[Entrevista] Escritora Constanza Valdés: «En América Latina la esperanza de vida de las mujeres trans es de 35 años»

A raíz del lanzamiento de su ensayo «¿Un cuerpo equivocado? Identidad de género, derechos y caminos de transición» (La Pollera Ediciones, 2021) el Diario «Cine y Literatura» dialogó con la reconocida vocera del Frente Amplio en torno a los tópicos intelectuales de su contundente obra, así como también de la necesidad cultural de una educación en sexualidad y afectividad de tipo pública para el país, con el objetivo de erradicar la crisis del VIH-Sida que padece Chile, pero además con la finalidad de prevenir la violencia, la discriminación, y los acosos de diversa índole, que nos golpean cada día, y en todo ámbito social.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 3.8.2021

Constanza Valdés introduce su ensayo ¿Un cuerpo equivocado? Identidad de género, derechos y caminos de transición (La Pollera 2021) con una serie de experiencias personales que relata para canalizar lo que serán demandas y posteriores luchas, con ojos visionarios.

Esas vivencias en colegios constituyen una dura educación, que ofrece un crisol de banalidades y prejuicios, sustentado por el contexto familiar (donde la madre destaca por ser una mujer severa de derecha).

“Si tuviera que resumir mi experiencia lo haría en una palabra: horrible”. Esto lo asegura cursando quinto año básico. Y, aun cuando esta “niña extrovertida… disfrutaba jugando y compartiendo con sus compañeros y compañeras”, irremediablemente se ve “expuesta a las exigencias de un colegio católico, homofóbico, transfóbico, lesbofóbico y elitista, que solo era un espacio seguro para los heterosexuales cisgénero de cierta clase social”.

Las alegrías de estos juegos son nimias: “mi resentimiento hacia el colegio crecía de manera exponencial y mi rabia era innegable (incluso hoy, mientras escribo, siento una molestia indescriptible)”.

Pero el texto no se distrae con ninguna tentación autoficcional y pasa por alto las dimensiones de farándula que suelen acompañar publicaciones con la palabra ‘trans’, donde la expectativa a la que apuestan esas editoriales se enviste de un glamur dramático o tragicómico, cuando no mero testimonio con mensaje seudo terapéutico, de lucha, sufrimiento y final éxito social.

Constanza (quien, sin planearlo, pasa a ser la vocera del Frente Amplio, convirtiéndose en la primera mujer trans en ser integrante de una coalición política en Latinoamérica) salta urgentemente al repaso legal, un camino arduo, ignorado, desacreditado y boicoteado transversalmente, híper consciente del desfase social, que “legislaba para nosotras sin nosotras”.

El exhaustivo y necesariamente actualizado repaso que hace ¿Un cuerpo…? denuncia a la Constitución del 80, para enfatizar que “además de ser una Constitución realizada e impuesta en dictadura… fue un texto diseñado por hombres blancos, cisgéneros y heterosexuales”, para estos mismos hombres.

Pero los obstáculos tienen raíces más profundas y el grueso del ensayo se concentra en diseccionar la marginación que impera en el mercado laboral, en ambientes laborales transfóbicos y hostiles, así como en la discriminación y violencia imperante en los espacios educativos.

Se precisa que hoy existen alrededor de diez universidades públicas “que cuentan con protocolos de reconocimiento de la identidad de género y el nombre social”. En los establecimientos privados, “queda a la discreción de ellos tener o no protocolos”. Otro ámbito de discriminación lo vemos prosperar en la salud, donde destaca la falta de regulación en tratamientos y terapias hormonales e intervenciones quirúrgicas.

¿Un cuerpo equivocado? Ilumina múltiples aspectos de esta dramática realidad, desde los ángulos y errores de la percepción, hasta las tretas del mercado para uniformar y capitalizar las denominaciones, en un juego de evaluaciones y avaluaciones.

La idiosincrasia de los pueblos es definitiva al momento de marcar ciertas percepciones. En nuestro país se ve claramente la contradicción de un estado laico, donde el avance es entorpecido y boicoteado por grupos conservadores, especialmente sectores religiosos.

Cómo no recordar, por ejemplo, la burlesca y reveladora confesión del exarzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati (durante la tramitación de la ley en 2018): “No porque a un gato le pongo nombre de perro comienza a ser perro”.

¿Un cuerpo…? es una exploración abierta, una invitación que nos obliga a enfrentar una realidad inmediata. Este año, el 2021, sigue siendo desmoralizante: la falta de nitidez a la hora de analizar a la población trans “se debe en gran medida al sistema neoliberal”, que obstaculiza la inclusión, dejándola en “una declaración de intenciones sin ejecución real”.

Por eso, afirma Constanza, “la ley de identidad de género, en este escenario, es un piso fundamental pero todavía mínimo: un primer paso para avanzar en la lucha por la erradicación de la desigualdad, la violencia, la discriminación y la exclusión”.

Constanza documenta la agotadora tramitación de la ley de identidad de género, con trabas a cargo de sujetos de derecha, como Jacqueline Van Rysselberghe, Hernán Larraín Fernández y Andrés Allamand (donde recuerda su perversa comparación entre sacar licencia de conducir y beber alcohol, con el cambio de nombre y sexo registral), pero también de facciones (supuestamente) más liberales, como los socialistas Marcelo Díaz y Álvaro Elizalde, quienes muestran un pobre conocimiento del tema, así como un bajo nivel de recepción de testimonios de activistas o reportes de organizaciones relacionadas.

Y concluye: “Creo que [esto ocurre] en gran medida por una transfobia transversal que opera en las esferas del poder; por la soberbia y egocentrismo de los políticos…”. En los aspectos pendientes, reafirma esta percepción, acusando la excesiva masculinización de la política, y su violencia.

La esfera política es reaccionaria, al igual que los medios de comunicación, “los cuales tradicionalmente no recogen sus opiniones a menos que sea a través de relatos victimizantes y paternalistas”, argumenta.

El mensaje es que el cambio estructural y educacional ha de ser profundo, pues, como se señala al final del libro, conseguir la ley de identidad de género es “solo la punta del iceberg de una gran lucha que continúa”; una lucha que exhibe terribles estadísticas: “En América Latina la esperanza de vida de las mujeres trans es de treinta y cinco años”.

 

Constanza Valdés

 

Un ensayo escrito por una mujer trans cuya vivencia esta marcada por la ley

—Este libro es, entre otras cosas, un documento legal. Tu instrucción es judicial. Aquí vemos muchas referencias legales a las leyes que han acompañado estas demandas, en busca de derechos. ¿Cómo matizas la información legal para transformar este ensayo en una narración sugestiva para los públicos? ¿Cómo editaste tus materiales?

—Al ser un ensayo y un libro que busca ser una puerta de entrada para la gente en el ámbito de los derechos de las personas trans, el análisis de las leyes y la mención de éstas se realizan de forma pedagógica con el objetivo de precisar esta información, pero además para contextualizar que la identidad de género, así como los derechos de las personas trans tienen sustento actualmente, aunque insuficiente, en la realidad chilena.

Nuestro país es extremadamente legalista y en este sentido, todo aquello que existe en una norma jurídica tiene un componente cultural en los discursos y comportamientos de la gente. Por lo mismo, el primer paso para matizar toda esta información legal y entregarla a la gente en un ensayo es partir por los conceptos básicos para que todas las personas podamos entender lo mismo cuando analizamos estos aspectos.

Lo mismo sucede con la tramitación de la ley de identidad de género, capítulo en el cuál relatamos esto, al explicar de forma sucinta también la tramitación de las leyes y su camino.

Por suerte, lo que he escrito y trabajado siempre ha tenido como público las personas en general y no solamente el mundo docto y jurídico, por lo mismo editarlos y expandirlos no fue mucho trabajo. Por lo mismo el libro no lo quise sobrecargar con citas ni nada que pudiera complicar mucho la lectura.

Es el primer libro escrito sobre la ley de identidad de género, pero además es explicativo y escrito por una mujer trans cuya vivencia esta marcada por esta ley.

 

Reproducción de las situaciones de discriminación y de exclusión

—Acusas la verticalidad y la segregación que impera en entidades politizadas. El Congreso, por ejemplo, queda mal parado. Es un espacio no solamente heteronormado, sino un vector de abusos, acosos, violencia de género, discriminación. Incluso adviertes el peligro dentro de los conglomerados que se consideran propios y seguros. ¿Cómo debe extenderse la noción de ‘educación’?

—La educación como tradicionalmente la entendemos carece de aspectos esenciales en materia de no discriminación, violencia, empatía, además de educación en sexualidad y afectividad. Hemos podido constatar que, ante la ausencia de esto, en los grupos familiares, especialmente por no haber recibido esta educación, esto tampoco es entregado y por ende se reproducen en un ciclo sin fin las situaciones de discriminación y exclusión.

Es un contrasentido abogar, algo que hacen los grupos conservadores, por la no discriminación y la integración, si no permiten que estos temas se discutan o conversen en el colegio. La familia no ha sido el espacio para esto, especialmente en una sociedad tan adultocentrista.

Por lo mismo, los patrones culturales de comportamiento solo cambian en la medida que la educación lo permite, pero tampoco podemos pensar que éstos suceden solamente por la amenaza de una sanción, sea o no proporcional.

El punitivismo conductual no puede primar en materias donde la educación cumple un rol esencial. Por lo mismo, aunque nuestro foco debe estar en sancionar la discriminación, colocar el eje en la sanción no puede ser lo único, sino que, por el contrario, debe estar en la educación, para prevenir, y la reparación, para resarcir los daños y perjuicios que generó la discriminación.

Por esto, la noción de educación debe extenderse para cambiar y modificar esta realidad de exclusión, de abusos, de acosos, violencia y discriminación.

 

«La resistencia es a través de la visibilización de identidades»

—Hace unos días vi un tweet donde se representaba lo trans como una transición hacia un consumismo desatado. El mensaje pretendía ser cómico, pero me preocupó: una foto mostraba un desodorante como única necesidad pre-cambio de género; la segunda foto mostraba una batería de maquillajes y productos, que ahora eran indispensables post-cambio de género. ¿Qué peligros ves en esta banalización que pone en bandeja el mercado para asimilar las experiencias y uniformar criterios mercantiles y estereotipados? ¿Cómo resistir en una sociedad bombardeada por modelos de cuerpos clasificados por el mercado?

—La unificación de los relatos de transición y la mercantilización de nuestras identidades es una forma en la cual el sistema opera para excluir a personas e identidades que no se enmarcan en dicho proceso. Las consecuencias de esto son gravísimas, que pasan desde la exclusión, la violencia, el acoso y el bullying.

En este sentido, es común que esto suceda en el ámbito del marketing como una forma de vender algo o acercarlo a la población, en un sentido monetario por supuesto, para mostrar una imagen de inclusividad que no se condice en ningún momento con las prácticas que existen al interior de la industria o empresa.

Me parece extremadamente dañino que crean que las personas trans requieren solamente de algunos bienes cosméticos o asociados a la belleza e invisibilizar toda la realidad de discriminación y de violencia que sufrimos. En torno a eso, creo que la única forma de resistencia es a través de la visibilización de identidades, corporalidades y relatos que rompen esto.

Lamentablemente, la hegemonía de los medios de comunicación, tanto prensa escrita como la televisión, invisibilizan tradicionalmente estas resistencias bajo la lógica del morbo y el asistencialismo.

Por lo mismo, la gente se queda con un mensaje, porque quienes concentran esta información y la forma en la que se transmite, muestra como válido un único relato y una única forma de transicionar o ser trans. Creo que ahí esta el gran problema y también lo que hay que solucionar.

La industria y el resto, termina validando tu identidad y expresión de género siendo que nadie más que tú lo puede hacer. Es un problema gravísimo, porque perpetua la violencia, la discriminación pero además los prejuicios y los estigmas.

 

«Desconectar cualquier vinculación entre la orientación sexual e identidad de género»

—“Despatologizar la identidad” es uno de los aspectos críticos que mencionas, pero no el único mito en torno a la sexualidad. ¿Qué denuncias consideras más urgentes?

—Lo primero importante en torno a las personas trans es avanzar en desconectar cualquier vinculación entre la orientación sexual e identidad de género. Las personas trans sabemos mucho antes, generalmente, nuestra propia identidad que nuestra orientación sexual y afectiva. Por lo mismo, son conceptos que van por carriles distintos y la niñez trans ha demostrado completamente esto en la realidad.

En segundo lugar, creo que despatologizar la identidad de género es algo urgente para avanzar en el reconocimiento de derechos para todas las personas trans, pero sobre todo, para erradicar la violencia y la discriminación.

En torno a lo mismo, creo que es importante abordar la violencia y la discriminación, y reitero, desde el punto de vista de la prevención, de la protección y acompañamiento de las víctimas, y no exclusivamente desde la sanción penal.

En este sentido, creo que también es importante la educación en sexualidad y afectividad con el objetivo de erradicar la crisis del VIH-Sida que vivimos en Chile, las enfermedades de transmisión sexual, pero además con el objetivo de prevenir la violencia de género, la discriminación, los acoso sexuales.

Creo que hemos avanzado pero sigue siendo insuficiente, especialmente en torno al reconocimiento de las parejas del mismo sexo y sus derechos filiativos. Actualmente existen familias de esta naturaleza y son completamente invisibilizadas en gran medida. Sigue siendo hasta, un morbo, algo llamativo, pero sin reconocimiento integral de derechos.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Constanza Valdés.