Los ensayos de “La estética del dolor social”, de Máximo Quitral: En contra del hedonismo neoliberal

Una tentativa de emancipación, o más bien solamente un esbozo de reflexión es la propuesta de este libro, cuyos textos diagnostican, entregan datos e información, problematizan, discurren con un lenguaje cuidado y vertiginoso, pero sin ahondar en los recovecos y profundidades de lo enunciado en el título: la de un proyecto ético y crítico que está en ciernes y que presumiblemente será desarrollado en próximas publicaciones.

Por Francisco Marín-Naritelli

Publicado el 29.7.2019

 

“Si la libertad ya ha sido conquistada, ¿cómo es posible que la capacidad humana de imaginar un mundo mejor y hacer algo para mejorarlo no haya formado parte de esa victoria? ¿Y qué clase de libertad hemos conquistado si tan solo sirve para desalentar la imaginación y para tolerar la impotencia de las personas libres en cuanto a temas que atañen a todas ellas?”.
Zygmunt Bauman

“En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo».
Byung-Chul Han

 

La estética del dolor social (RIL Editores, 2017) de Máximo Quitral es un libro compilatorio de breves ensayos, que abordan, desde la filosofía política y por qué no desde una mirada también cultural, el Chile postdictadura. Indudable es, tal como plantea el autor, la influencia de Byung-Chul Han para problematizar el actual sistema social y económico imperante, cuya matriz exacerbadamente neoliberal, carcome los lazos de solidaridad, la empatía, la capacidad de encuentro con el otro.

“¿Hemos perdido la capacidad de asombro?”, se pregunta Quitral en la introducción, entregando pistas de una articulación argumentativa del todo congruente, que se suma a la gran amalgama de pensamientos críticos que recusan, contrarios al sentido común de nuestro gobierno y de la elite política, un modelo de sociedad que privilegia el éxito y la competencia, donde el paraíso pareciera comenzar y terminar en el individuo.

Una libertad enarbolada como leitmotiv en todas partes, cuando hablamos de educación (“el derecho de los padres a elegir”, elegir qué), en la salud, en la vivienda, en la previsión, en la democracia, en la calidad de vida. “Un cuadro irreal” para el autor, “ya que el individuo marginado de las esferas de poder solo adquiere lo que puede y no lo que desea” (Página 18).

“El páramo del ciudadano”, diríamos siguiendo a Tomás Moulian, para desentrañar, dentro de todas las monstruosidades posibles, aquella certeza siniestra y devastadora, de que esta realidad es la única posible. Ya deslavadas las utopías y las revoluciones, nuestro presente constata que el futuro ya fue. Un realismo capitalista, en palabras de Mark Fisher. O bien, como dijera Zygmunt Bauman, una realidad “penosa” que clausura la imaginación y la libertad, y que puede expresarse más cabalmente por medio del término Unsicherheit, una palabra alemana que condensa otras tres en español: “incertidumbre”, “inseguridad” y “desprotección”.

“Esa verdad latente en los individuos conocida como certeza hoy se torna gelatinosa, híbrida y porosa. Esa certeza que nos hacía comprender de mejor forma el devenir histórico de los pueblos bajo marcos de saber estables y sólidos se terminó, y sucumbimos ante el manto de la ignorancia, que desertifica las esperanzas y entorpece la razón” (Página 23).

“Vivimos en una sociedad de la incertidumbre, la que nos ha transformado en seres más fríos y calculadores que en épocas pasadas, fomentando conductas asociadas al consumo y a la satisfacción social para abrir la puerta al reinado de la desconfianza entre los individuos, contribuyendo a todo a la negación de la explotación. Entonces esta sociedad -desorientada en sus fases comunicantes- entra en una contradicción que acrecienta las paradojas societales, haciendo de esta sociedad postmoderna una sociedad enferma, con elevadas tasas de suicidios, con un alto consumo de medicamentos y con un profundo sentido de la soledad” (Página 18).

La incerteza paraliza, bien lo sabe el autor, atomiza al sujeto, lo extrae de su potencialidad gregaria; y, desde el punto de vista de la ciencia y la política, desalienta y obstaculiza: “la creación de nuevos modelos de comprensión social”, por ende limitando su función transformadora, en medio de crisis internacionales que agravan la pobreza, la desigualdad y la distribución de la riqueza, y que afectan no solo a Chile sino también a toda América Latina.

Podríamos sumar aquí el aporte específico de Quitral, al menos nominalmente, en las subjetividades, en las esferas más íntimas de la feroz destrucción neoliberal: el dolor social, un dolor naturalizado, que muchas veces se transforma en fetiche de mercado, reproduciendo una y otra vez la marginalidad y la opresión. Todo esto ocurre en la ciudad, otrora espacio de la negación del individuo, hoy convertida en el lugar posmoderno donde se agudizan las paradojas y se acrecienta aquel dolor y sufrimiento humano.

“Hoy hay un núcleo social descompuesto, desarticulado, que intenta por todos los medios subsistir dentro de un sistema que los oprime e invisibiliza. Todas estas acciones proyectan una estética del dolor social que día a día suma nuevas víctimas y que pareciera no importar a los bloques de poder” (Página 12).

“La sociedad del consumo intenta satisfacer esa incertidumbre en razón de lo material por sobre lo racional, convirtiendo a este nuevo individuo llamado homo economicus en un objeto del sistema capitalista, resituándolo en el plano del consumidor y reduciendo su capacidad de asombro como ciudadano racional. Ese giro social le hace aumentar sus expectativas y sus deseos, como también enfermar y contaminar su reflexividad, para luego colapsar mentalmente y contener los mecanismos de incertidumbre dentro de cuadros complejizantes todavía mayores” (Página 27).

Explotación que, a poco andar, se transforma en autoexplotación, y de ahí, ante la frustración y el desencanto personal, depresión, hastío y en no pocos casos, suicidio. Basta ver las cifras y los noticieros. Pero Quitral, apelando a un entusiasmo fornido y no tan ingenuo, busca revertir a través de la visibilización de los males sociales: “que hoy atrapan a la sociedad de consumo”. De ahí, la estética del dolor social.

Una tentativa de emancipación, o más bien solamente un esbozo de reflexión es la propuesta de este libro, cuyos textos diagnostican, entregan datos e información, problematizan, discurren con un lenguaje cuidado y vertiginoso, pero sin ahondar en los recovecos y profundidades de lo enunciado en el título. Un proyecto ético y crítico que está en ciernes y que presumiblemente será desarrollado en próximas publicaciones. Estaremos atentos, desde luego. Mientras tanto nos queda imaginar. Pues, al fin y al cabo, no hay arma más poderosa que la imaginación para remecer las aguas, para pensar que existe algo más que esta realidad ominosa.

 

Francisco Marín-Naritelli (Talca, Chile, 1986), además de periodista y de magíster en comunicación política (titulado doblemente en la Universidad de Chile) las ejerce también como profesor en la Universidad Andrés Bello y como un prolífico escritor nacional, cuya última publicación es el libro de cuentos Interior con ceniza (Ceibo Ediciones, Santiago, 2018).

Igualmente es el director titular del Diario Cine y Literatura.

 

«La estética del dolor social» (RIL Editores, 2017), de Máximo Quitral

 

 

Máximo Quitral

 

 

Francisco Marín-Naritelli

 

 

Imagen destacada: Indiferencia (1989), de Marcelo Montecino.