[Entrevista] Escritora Maivo Suárez: «Llegar a la vejez y cobrar una pensión miserable es de verdad una estafa»

La autora nacional de los cuentos de «Ambiente familiar» y de la festejada novela «Sara» dialoga con el Diario «Cine y Literatura» en torno a las claves estéticas de su apreciada bibliografía —al juicio de las audiencias y de la crítica especializada—, y la cual ha sido considerada (el total de su obra) una verdadera cartografía artística acerca del Chile contemporáneo, ese país y sociedad que tuvo un infarto coronario el viernes 18 de octubre de 2019.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 7.5.2021

Maivo Suárez (Lo que no bailamos, Entre dos casas) nos habla sobre sus dos últimas publicaciones: la novela Sara (Kindberg 2019) y el volumen de relatos, Ambiente familiar (Ediciones de la Lumbre, 2020).

Conocemos a la protagonista de Sara, Sara Godoy, cuando se prepara para despedir a su hija Estela (enfermera, treintona) de la casa. Sara se proyecta en el nuevo escenario de supuesta libertad y espacio que promueve esta partida.

La llegada de Julia, nueva vecina, ingeniero comercial, es vista por Sara como una señal. (Sabemos que Sara se ha sacado el tarot, por lo tanto, circula en una zona de supuesta sabiduría o espiritualidad alternativa. Sabemos, también, que ha pasado por colegios de monjas).

Así, la jovial y bonita Julia, que trabaja en un banco, se transforma en una especie de obsesión para Sara. Ella la ayuda a actualizar su currículo, y así, vemos a Julia como la contraparte del feroz cambio social. Mientras ella se ha desenvuelto por distintas empresas, la trayectoria de Sara ha sido inmóvil: siempre trabajó en la misma empresa.

La voz narrativa sitúa con nítido ojo el lugar en el que se desenvuelve. Este es un tenue acontecer de clase media, con onces de pan, jamón, queso, mucho té, endulzante, donde se cruzan expectativas de compras en el Homecenter, sueños con pisos flotantes; prendas adquiridas en el Costanera Center; un lujo ocasional: las flores.

Tanto en Sara como en los cuentos de Ambiente familiar, vemos marcas pintorescas de clase media, con atisbos de ternura, cuando no de amenaza cotidiana que recuerdan las inspiraciones domésticas que suelen aparecer en los cuentos de Alice Munro o de Lucia Berlin.

Un ejemplo de este alcance lo vemos en “El informe de los niños muertos”. En este cuento se retrata a un centro y su equipo técnico en un hogar de menores, donde confluyen niñas que son vigiladas y castigadas, para disciplinarlas, especialmente en lo relativo a su corporeidad.

El tabú sexual va de la mano con la discriminación social y un psicótico puritanismo que parece de otro siglo. La precariedad que traspasa los cuerpos es exhibida en el teatro del abuso y el maltrato. Las chicas del hogar reciben anticonceptivos de modo furtivo, para evitar que se embaracen, como suele ocurrir cuando se fugan y regresan luego de unos días.

Este hecho la protagonista lo comenta frente a un grupo de amigos, y uno de ellos reacciona comparando a las internas con perras: “Un poco más y las castran”.

Anticonceptivos y la mítica T son administradas en el hogar. Lo pobreza del nivel educativo provoca una ausencia de capital cultural en este ambiente y se refleja en el siguiente giro poético: “Muchas de ellas no sabían leer ni escribir y yo pensé entonces que tener una letra dentro del cuerpo las dignificaba de alguna forma misteriosa”.

En este escenario hace su aparición la animalesca Marilyn. La ironía de su nombre (que con su aura glamorosa ha prometido sin duda otra cosa) es una estrategia, más bien una trampa al momento de ser apadrinada unos días por una familia de clase alta.

En la reunión inicial, cuando Maite acude por primera vez al centro, la directora le comparte el nombre de la chica, pero no le permite verla presencialmente.

Esta “publicidad engañosa” hace eco de la imagen que se tiene del centro, y anticipa la confrontación directa con miedos asociados a lo escatológico: orina y excrementos son el verdadero terror que se guarda Marilyn para su estadía en la casa cuica.

Otro cuento anclado en lo doméstico, pero que estira sus tentáculos hacia lo ominoso, es “Filtraciones”.

Su protagonista, Susana, (re)crea una historia que, como en un juego borgeano, surge de su propia espontaneidad. En ella vemos el miedo a la locura, a través del personaje de Marina.

Aquí, el discurso médico se usa para intentar controlar o desprejuiciar la marca: “Dicen que es bipolar—mintió Susana”, leemos después de que el marido haya calificado de ‘loca’ (“Esa ya era loca de antes”) a Marina. La voz narrativa prueba el concepto de locura con la mirada masculina, machista, del marido a quien no ama.

 

La escritora Maivo Suárez

 

«La institucionalización de un niño o niña nunca es gratis»

—En “El informe de los niños muertos” haces un retrato muy devastador de lo que se asocia al Sename. Aquí hay información periodística y también denuncia social. ¿Cómo elegiste la dirección de tu denuncia? Marilyn tiene rasgos que me recuerdan al grotesco o el esperpento.

—En este cuento me interesaba mostrar un cruce de miradas. Un cruce que se da en la realidad y que en la ficción que construí más parece un choque. De un lado están quienes se acercan a los hogares desde el acto ‘caritativo’ —nosotros que somos tan buenas personas; ‘que tenemos tanto’—, representados en la pareja del cuento, del otro lado están los trabajadores del hogar: las cuidadoras, la Siniestra y también la voz narrativa, y entre todas esas miradas está Marilyn, una niña con una leve discapacidad cognitiva.

Quizás resulte muy fuerte y, en más de un lector como te pasó a ti, los comportamientos de la niña disparen ‘lo grotesco’, pero es precisamente allí, bajo eso grotesco, en donde se inscribe mi denuncia: la institucionalización de un niño o niña nunca es gratis, deja marcas, cicatrices: físicas, psicológicas, sociales.

Marilyn es una niña institucionalizada, le cuesta vivir en ese mundo fuera del hogar, por eso la escena del almuerzo, del televisor, del baño, y, sin embargo, pese a todo lo difícil de esos días, en su inocencia de niña, en su deseo de afecto, de ser importante para otros, sigue preguntando por ‘los tíos que nunca volvieron’.

 

—En el relato “Filtraciones”, juegas con este concepto psíquico como parte de la creación y de nuestras vidas oníricas. Asimismo, estas filtraciones traspasan lo doméstico incluso de manera literal…

—Los matrimonios dan para mucha ficción. Quise jugar con la idea de la filtración, de cómo el amor en algunas parejas, con los años, se filtra, se pierde por algún lado. Es un cuento que parte con una escena muy cotidiana: el marido bajo el lavaplatos intentando arreglar una cañería y la mujer de pie, mirando. Y desde esta escena fui construyendo la trama, jugando con las filtraciones.

Es un cuento que puede tener más de una lectura. De hecho, a veces me lo preguntan. ¿Pero eso le pasó a la mujer o lo está imaginando? A mí me gusta pensar que el texto puede contener todas las alternativas: imaginación, sueño, deseos de, una premonición, y que cada lector o lectora le dé el significado que quiera darle. La filtración como pérdida y también como escape.

 

«Sara», de Maivo Suárez (Editorial Kindberg, 2019)

 

«El impulso criminal está más cerca de nosotros de lo que creemos»

—Las figuras masculinas en Sara no quedan muy bien paradas: El padre de Estela, Mario, desaparece cuando la niña tiene ocho años y se empareja con una topletera. Por su parte, el padre de Sara, ya de mayor, se empareja con Marga, que tiene casi la misma edad que Sara…

—No siempre soy tan consciente de todo lo que hace mi propia ficción. A mí me interesaba mostrar una de las tantas formas de vivir la vejez desde un personaje complejo y algo oscuro como Sara. Los personajes masculinos en esta, mi primera novela, para mí son más bien secundarios, funcionales.

Reparo en que ‘no salen muy bien parados’ cuando los lectores o los críticos me comparten esa mirada. Lo que me parece maravilloso, porque me da la oportunidad de dialogar con mi proceso creativo, indagar en él e intencionar eso que asomó, sin darme cuenta.

Algo de eso hice en “Fiestas Patrias”, cuento que abre Ambiente familiar. Construí, esta vez conscientemente, un personaje masculino algo burdo, torpe, y juego con la idea de que es un personaje principal, hasta que los lectores llegan al último cuento.

 

—Háblanos del impulso criminal que invade a Sara. Ella reflexiona: “La vida y la muerte eran una absurda vulgaridad, un chiste. Si hasta ella, una completa cobarde, podía matar”, nos dice esta exsecretaria.

—Creo que el impulso criminal está más cerca de nosotros de lo que creemos. Quizás dependa más de las circunstancias que del personaje, o quizás he leído mucho a Patricia Highsmith. Pero hablando del impulso criminal de Sara quiero quedarme con el final de una reseña que hace poco hizo la escritora Carolina Rivas.

Ella dice, entre otras cosas, que en la novela se construye un mundo de Sara sin piedad, y aquí cito: ‘Y la revela como es en realidad: alguien capaz de lanzarse al abismo, porque ya nada importa’.

Creo que el impulso criminal de Sara nace allí: se siente vieja, sola y ya nada importa mucho en realidad, todo es vulgar, todo parece un chiste, entonces la muerte, el matar, aparece como la búsqueda inconsciente de un impulso que te sacuda, un impulso vital, por paradójico que parezca.

 

—La resolución de Sara puede verse como uno de los destinos de la clase media engañada…

—Es que no es casual que Sara termine siendo víctima de una estafa. Mientras construía la novela pensé en muchas alternativas para la parte en la que ella pierde su dinero. ¿Un robo? ¿Una mala inversión? ¿Una noche de casinos, al estilo del personaje de Pánico al amanecer de Kenneth Cook?, pero necesitaba de algo que conversara con las características del personaje y con toda la historia. Serendipia.

Estaba en eso y me llama una amiga para contarme de una estafa piramidal. Terminé de hablar por teléfono y recuerdo que me quedé sentada un largo rato, viendo mentalmente a Sara yendo a la PDI. Y luego trabajé para que la estafa estuviera presente en modo simbólico en toda la historia. Estafada como esposa, como madre, como trabajadora y en esa supuesta amistad con la vecina.

Y por supuesto que Sara puede leerse como uno de los destinos de la clase media engañada. Creo que para mucha gente que vivió y vive creyendo todas las promesas del sistema y cumpliendo los mandatos —estudia, esfuérzate, trabaja, cotiza— llegar a la vejez y cobrar una pensión miserable es de verdad una estafa.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Ambiente familiar», de Maivo Suárez (Ediciones de la Lumbre, 2021)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Crédito de la imagen destacada: Maivo Suárez.