[Estreno] «Eraserhead»: La pesadilla inaugural de David Lynch

La plataforma de streaming de CentroArteAlameda.tv, sorprende a las audiencias nacionales con la exhibición de una copia restaurada de este filme de culto del realizador estadounidense, su ópera prima, y la cual data del año de gracia de 1977. La bienaventurada excusa: el cumpleaños número 75 del también genial autor audiovisual de «El hombre elefante».

Por Ezequiel Urrutia Rodríguez

Publicado el 13.1.2021

En el año 1987 se estrenó en Estados Unidos la serie Sitcom para televisión Casado con hijos, obra que relata las andanzas de un hombre de clase media y de su familia. ¿Cuál era el chiste? Lo mucho que deseaba no tener esa vida.

Dicha premisa era una referencia a los muchos casamientos que, en el pasado, surgieron a costa del embarazo prematuro, los cuales acabaron en estos malos matrimonios, así como en estas vidas frustradas, en que sin estudios ni sustento tuvieron que sacar adelante a una familia, sin muchas posibilidades de crecer a nivel personal, justo como el cineasta que diez años antes compondría la siguiente pieza.

Fue así como el director estadounidense, David Lynch (20 de enero de 1946), estrenaría su obra expresionista Erraserhead, una bomba lúgubre a base de una vida quebrada, en que nuestro protagonista carga con el costo de dichos embarazos, vástago representado con este pequeño monstruo envuelto en vendas, cubierto de ronchas.

Pero hablando un poco más de lo técnico, la película en cuestión tendría un costo de US$10 mil, y aun sabiendo que “es de rotos hablar de plata”, llega a ser irrisorio que películas como La monja (Hardy, 2018), con un presupuesto de más de 365 millones de dólares, no llegue siquiera a rozarle la suela en impacto.

Algo similar se puede decir de la música, labores a cargo de Peter Ivers, cuyas composiciones saben marcar el ritmo, mezclando el soplo del viento (que además vuelve desolador al ambiente) con ese crescendo en violín que en verdad causa ansiedad en el oyente.

Ahora bien, en lo que respecta a la fotografía, un punto súper interesante de esta composición (labores a cargo de Frederick Elmes) va de la combinación de técnicas del surrealismo con estos paneos a medio iluminar, lo cual genera esa sensación de un recinto cerrado, junto a esa densa pared de sombras que corta a los personajes la salida.

Tales elementos no dejaríamos de verlo en casi toda la obra, ya que a su vez, como vimos en la construcción de escenas del Joker (Phillips, 2019), estas cumplirían una doble labor, siendo el reflejo del mundo interno de nuestro protagonista, un individuo temeroso, inseguro, que incluso en los momentos que lo vemos iluminado, trae consigo a esas sombras que lo atan.

A esto se suma las formas en que Lynch complementa ciertos actos con largos silencios, los cuales, al igual que en la introducción de su metraje, permiten que la audiencia recorra los pasajes en los pensamientos de nuestro protagonista, pasajes que generalmente acaban en profundos abismos, que más encima, hasta generan la impresión de mirar a la audiencia.

Por otro lado, hablando un poco de los demás personajes, al ser una película de bajo presupuesto no podemos contar con un elenco tan amplio, pero sí, uno sencillo de reconocer, cada cual representando esta idea de la “familia tradicional”.

 

Impulsos reprimidos

El primero de estos vendría siendo el padre, un viejo malhumorado con el uniforme típico de un mecánico, o un transportista, la idea del padre de familia que tal vez no pudo ser un profesional, pero que trabajó toda su vida, ganando lo suficiente para mantener a su esposa y a su hija.

Del mismo modo, la madre nos viene a representar a la mujer sumisa que fue entregada a su esposo en este lazo, que si bien en lo monetario, no puede quejarse, es evidente lo carente que se encuentra en términos afectivos (y sexuales).

Justamente, un cuadro que expone sin tapujos esta situación es la de ese pollo asado, que mientras Henry (el protagonista) corta con su cuchillo, la esposa tiene este ataque de orgasmos, hasta que del interior del ave, sale sangre.

Un claro guiño simbólico a la menstruación, como la típica señal de que una niña se ha vuelto mujer, a la vez de que ya está lista para la procreación (aunque no pueda decidir por sí misma si tomar o no ese camino).

Algo triste de este panel, así como Henry demostraría después, es que propone a esta persona insatisfecha con su pareja, que luego ha de buscar la forma de llenar ese vacío, aun a costa de traicionar la confianza de quien tiene a su lado.

Finalmente, en el caso de Mary (la hija), nos propone de forma más dramática las consecuencias de venir con este “domingo siete”. Cómo sus planes deben truncarse por tener que hacerse cargo de un embarazo no planificado.

Y si bien, para muchos, un hijo siempre será una bendición, para quienes no tienen ni la madurez, ni los recursos necesarios, esto es un peso, uno que los ata a un compromiso que poco a poco se hace una tortura.

Al mismo tiempo, dicho panorama juega perfecto con las ideas establecidas en los “roles de género”, que al igual que en Casado con hijos (1987), vemos el distanciamiento de esta pareja, cada uno apegado a su papel, y en el caso del hombre, en palabras del mismo Brad Bird (Los increíbles, 2004), buscando tentaciones.

Lamentablemente, la realidad de dichas tentaciones, además de efímeras, es que si buscan algo serio, tiene que ser alguien que pueda darle el 100% de atención, algo que un hombre con un hijo difícilmente podría brindar.

Es por esto que la escena de la cabeza resulta tan llamativa, porque nos dice que Henry, para los ojos de las mujeres, ya está marcado. La figura de esta criatura se ha grabado a fuego en su rostro y la responsabilidad que implica ya no puede quitársela… salvo de una forma, pero que tampoco es muy bien vista.

Es en esta pesadilla que un hombre y una mujer, sin las habilidades blandas que implican levantar esta campaña del matrimonio, se van desgastando en esta rutina, rodeado de las sombras del qué dirán, así como de sus propios impulsos reprimidos.

De ese modo, Lynch encarna este monstruo que llena de miedo a las mentes inocentes, así como a quienes, por años, se guardaron tantos pensamientos que ahora escapan de su cabeza, cayendo por ese abismo, cuyos ojos no dejan de lanzarse sobre ti.

Es por eso, además, que a diferencia de obras contemporáneas, Erraserhead (1977) engancha tan intensamente al espectador, porque entre sus tantos atributos, sabe ser real. Después de todo, ¿qué es más real que cargar con una responsabilidad que solo nos hunde en estrés?

Y es que en estos tiempos tan inundados en CGI, se vuelve hasta gratificante el uso del Stop Motion y de la arcilla, todo complementado con un guión que, como se dijo, dispara directo a la psique humana, algo que, actualmente, no se había logrado ni con todo el repertorio de bichos de los Warren. Se tenía que decir, y se dijo.

 

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Ezequiel Urrutia Rodríguez (1996) es un joven escritor chileno nacido en la comuna de San Miguel, pero quien ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.

Es autor del volumen Kairos (Venático Editores, 2019) su primera obra literaria, y la cual publicó bajo el pseudónimo de Armin Valentine.

También es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y licenciado en educación y profesor de educación básica de la Universidad Católica Silva Henríquez.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Ezequiel Urrutia Rodríguez

 

 

Imagen destacada: Eraserhead (1977).