica”, producto de un encuentro, de una seducción simbólica y en ese sentido está ritualizado: las hablas tienen una intención de ofrecer y recibir, de pensar en conjunto, de acordar y disentir dentro de la coreografía de la plática.

 

El problema de las «fake news» y de las manipulaciones comunicacionales

—En la letra “C”, Chartier se explaya en la idea de “censura”. Apelando a Foucault, explica que la censura: «nos remite a la búsqueda de los primeros lectores de los textos. Después de los copistas que establecían las copias en limpio de las obras, antes de los editores que preparaban los textos para la composición tipográfica, los censores fueron estos primeros lectores». ¿Cómo entendemos el poder de los censores-lectores, hoy?

PEDRO: —Quizás, podríamos recordar algunas conversaciones posteriores con el propio Roger. La propia palabra “censura” remitía al relato escrito por un censor respecto a un texto. Ello establecía algunos comentarios acerca del contenido discursivo del mismo, excluyendo algunas temáticas, reparando en los estilos y el apego a ciertas normas.

Ello, con el fin de mejorar —en algunos casos— los textos. Ello no excluye la otra caracterización de la censura en tanto que prohibición, quema o persecución de libros y autores. Pero ello también, en filigrana, apunta a la doble naturaleza del libro: su lado material y en tanto que discurso.

En los tiempos más contemporáneos, nos decía Roger Chartier, sin olvidar la posible actualidad de los métodos tradicionales y oscuros de la censura, se puede indagar en lo que circula en redes sociales. En ese mundo, la materialidad del libro deja paso al discurso y su base en la comunicación digital.

 

YANKO: —Claro, se plantea el problema de las fake news, las manipulaciones comunicacionales, las falsificaciones y una serie de riesgos que nos reenvían a la responsabilidad colectiva del cotejo, la contrastación y la lectura crítica.

El problema es que la respuesta ensayada ante este fenómeno tiene un parecido fisonómico a la censura, pero no lo es, pues su estatuto es de cariz ético, que por circular a veces en cuclillas, sin aspavientos y confundido en la vocinglería, es aplastado por las torceduras comunicativas interesadas.

Básicamente el predicado es a practicar formas de lectura responsable en un mundo digital y global en que las textualidades proliferan, se fragmentan y se reproducen por millones, haciendo estallar, entre otras cosas, las autorías y las fuentes.

Y bueno, por otro lado, podríamos añadir las formas de censura institucionales “clásicas” respecto al uso —o “apropiación”, una entrada más en este diccionario— de estas formas comunicacionales y de escritura ejercida por grupos de resistencia al poder establecido.

 

PEDRO: —Como se entenderá, las diversas entradas de este diccionario, la mirada que se despliega aquí, abre la discusión y nos hace preguntarnos sobre el presente, visitando la historia.

No menos interesante sería la lectura de todo ello en relación a nuestra propia realidad: nos encontramos en un tiempo de escritura, la redacción de una nueva Constitución.

Ello, ciertamente, comprende un variado número de elementos y conceptos que aparecen en las páginas de este diccionario. Se escribe, se lee, se participa de una cultura escrita, todo el tiempo.

 

«La lógica que funda representaciones sociales»

—En “Historia social de la cultura”, se propone: “Lo que hacemos en este diccionario es tratar de entender algunas prácticas culturales a partir de su relación con el mundo social, haciendo hincapié en las desigualdades sociales como un elemento primordial para comprender y diferenciar las prácticas culturales”. ¿Qué engloba esta mirada de la desigualdad social como necesidad de comprensión y contraste?

PEDRO: —En los diversos libros de Roger Chartier, y en este también, vemos cómo se despliega y modula una manera de hacer historia que integra lo cultural en lo social.

El mismo autor lo llama “historia cultural de lo social”, que en el caso de la cultura escrita implica no sólo remitirse a documentos impresos o manuscritos, sino intentar comprender la lógica que funda gestos y prácticas, materialidades, lectura, legibilidad, pero también representaciones sociales.

De esa manera, se intenta captar la cultura escrita en cuanto práctica social, ensamblando diferentes soportes del escrito y diversas prácticas que lo producen o lo apropian.

 

YANKO: —En este sentido, en el diccionario no solo aparece una entrada con el nombre de ‘historia social de la cultura’, o historia cultural de lo soviwkl sino el propio diccionario activa esa perspectiva en el propio recorte, curatoría y tratamiento de los conceptos y fenómenos definidos.

Si te fijas, lo fundamental del diccionario es que cada concepto es o la dimensión expresiva de un parteaguas social y cultural en relación al libro y la lectura o una puerta de entrada axial para abordar o entender dicho parteaguas.

Por ello conviven en el diccionario, por ejemplo, la entrada Apropiación donde se aborda la relación entre poder y escritura, su capacidad de controlar el recuerdo y su potencial emancipador; y por otro, el de Kindle, para acercarnos a la crisis de individualización y singularización de la escritura —acrisolado en el siglo XVIII— en la actual era digital.

 

La escritura como una práctica de control

—El lexicón destaca por su erudición y por el canon con el que Chartier dialoga, que es eminentemente masculino. Shakespeare, Cervantes, Borges, Montaigne, Kant, Diderot, Piglia, Ricoeur, de Certeau, Bourdieu, Marlowe, Ben Johnson son algunos de los autores que circulan por sus páginas. (Teresa de Ávila amerita un par de aéreas menciones). ¿Cómo se defiende esta aplicación ante las aportaciones hechas en teoría de género y estudios subalternos?

PEDRO: —Tienes razón en apuntar lo anterior. Si bien, en otros libros aparecen autores y autoras menos canónicas, quizás habría que entender que la propia cultura escrita en Occidente sigue ese patrón patriarcal.

No sólo se trataría del establecimiento de un canon literario. El propio Roger Chartier ha apuntado, en diversas páginas, por ejemplo, que tanto la escritura como la lectura son y han sido prácticas sociales que conllevan una serie de características de control.

Tal como lo indica el paleógrafo italiano Armando Petrucci —con quien Roger Chartier dialoga de manera fructífera, como con muchas otras personas—, existe el poder de la escritura y el poder sobre la escritura.

La escritura puede provocar cosas, impactar sobre los colectivos, decir y hacer actuar.

 

YANKO: —Exacto, pero la escritura también puede ser apropiada, lo que se complementa con que ella es normada. ¿Quién escribe?, ¿qué se puede escribir?, ¿dónde se puede escribir?, ¿cómo se puede escribir?

Las respuestas están sujetas a normas y fuerzas institucionales.

Del mismo modo, se separa la lectura de la escritura y, en muchas sociedades, a las mujeres (y a otros colectivos) se les enseña a leer, pero no necesariamente a escribir.

Esta es una de las aristas que abre Chartier en sus propuestas, que luego son retomadas por un número de historiadoras, investigadores y académicas en diversas partes del mundo.

 

Yanko González Cangas

 

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Yanko González Cangas es antropólogo y poeta. Director de Ediciones UACh, académico del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la UACh. Sus últimos libros son Los más ordenaditos. Fascismo y juventud en la dictadura de Pinochet (Hueders, 2020) y Objetivo general (poesía, Lumen, 2019).

Pedro Araya Riquelme es traductor, antropólogo y poeta. Académico del Instituto de Arquitectura y Urbanismo, de la UACh. Sus últimos libros son La nueva novela de Juan Luis Martínez (co-traducción al francés, 2021) y Cuyo de Nuno Ramos (traducción al español, 2020).

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«El pequeño Chartier ilustrado», de Roger Chartier (Ediciones UACh, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Roger Chartier.