La escritora nacional relanza su novela dedicada a la poeta chilena Premio Nobel de Literatura 1945, y donde a través de las páginas de su ficción, interpela al circuito académico y editorial que se movía en torno a la figura de Doris Dana —legataria de los manuscritos y de los textos inéditos de la desaparecida autora—, antes de su muerte en 2007, y cuyo testamento luego permitió que esos valiosos papeles —hasta entonces desconocidos—, pudiesen llegar y a ser resguardados en los archivos oficiales de nuestro país.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 5.12.2025
La editora, escritora y gestora cultural retorna a las tablas con la reedición de Oye Gabriela, a cargo de editorial Cuarto Propio.
Regina ha quedado presa entre las paredes de la biblioteca mientras se zambulle en su tema que hace eco de los movimientos telúricos que traspasan al país. Gabriela Mistral y sus lados b, así como los séquitos que mariposean en torno a su figura, serán los protagonistas de la novela, que se organiza con una serie de intertextos, los cuales juegan a favor de una lectura que dialoga con la cultura desde distintos puntos.
Oye Gabriela revela tanto la riqueza de los intercambios artísticos, como los bajos oportunismos que caracteriza a ciertos ambientes, cuyos delegados se ven como verdaderos carroñeros de la escena.
El misterio que se traspasa en estas páginas consigue fijar la figura de Mistral para precisamente acentuar su misterio.
Así, y como explica la autora: «Si revisamos la relación de Chile con Mistral, hemos pasado por ciclos que van desde la adoración hasta el completo olvido, el ninguneo histórico, el desprecio, la homofobia y el clasismo».
Considerando que la publicación hace su aparición a 80 años del Nobel, añade: «Lo que noto ahora es una recepción más consciente, un interés por leerla como autora política y compleja, ya no solo como ícono».
«Las pulsiones afectivas que detonan los papeles mistralianos»
—A 80 años del Nobel de Gabriela Mistral presentas la segunda edición de Oye Gabriela. ¿Cómo fue revivir tu primera entrega para el nuevo escenario cultural que vivimos hoy en nuestro país? ¿Notas un cambio de escenario o de interés en la recepción actual?
—Han pasado cinco años desde la primera edición y el escenario cambió bastante. Cuando salió la primera edición a fines de 2020, veníamos del estallido, la Convención Constituyente y estábamos aún en pandemia. El país se estaba abriendo a revisar críticamente los mitos nacionales.
En ese momento, la recepción del libro fue bastante positiva y la edición se agotó rápidamente. Pero indudablemente el contexto actual genera mayor interés por el ánimo celebratorio respecto al Nobel, impulsado desde el gobierno. Se podría hablar hasta de una Mistralmanía, lo que no es malo en la medida en que se la lea más y se la valore en toda su magnitud.
Si revisamos la relación de Chile con Mistral, hemos pasado por ciclos que van desde la adoración hasta el completo olvido, el ninguneo histórico, el desprecio, la homofobia y el clasismo. Lo que noto ahora es una recepción más consciente, un interés por leerla como autora política y compleja, ya no solo como ícono.
Hay también una sensibilidad distinta hacia los temas que la novela aborda: los archivos, las tensiones institucionales, el deseo de reinterpretar y, por supuesto, las pulsiones afectivas que detonan los papeles mistralianos.
«En Chile seguimos pendientes del reconocimiento externo para valorar lo propio»
—En tu novela se describe y se debate la disputa por el mito de Mistral. Aquí tenemos a un grupo de personajes que pueden ser vistos como advenedizos, como oportunistas o groupies onderos. Algunos pululan en las aulas universitarias, otros buscan visibilidad y hacer negocios. Como dice Bernardita Domange: «los personajes navegan por el laberinto de la ambición académica y la búsqueda de reconocimiento». ¿Qué opinión te merece el oportunismo académico? Asimismo, queda en evidencia el provincianismo de nuestra patria, que espera el reconocimiento extranjero para valorar lo propio.
—Indudablemente la apertura y el conocimiento y estudio del legado que llegó a Chile en 2007 ha posibilitado una democratización de lecturas y miradas. Han proliferado las publicaciones de nuevas recopilaciones, textos inéditos y documentos íntimos. En ese sentido, ya no hay ‘dueños de Mistral’.
La novela exagera rasgos del mundo académico, pero parte de algo real: la competencia por posiciones, por visibilidad, por administrar un legado. Esas disputas no son exclusivas de Mistral; ocurren con cualquier figura canónica. Lo que me interesaba era mostrar cómo esas tensiones atraviesan cuerpos, deseos, precariedades, y cómo la frontera entre la ambición legítima y el oportunismo se vuelve difusa.
Respecto al provincianismo, en Chile seguimos pendientes del reconocimiento externo para valorar lo propio. Esa ansiedad aparece en la novela de forma irónica. Mistral lo vivió en carne propia: fue más aceptada afuera que aquí.
Me interesa mostrar cómo esa dependencia simbólica sigue operando, incluso en campos que se suponen ‘críticos’ como la academia.
«Se temía que las cartas de amor de Mistral fueran ocultadas o se perdieran»
—¿Cómo construiste a los personajes? Háblanos de Pedro Pé, un oscuro y repudiable agente.
—Sin la llegada del legado mistraliano a Chile, esta novela no existiría. Me baso en una investigación en torno a los documentos que realicé en Estados Unidos siendo periodista bajo mi nombre real —Elisa Clark es un seudónimo—.
Conocí a mistralianas y mistralianos que buscaban información para poder completar sus investigaciones o confirmar sus intuiciones e hipótesis; había quienes habían esperado años para que Doris Dana les diera acceso a los documentos.
En ese proceso leí Los papeles de Aspern de Henry James, que también se basa en un caso real para exagerar y ficcionar respecto a todo lo que pueden generar papeles de personas tan importantes y lo que otros están dispuestos a hacer para acceder a ellos.
Pedro Pé es una condensación de varios tipos de poder que circulan en la escena literaria: el gestor que se cree imprescindible, el intermediario que administra accesos, el que controla pequeñas cuotas de autoridad. Encarna esa parte opaca del campo cultural que todos conocemos, pero pocas veces se representa.
En el caso de Mistral, hoy hasta una boleta, una agenda o una anotación cualquiera al margen de un libro se vuelve ‘valiosa’, pero en ese momento se temía que sus cartas de amor fueran ocultadas o se ‘perdieran’. Lo dice Elizabeth Horan en los agradecimientos de su biografía Una vida: solo me halla quien me ama (Lumen, 2023).
Pedro Pé no es alguien real, sino una mezcla de varias personas que conocí y que la imaginación enriqueció, aunque como dicen por ahí: la realidad supera a la ficción.
«Nunca un Kindle reemplazará la experiencia de visitar una biblioteca»
—Hay un trabajo de metaliteratura en Oye Gabriela y en sus páginas nos paseas por distintas figuras, algunas muy influyentes en la literatura universal y nacional, como Doris Lessing, Truman Capote, Carson McCullers, Dostoievski, Kafka, Pizarnik, Stella Díaz Varín, Ted Hughes. Adicionalmente se añora un mundo que va en retirada. Se dice que las bibliotecas son espacios democráticos («Nadie puede decidir por ti qué leer ni cómo interpretarlo»). Resuenan las palabras de Doris Lessing en la entrada de la Biblioteca Central en Caracas. ¿Estamos ante un arcaísmo romántico?
—Que la protagonista del libro quede atrapada en una biblioteca no es casualidad. En la novela los archivos, los documentos, las cartas y manuscritos son fundamentales. El crítico Ignacio Dávila escribió recientemente una reseña que titula ‘El laberinto de la biblioteca’, y pienso que da en el clavo.
Esos mundos no están en retirada; las bibliotecas seguirán existiendo mientras el público las visite. Ahí seguirán formándose personas que de otra forma no tendrían acceso a la lectura y, ejerciendo su derecho y libertad de elegir qué y cómo leer.
Por lo mismo, no creo que se trate de un arcaísmo romántico. Cualquiera que visite la ciudad de Santiago, quedará deslumbrado por la belleza de nuestra Biblioteca Nacional, la riqueza de sus exhibiciones y lanzamientos, por su historia y por la sala Gabriela Mistral que aparece en la portada de Oye Gabriela, y que cada día es visitada por decenas de personas que van a consultar libros.
Así ocurre en las principales ciudades del mundo también; nunca un Kindle reemplazará esa experiencia.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión, Corral y La casa de las arañas, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en las revistas The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

«Oye Gabriela», de Elisa Clark (Editorial Cuarto Propio, 2025)

Nicolás Poblete Pardo
Imagen destacada: Elisa Clark en la Biblioteca Nacional de Chile (por Álvaro Hoppe Guiñez).
