[Novedad] «Cenizas al viento. Belleza      dolor»: La poesía del chileno Diego Subercaseaux triunfa en México

El nuevo libro del joven autor metropolitano fue publicado en diciembre de 2020 por la prestigiosa editorial La Caja de Pandora, en la ciudad de Morelia, Estado de Michoacán, y la obra contiene versos escritos tanto en Santiago como en el país del norte, y además incluye ilustraciones de Sergio Ambriz Zárate y un prólogo escrito por Josué Bustos López, ambos connotados artista aztecas.

Por José Luis López Torres

Publicado el 9.2.2021

 

El lugar de los signos

Estamos ante un objeto enigmático llamado poema. No queremos llegar a una definición de lo que es el poema o la poesía. Para nuestras necesidades nos basta entender el poema como un artefacto, al que socioculturalmente reconocemos una existencia autónoma, una entidad productora de sentido. Está hecho de palabras extraídas de la lengua natural y le atribuimos una estructura interna cercana a lo orgánico, aleatorio, órganos des-organizados.

Las palabras, signos-significantes, se vierten en esta ocasión sobre la página-estrato como pliegues comprimidos, densos, sin adornos. Mejor así, entre más rizos y descripciones se diluye la esencia.

El poemario de Diego está dividido en dos partes: Belleza y dolor. No son dicotomía ni oposición, estamos ante una continuidad, orgánica, como la vida, como la naturaleza.

El artefacto-poema se parece más a un animal: está vivo y se puede aparear con otros textos, engendrando inéditos sentidos. Efectivamente, la semiótica literaria nos enseña que el poema es una construcción que, si bien se funda en la lengua natural, en su devenir la sobrepasa, trastocando los planos del signo lingüístico. Los signos así combinados expresan más de lo que aparentan. Es decir: el poema —signo de su tiempo— ha nacido, producto del apareamiento de belleza y dolor.

 

Conciliación de opuestos

Hay un territorio improbable donde se concilian los opuestos. Cuentan los que han visitado ese lugar, que allí conviven pacíficamente los animales más fantásticos sin devorarse unos a otros. Allí están el arriba y el abajo, el adentro y el afuera, la belleza y la fealdad, en fin: la vida y la muerte haciendo gestos terribles entre el todo y la nada.

Hay allí una visión holística de la realidad (¿Qué es la realidad?). Allí hay cambios profundos y fenómenos numinosos que corresponden a la obra alquímica esotérica, a la magia de las fuerzas elementales.

El trabajo de los alquimistas, dementes, magos, poetas, sobre la burda materia consiste en fabricar la “piedra filosofal” (el poema).

En un intento por comprender la realidad, la agrupamos en manifestaciones opuestas. Solo podemos imaginar la luz en relación con la oscuridad.

Tales oposiciones son útiles en la vida cotidiana, pero estamos indefensos ante el poema. Tal vez decimos “poema” por decir “origen”.

 

Ilustración de Sergio Ambriz Zárate, parte de la obra

 

Conexión ontológica

El ser de la palabra es el dolor. El hombre se constituye de palabras. El hecho de ser, estar, existir, implica ya vivir en el dolor. El dolor es la esencia positiva del mundo. La belleza, la felicidad o el placer son estadios negativos, en tanto que aparecen, efímeros, en la ausencia del dolor.

El placer solo es tal por oposición con el dolor. Esto lo expresa mejor Schopenhauer (2005):

«Los incesantes esfuerzos por desterrar el sufrimiento solo consiguen que cambie de forma. Esta forma es originariamente carencia, necesidad, inquietud por la conservación de la vida. Si se consigue eliminar el dolor en esa forma, cosa que se mantiene con gran dificultad, enseguida se presenta en otras mil distintas, alternativamente según la edad y las circunstancias, como impulso sexual, amor apasionado, celos, envidia, odio, miedo, ambición, avaricia, enfermedad, etcétera, etcétera. Por último, cuando no puede adoptar ninguna otra forma se presenta en la triste y lúgubre vestimenta del fastidio y el aburrimiento, contra el que se hacen entonces ensayos de todas clases. Si finalmente lo espantamos, difícil será que lo logremos sin volver a insertar el dolor en una de las anteriores formas y así volver a empezar el baile desde el principio; pues toda vida humana es lanzada de acá para allá entre el dolor y el aburrimiento». (pág., 371) [1]

 

Según Schopenhauer, el humano vive en el sufrimiento, como su estado natural. Se agita entre el dolor y el aburrimiento, pero a veces encuentra algo de belleza.

Diego encuentra los lugares donde habita la belleza: lugares físicos o metafísicos, tan cotidianos y próximos como la muerte: en el puente, el estadio, la cantina, en el estruendoso grito, en la mirada honda, en el árbol, en las aves, en las raíces, en una enrevesada idea, en un delirio…

Allí encuentra belleza el poeta y la interpela, y le habla de tú como el que encuentra una vieja conocida. Le atribuye propiedades curativas, la imagina indispensable. Privilegio del poeta frente a los mortales que enceguecidos apenas la rozan sin penetrarla.

 

Ríos desérticos

La naturaleza brutal fluye hacia la muerte. Así lo comprende Subercaseaux. La belleza embriagadora de la vida, la testaruda voluntad de vivir. La deriva vertiginosa del ser chorreando en el heracliteano río desértico, el polvo cósmico, el tiempo, el espacio, el devenir sin sentido.

Todas las grandes palabras que inventó el hombre para justificar su miseria: forma, espíritu, noúmeno, fenómeno, voluntad, apariencia, representación, superficie y fondo, andar y raíz, plumaje y entraña.

Todo fluye hacia la muerte. La vida fluye hacia la muerte. Tal es su sentido. Tal es la naturaleza de la naturaleza. La voluntad de vivir camina hacia su propia anulación en la muerte.

Diego muestra esa evolución que va del ser al no-ser, o del no-ser al ser, que lo mismo da. Encuentra la palabra poética precisa para expresar estéticamente lo que hay. No da explicaciones.

La poesía no es didáctica, no pierde su tiempo en explicar banalidades. Muestra lo que hay. ¿Y qué es lo que hay? Hay dolor y belleza, sin más…

 

Citas:

[1] Schopenhauer, A. (2005) El mundo como voluntad y representación. Editorial Trotta.

 

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José Luis López Torres (Zacapu, Michoacán, México). Estudió la licenciatura en artes plásticas en la Escuela Popular de Bellas Artes de la UMSNH (Morelia, Michoacán), maestro en filosofía de la cultura por la misma universidad y está por terminar su doctorado en la disciplina.

Destacado pintor de la reciente plástica michoacana, su obra se ha expuesto en diferentes salas del país y del extranjero. Narrador, autor de la Plaquette Narraciones ofensivas (La Caja de Pandora, 2018). Ensayos suyos se han publicado en diferentes medios especializados en filosofía y estética.

 

Diego Subercaseaux Ugarte (Padre Hurtado, Región Metropolitana, Chile). Investigador y profesor en sustentabilidad, paisaje y territorio. Ha participado en grupos de investigación y ha sido profesor en diferentes instituciones de educación superior en Chile.

Autor de diversas publicaciones como artículos científicos, capítulos de libros, artículos de divulgación, ensayo, análisis cinematográfico, poesía, entre otros. Como poeta, ha participado en colectivos de poesía y ha sido parte de actividades de poesía y otras artes, en Chile y México. Poemas de su autoría han aparecido en revistas, gacetas y antología.

Publicó el libro Travesías y pasiones de ayer y mañana (Jitanjáfora, 2019; Cartopirata, 2020) y recientemente la plaquette Cenizas al viento. Belleza     dolor» (La Caja de Pandora, 2020). Ha abordado variados campos del conocimiento, abarcando ciencia, filosofía, y arte, y así también la búsqueda de conexiones entre todo aquello.

 

«Cenizas al viento. Belleza      dolor» (La Caja de Pandora Ediciones, 2020)

 

 

Diego Subercaseaux Ugarte

 

 

Imagen destacada: Diego Subercaseaux Ugarte.