[Estreno] «Noche de paz»: La violencia de los afectos

El filme del realizador polaco Piotr Domalewski —premiado con largueza en Europa y en su país, desde su producción en 2017— comienza esta semana su andadura en Sudamérica de la mano de la distribuidora Arcadia Films y de la plataforma de streaming de Cinemark.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 18.3.2021

«Una familia es un lugar donde las mentes entran en contacto… Si las mentes pierden la armonía entre ellas, será como una tormenta que destruye al jardín de flores». Cito a Buda para señalar que los problemas al interior de una familia siempre son complejos.

El ideal que todos esperarían, desde la concepción, es que el niño que está por nacer fuera rodeado de amor y de anhelos para su futuro, pero a menudo los padres tienen problemas más urgentes, o más egoístas, pueden tener un amante, estar pensando en abortar o bien el progenitor ser un borracho como en esta película polaca.

Imaginen la calidad de amor que brinda ese padre alcohólico que prefería andar de viaje en vez de estar presente en casa, en realidad nunca se preocupó por encauzar a sus hijos. Se criaron a tientas, viendo a una madre sufrir humillaciones.

Lo más probable es que no se hayan establecido lazos de afecto entre los hermanos. Lo más probable es que esa falta de armonía durante la infancia marcará a fuego el carácter de los hijos.

No es de extrañar que Adam (el hijo mayor) quiera vender la casa del abuelo (otro alcohólico). Aún está vivo, pero es un fantasma y Adam quiere profitar de los euros de la venta de la propiedad.

Adam lleva años trabajando en el extranjero, yendo y viniendo, y quiere establecerse con su esposa Ania en Holanda a fin de criar al bebé que espera, para eso ha emprendido el largo viaje sin avisar.

Requiere el dinero para establecer un negocio propio y huir de la pobreza que supone Polonia. No es pobreza propiamente tal, de hecho, la casa de los padres es bastante confortable, pero la historia da a entender que en ese país es imposible progresar.

Adam debe convencer a sus hermanos (Pawel y Jolka) de que sus intereses son más importantes que los de ellos, que solamente él tiene derecho a huir de esa familia disfuncional.

El hermano andariego piensa en su núcleo familiar, desea un jardín distinto al que brindaron sus padres, no quiere más tormentas en su vida y está dispuesto a engañar a su familia primigenia.

El actuar de Adam es desalmado y al parecer en esa familia todo se resuelve con el alcohol. La madre se ha esmerado para celebrar Nochebuena y ha ocultado todo el licor. Ella quiere tranquilidad, escudándose en la religión para simular que todo está bien.

 

Un tiempo circular

Hay algo extraño en la actitud de Adam, lleva una cámara a cuestas y registra eventos a través del lente, de alguna forma necesita de un filtro para dar cuenta de la realidad, quiere un testimonio para presentárselo más idílico a su futuro retoño. Este es un recurso muy acertado. La cámara no registra sentimientos, sólo una realidad material.

Cuando llega donde sus padres, le pasa la cámara a la sobrina que filma esa armonía de mentira. El abuelo está borracho y el padre también lo estará, se podría decir que Adam los desea mareados para que le cedan la casa del abuelo.

Su comportamiento es primitivo, unidireccional, como nieto también ha bebido y golpea a su cuñado porque se opone a traspasarle el bien raíz. Que haya golpeado a su hermana no es lo importante, lo más probable es que su padre haya maltratado mil veces a su propia madre.

La película está muy bien filmada y las actuaciones son sobresalientes, el problema es que el nudo dramático se huele desde el comienzo, es demasiado obvia la trama como fácil el temor del hermano menor.

Adam también es presentado como un marido ausente (de hecho, Ania ni siquiera sabe que ha regresado a Polonia) y el secreto que esconde Pawel se avizora y no aflora nunca, debido a que la película tiene un ritmo cansino que no remarca estaciones.

Es un fluir eterno para mostrarnos ese Macondo circular donde todo se volverá a repetir. Podría tratarse de otro recurso del director, pero la película no parece ser consciente del transcurso del tiempo.

Una película de escasos 100 minutos, abordando lugares comunes como que los polacos son pobres y borrachos, termina aburriendo al espectador. Al comentar esta cinta he agregado una cita filosófica y sugerido alguna correspondencia literaria.

 

Una soledad de cien años

Películas de problemas filiales hay tantas y tanto mejores: Pelle el conquistador (1987) con esa historia del niño que se rebela al padre borracho; la también polaca Papusza (2013), de una poeta que es rechazada por su familia, la italiana A ciambra (2017) muestra otro ejemplo de la influencia nefasta de los padres, la chilena Piola (2020) tiene mucho más que decir.

La brasileña Ciudad de Dios (2002) exhibe el operar de un grupo de muchachos en la ausencia de adultos, otro tanto dice la argentina Crímenes de familia (2020): todas esas historias resultan más atrapantes e interesantes, en cambio, la anécdota de Noche de paz se ha contado una y mil veces, pero con mayores dosis de intriga y con escenas más memorables.

Entre las borracheras y las peleas se incendia la antigua vivienda del abuelo, una llena de grietas y secretos que todos callan en esas festividades impostadas. Las llamas terminan con esa ceremonia tortuosa y las ruinas de esa casa guardarán otro secreto.

Resulta otro lugar común que se queme la casa del abuelo, evidenciando que la historia de este núcleo familiar comenzó a desmoronarse en épocas pretéritas, el espectador termina preguntándose si esta travesía habrá valido la pena.

Adam quería vender la casa y escapar, pero ésta se ha quemado y el hijo que espera no es suyo. Se ha quedado dormido pasando la mona y dejaron a su sobrina rezagada. La reúne con los otros en la iglesia y en ese silencio al interior del auto se presiente algo insano entre el tío y la sobrina.

Los lazos emocionales fueron pobremente construidos durante generaciones y cuando Adam va a su departamento en busca de Ania, encuentra a su hermano durmiendo junto a ella.

Todo está podrido y Adam, como al principio, viaja en autobús de regreso a Holanda, sintiendo que acarrea una soledad de cien años.

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013)El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014), El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015), además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).

Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Noche de paz (2017).