«Lady Macbeth», de William Oldroyd: La insaciable sed del amor

En esta pieza audiovisual ambientada en pleno siglo XIX británico, la vida es un ritual atosigante de la época victoriana, con sus vestidos y modos, y sobre todo por la pretensión de que la mujer debe ser la que espera sentada en la cama o en el living, atenta y sumisa todo el tiempo. Inspirada en la novela homónima de Nikolai Leskov, puede apreciarse en la cartelera de la Sala de Cine UC.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 23.7.2018

Basada también en la ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, escrita y musicalizada por el compositor Dimitri Shostakóvich, esta película es filmada por el director teatral William Oldroyd en el marco de la Inglaterra rural de fines del siglo XIX. Lujuria, desamor, opresión y soledad, son las cuatro características de este pequeño y minúsculo reino, la casa, tomada como marca de opresión y también de liberación.

En efecto, la protagonista, Katherine (interpretada por la actriz Florence Pugh) es comprada por el poderoso del lugar como esposa del hijo, Alexander (Paul Hilton), un cuarentón desagradable. Este, de principio a fin, no tiene más que un interés voyerista por ella. No consuma el matrimonio, y solo la usa como un juguete, encerrado en las cuatro paredes de su mansión con sus esclavas negras, y los peones que deambulan amenazantes tras las murallas.

La vida es un ritual atosigante de la época victoriana, con sus vestidos y modos, y sobre todo por la pretensión de que la mujer debe ser la que espera sentada en la cama o en el living, atenta y sumisa todo el tiempo.

Seguramente, la imagen más icónica de esta situación es la Lady Macbeth vestida de verde oscuro, esperando nada, sentada majestuosa e insondable en el sillón. Pero tras esas ceremonias y un suegro abusador en sus exigencias, se van desarrollando un espacio propio a través de salidas al campo y el bosque.

En ese pequeño mundo del cual, figuradamente es su reina, resulta que la Lady es en realidad prisionera de obligaciones tan absurdas como esperar sentada al lado de la cama a alguna hora el regreso de su marido, de sus interminables conversaciones de política y de negocios. La esclava como el resto del personal son las confidentes de los hombres para mantener ese dominio sobre la mujer. Y peor aún es el objeto del desprecio sexual del marido, quien la hace darse vuelta a la pared sin jamás saciarla ni sexual, ni emocionalmente.

Con tales ingredientes la tragedia se va gestando. Encuentra un peón negro, Sebastian (Cosmo Jarvis) al que hace objeto de su afecto y sexo, mientras el marido se ha ido lejos por tiempo indefinido. La relación es lo suficientemente obvia para ser advertida por el pastor local, quien es despedido, de modo muy cortes, levantándose de la mesa, obligándole a irse con su reclamo.

Luego, viene el suegro que recrimina a nuestra flemática anti heroína, pero ella encuentra buenas razones también para envenenarlo. Otro período de calma y de pasión sobreviene hasta que llega el marido, a quien le presenta al amante, y en la lucha se deshacen de aquél.

A pesar que nadie reclama el cuerpo, aparece un hijo ilegitimo del señor, que tiene todos los documentos legales para ser recibido. Es la venganza de aquel, realizada con anterioridad. Tras un periodo en que todo cambia para ella, Lady asesina con su amante al niño.

Pero en el juicio que hay Lady Macbeth sale libre porque descarga la culpa en su esclava negra y el amante que ha abierto la boca por remordimiento. Para ella no hay culpa, sino solo sobrevivencia, y tras ser absuelta la victoria con la huida de los restantes miembros de la casa. La mansión se torna el imperio solitario de esta mujer que vuelve a sentarse en su sofá –trono, vestido de implacable verde. En suma, la casa que era opresión ahora se vuelve reino y liberación no sin alejar a los demás del amor, la compasión y el horror ante los crímenes.

Esta historia feminista, pero también historia de poder y despotismo, convierte a la malvada a la vez en víctima y victimaria. Donde hay muertos, pero no buenos. Y donde hay vivos, que han cobrado venganza desde los oprobios grandes y pequeñas. Un guion trasgresor, y una pulcra puesta en escena de William Oldroyd. Los sonidos, la fotografía tanto interior como exterior, desde los primeros planos hasta las secuencias de la naturaleza (fotografía, Ari Wegner, y música, Dan Jones), están al servicio del poder que baila entre el suegro y su nuera, para quedarse de una vez con ella para siempre, ajena a todo reordenamiento.

La obra audiovisual se exhibe hasta el 12 de agosto en el Centro de Extensión, Sala de Cine, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, de miércoles a domingo entre 15:30, 18:30 y 20:30 horas y los sábados entre 18:30 y 20:30 horas, respectivamente.

 

Lady Macbeth.  Dirección: William Oldroyd. Guión: Alice Birch sobre la novela de Nikolai Leskov. Fotografía: Ari Wegner. Música: Dan Jones. Reparto: Florence Pugh, Cosmo Jarvis, Paul Hilton, Naomi Ackie, Bill Fellows, Ian Conningham, y Christopher Fairbank. Reino Unido, 2017. 88 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.

 

La actriz Florence Pugh en una escena de «Lady Macbeth» (2016), de William Oldroyd

 

 

 

 

Tráiler: