Homenaje al cineasta Serguei Paradjanov en Argentina: Soy ése cuya vida y alma son tormentos

El texto que publicamos en estas líneas corresponde al prólogo del volumen «Los caballos Paradjanov», del escritor galo Denis Donikian e inspirado en los filmes «Corceles de fuego» y «El color de la granada» (obras del histórico audiovisualista soviético y armenio), en un libro recientemente presentado en la Universidad del Cine de Buenos Aires, bajo la traducción del francés al castellano por parte de Cristina Bourette y de nuestra connotada redactora trasandina.

Por Ana Arzoumanian

Publicado el 8.8.2018

“Los caballos Paradjanov” es un poema homenaje, un poema que escribe el ansia de infinito en la pasión de un encuentro: las nupcias del encabalgamiento con la palabra, del fotograma con el aullido.

“Los caballos Paradjanov” es el nombre del poema de Denis Donikian escrito a modo de celebración de la película “Los corceles de fuego” de Serguei Paradjanov, película del año 1964 cuya versión en inglés llevó por título Shadows of Forgotten Ancestors.

Serguei Paradjanov nació en el seno de una familia armenia de Tbilisi, en el año 1924, y se crió en el rico cruce cultural de Transcaucasia. De manera tal que su filmografía adopta materiales de inspiración folklórica, pinturas de miniaturas armenias y persas, y elementos de los primeros cineastas tal como Georges Méliès. “Mi gusto por las cosas viejas no es un hobby, es mi convicción estética” decía.

Estudió música en el Conservatorio  y luego se cambió a cine, asistiendo al Instituto Cinematográfico de la Unión en Moscú. En el año 1948 fue arrestado con el cargo de homosexualidad, siendo el primer arresto de otros tres. En 1951 contrae matrimonio con una mujer tártara quien fue aparentemente muerta por sus propios familiares aduciendo haber tomado represalias hacia la mujer. Contrae segundas nupcias con la hija de un diplomático con quien tiene un hijo, Suren, divorciándose en el año 1962.

Si bien Paradjanov no fue un director de cine típicamente soviético, las vicisitudes de su carrera proveen, en verdad, una cartografía de su época.  Mientras las autoridades imponían la representación del “Homo Sovieticus”, Serguei defendía lo genuino de cada pueblo, el carácter nacional. Su filmografía, realizada dentro de lo que se denominó cine- poético, desafió las normas estéticas del cine soviético. De manera que se  desplegaron mecanismos de censura en orden de homogeneizar su visión artística; dicha censura estaba basada en un sistema burocratizado de control que monopolizaba los diversos aspectos de producción, distribución y exhibición.

El término “cine poético” está asociado a los cineastas ucranianos, y Paradjanov fue una figura central de este movimiento a raíz de su película Shadows of Forgotten Ancestors.  Comparten esta escuela el director armenio Artavazd Peleshian y Andrei Tarkovsky. Fue el escritor Viktor Shklovsky  en su ensayo “Cinematografía poética y en prosa” quien distinguió ese modo, y lo hizo no sólo en razón del ritmo de las películas, sino por el hecho que en el cine poético las características formales predominan sobre las semánticas; afirmando que un cine poético es un cine sin historia. Por otro lado, Shklovsky especifica la relación al espectador en su clasificación : el cine poético mantiene relaciones horizontales con el espectador de manera de exigirle una posición activa, de participación en el proceso creativo.

Mientras en Occidente avanzaba el Cine- arte y el Avant- Garde,  en la Unión regían los principios del realismo soviético; sin embargo el cine poético crecía fuera de esa norma a pesar de la burocratización y vigilancia al sistema de producción y exhibición.

Serguei sufrió la persecución de la era staliniana desde pequeño, su padre, un antiguo hombre de negocios, fue acusado de  “relaciones con la especulación”. En una entrevista cuenta el cineasta: “mi madre se sacó sus aros de diamante y me los hizo tragar. Yo no tenía permitido salir afuera, o ir al colegio- hasta que los aros de diamante atravesaran mi cuerpo. Cuando mi padre los vio, me pegó sobre la cabeza exclamando: Qué extraño los diamantes eran celeste y ahora han cambiado de color”[i]. Su primer arresto ocurre en 1948 con cargos de homosexualidad, siendo su segundo momento en la cárcel en el año 1973 cuando se lo acusa de encuentros y correspondencia con extranjeros de países capitalistas y se lo sentencia con cinco años en un campo de trabajo de régimen estricto. Es liberado en diciembre del año 1977,  luego de una campaña internacional de artistas bajo la intervención de Louis Aragón, Elsa Triolet y Lilya Brick.

En el año 1982 se somete a su tercer arresto, acusado de soborno, en la prisión Ortachala de Tbilisi. Aquí se encuentra este poema de Denis Donikian, cuatro años antes de este último arresto. Tienen un encuentro en su casa de Georgia, Serguei le hace unos dibujos mientras le cuenta acerca de su ánimo. Donikian escribe el poema bajo el influjo de las injusticias sometidas al artista, y nos pide en su página final que seamos sensibles al atropello del poder, en fin, que seamos Aragón, que seamos Lilya Brick. Estamos en las puertas de la liberalización política y económica de la glasnost y de la perestroika.

“Los corceles de fuego” es una adaptación al cine de la obra del escritor ucraniano Mykhailo Kotsiubynsky: Shadows of Forgotten Ancestors. El cine poético se funda sobre estrategias de desarticular los movimientos narrativos en pos de lo pictórico, lo lírico y lo metafórico. La película comportó un renacimiento del cine ucraniano en particular, y de la cultura ucraniana, en general. La escena está ubicada en el Cárpatos ucraniano y trata acerca de la historia de amor entre Iván y Marichka, acerca de dos familias enfrentadas, acerca de dos clases sociales diversas, acerca del sacrificio; película mítica que, entre nosotros, recibió el Premio Especial del Jurado del Festival de Mar del Plata en el año 1965.

Más tarde filma su película más armenia: “El color de la granada” una película- poema sobre el poeta Sayat Nova (1712- 1795), un trovador armenio de Tbilisi como el mismo Paradjanov. Tanto la autoridad central de Moscú como la burocracia cinematográfica de Armenia se pronunciaron en contra de la visión experimental de Serguei. Las influencias visuales se encuentran en la estética medieval armenia y en las miniaturas persas. La película comienza con un verso de Sayat Nova escrito en azerí y luego traducido al armenio: “Soy ése cuya vida y alma son tormentos”. Entre el ascetismo y la sensualidad, Pardjanov asume su educación en la lengua rusa, su legado georgiano, su familia armenia, su influencia de la lengua azerí y de la pintura persa. Un artista que abrevaba en esa geografía de la Transcaucasia hoy desaparecida. Desaparecida, no sólo por el trazado de una cartografía política que se ocupó de fronteras nacionales arrasando  la región, sino también por el aislamiento en la cultura que ha sufrido cada uno de los países que la conformaban.

El arte de Paradjanov está inundado de pintura renacentista, íconos religiosos, elementos decorativos como conchas marinas, brocatos, joyas, perlas, plumas que juegan un rol importante en la textura visual de sus películas adornando sus retratos- collages. Podríamos entender la cinematografía de Paradjanov como si estuviera estructurada como un collage; se trata de la transfiguración y la alteración.[ii] Allí donde la cámara parece estática, el espectador observa los fotogramas como si fueran un álbum de pinturas, de cuadros vivos.

Denis Donikian, como artista plástico, toma las figuras de Serguei y hace otras yuxtaposiciones con nuevas imágenes bordándolas en palabras. Cita a Rimbaud, y nosotros pensamos en Lautréamont. “Mal d’aurore”, esa oscuridad, ese mal de la luz de un escritor maldito, burlón, un escritor aullador, cruel, un escritor que firma “Los cantos de Maldoror” desde la nobleza de su aguijón. El poema de Denis Donikian se lee en eco bíblico al Libro de Job, cuando rompe el silencio y maldice “borrado sea aquel día entre los días, que no resplandezca su luz”[iii]. El libro de Job, bajo una influencia del estoicismo, habla del sufrimiento y del sacrificio, del sufrimiento y de la fe que no se pierde.

En “Los caballos Paradjanov” hay una observación del mal, hay un recorrido por el sufrimiento, pero también hay una fe y un coraje. La valentía del poeta es una especie de serenidad en la ebriedad, en la pasión. Y su creencia está en el fuego. ¿Acaso no hay un elemento más poético que esa incandescencia? Prometeo fue encadenado en una montaña del Cáucaso por haber robado fuego al dios.

Yo vivo en la franqueza de mi cólera; tuve ese bautismo de nacimiento  en la quemazón de las mañanas frías, bajo el peso de odios embriagadores.

Denis Donikian nació en Vienne, Francia, de padres que se habían escapado del genocidio armenio. Escritor y artista plástico, pasó su  infancia en una antigua fábrica de armas desafectada donde se albergaban los perseguidos de la masacre armenia. Estudia letras y filosofía en la Universidad de Lyon  y luego obtiene una beca de estudios en la Universidad de Ereván, Armenia.  Fue profesor de francés en el Instituto Pedagógico de Kiev, siendo nombrado más tarde profesor de la Universidad Dalat en Vietnam del Sur, cargo que retiene hasta la caída de Saigón en el año 1975. Se encontrará de manera clandestina con Serguei Paradjanov en Tbilisi, Georgia, y luego visitará los campos de refugiados camboyanos en Tailandia.

Su encuentro con Paradjanov fue clandestino, es decir que se efectuó sin los requisitos exigidos por la ley soviética. La ley. Esa ley que, dentro del poema de Donikian, al estilo sadiano, impone un imperativo de goce en la pasión creativa. O, en el extremo político, también sadiano, se escribe como crítica a la violencia institucional, al poder constituyente erigido desde el terror.

Hay una rabia en el poema, una imprecación como ruego, como exclamación, una fiesta de la ebullición en un torrente de palabras. Y aquí podemos sumarnos a lo que dice Aldo Pellegrini acerca de la estética del poeta Aimé Césaire: “en estos versos no hay verbalismos, todo está sometido a un clima de alta  tensión, pues detrás del esplendor verbal, está la violencia, la protesta oprimida de una raza oprimida que desea vivir”[iv]. Allí donde Césaire, poeta que escribe en francés pero cuya centralidad se encuentra en el Caribe, en el créol, en Martinica: una centralidad de lo colonial, alí mismo encontramos cruces con Donikian, quien también escribe en francés pero su preocupación estética y, por lo tanto, política, es la falta de libertad en Armenia. La execración en Césaire elevará la voz cuando el poeta constata que el enemigo de la libertad no sólo será el conquistador sino también el colono interno. Martinica es una isla, así como Armenia es una isla. La codicia, el odio, la servidumbre, modos del des-civilizar de la colonización que podemos extender a las ex repúblicas soviéticas. “Los caballos Paradjanov” galopan sobre una tierra asolada por la decadencia, sobre un suelo embrutecido. Denis Donikian, el escultor de las palabras, se desboca en lengua francesa bajo el influjo surrealista, pero también según los ritmos aportados por una Armenia distante y deseada.

Nos vimos por primera vez con Denis Donikian en el año 2011 a bordo del Orient Express. El gobierno de Francia había invitado a veinte escritores armenios del mundo para conmemorar los veinte años de independencia de Armenia. El tren atravesaba Francia con los escritores leyendo en cada parada, la consigna: “Armenia- Armenias”, de manera tal de enfatizar el carácter plural de una identidad.

Los caballos, el fuego, las palabras, el tren.

Según Henri Meschonnic la traducción no se encuentra en la pareja: lengua de partida- lengua de llegada, sino que se halla en la escucha del continuo en el poema. La ética del traducir consiste en escuchar no eso que dice el poema sino eso que el poema le hace a la lengua.[v]

Pensar el Cáucaso por el poema, la obra como creadora de una lengua:

Las banderas dan su cara al viento, a la política de los tiempos así presagian nuestras caídas. Pero los colores terrestres, alimentos de las cualidades natales, anuncian el ardor lógico de los torrentes. Ellos están aquí, rompiendo con su estallido las muecas de los hombres que envejecen.

Porque mi tierra es la tierra donde viaja el estallido

Un vértigo frente a la quietud subordinada al régimen opresor, una urgencia por desatar las palabras frente a una tierra que se colapsa, el deseo de ir hasta ese tiempo anterior a la domesticación caballar, el lugar de sombra de nuestros ancestros olvidados[vi]. Reproducir el galope animal como rechazo a un habla que dialogue con el sistema despótico. Denis Donikian imagina tijeras; recorta, pega modos de la sensibilidad oriental en los pliegues soviéticos sobre un tapiz europeo. Desacralización de los fantasmas, del territorio; una agitación sobre los restos fosilizados, allí “Los caballos Paradjanov”.

 

Citas

[i] James Steffen, “The cinema of Sergei Parajanov” .The University of Wisconsin Press, Wisconsin, 2013

[ii] Levon Abrahamian, “Sergey Parajanov, Selected Artworks” , Sergey Parajanov Museum,  Erevan, 2011

[iii] Jorge Luis Borges, “El libro de Job, introducción” Pontificia Universidad Católica de Perú, Lima, 2000

[iv] Aimé Césaire, “Poesías”. Ministerio de la Cultura. Consejo Nacional de la Cultura, Venezuela, 2005

[v] Henri Meschonnic, “Ética y política del traducir”. Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2009

[vi] Recordemos que la película de Paradjanov “Corceles de fuego” lleva por título en inglés “Shadows of Forgotten Ancestors”.

 

El poema homenaje de Denis Donikian que acaba de ser publicado por Editorial Leviatán (Buenos Aires, 2018)

 

 

Collage de los artistas argentinos Bianca Curia y Julián Patiño inspirado en las obras de Serguei Paradjanov

 

 

Tráiler:

 

 

 

La escritora y abogada argentina Ana Arzoumanian

 

Ana Arzoumanian nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962. De formación abogada, ha publicado los siguientes libros de poesía: “Labios”, “Debajo de la piedra”, “El ahogadero”, “Cuando todo acabe todo acabará” y “Káukasos”; la novela “La mujer de ellos”; los relatos de “La granada”, “Mía”, “Juana I”; y el ensayo “El depósito humano: una geografía de la desaparición”. Tradujo desde el francés el libro “Sade y la escritura de la orgía”, de Lucienne Frappier-Mazur, y desde el inglés, “Lo largo y lo corto del verso en el Holocausto”, de Susan Gubar. Fue becada por la Escuela Internacional para el estudio del Holocausto Yad Vashem para realizar el seminario “Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión”, en Jerusalén, el año 2008. Rodó en Armenia y en Argentina el documental “A”, bajo el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la República trasandina, un largometraje en torno al genocidio armenio y a los desaparecidos en la dictadura militar vivida al otro lado de la Cordillera, y que contó con la dirección del realizador Ignacio Dimattia (2010). Es miembra de la International Association of Genocide Scholars. El año 2012, en tanto, lanzó en Chile su novela “Mar negro”, por el sello Ceibo Ediciones.

El artículo que aquí transcribimos fue cedido especialmente por su autora para ser publicado por el Diario “Cine y Literatura”.

 

Imagen destacada: Collage realizado por los artistas argentinos Bianca Curia y Julián Patiño inspirado en las obras del cineasta Serguei Paradjanov