Poeta Nicole Cecilia Delgado: «En Chile, la mayor parte del tiempo me sentí como una ‘extranjera’, no tan bienvenida»

La destacada escritora puertorriqueña visitó el país en septiembre de 2019, a raíz de la publicación que preparó Ediciones Litost de su último libro, el aplaudido set de versos «Periodo especial». En esta entrevista con el Diario «Cine y Literatura», la creadora —un referente artístico de la escena independiente de su nación— dialogó acerca de la odisea financiera y personal que significa comercializar textos impresos, lejos del mercado de las «trust» establecidas en Latinoamérica, también habló en torno a las comprometidas claves estéticas de su larga bibliografía, y de la llamativa agresividad que percibió en su viaje, a través de las ciudades de un territorio que estallaría por los aires, tan sólo un mes después.

Por Nicolás López-Pérez

Publicado el 13.3.2020

Nicole Cecilia Delgado (San Juan, Puerto Rico, 1980) es poeta, traductora, una artista de los libros. Y también una gestora que organiza, desde 2012, la FLIA, la Feria del Libro Independiente y Alternativo de su país. Un circuito donde codirige, además, el proyecto La Impresora, y a lo largo de su extensa trayectoria literaria ha publicado casi una veintena de títulos líricos, los que le han valido participar —como una importante autora invitada— en diversos foros internacionales.

Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, al catalán, al gallego, al polaco, al alemán y al portugués, volúmenes en los cuales ha trabajado, asimismo, el género de la videopoesía, y desde el 2005 mantiene un blog, Rabietario, un combativo espacio mediático, en donde expone sus ideas políticas y estéticas. Su última publicación es Periodo especial (2019), cuya primerísima señal de vida estuvo al cuidado de Ediciones Aguadulce y La Impresora en Puerto Rico, y que fue relanzada por Litost —en septiembre del año pasado—, acá en Chile.

A raíz de ese evento, Delgado visitó nuestro país, del cual recuerda su hostilidad y ausencia de acogida hacia su persona femenina y «afuerina», en contraste con la generosidad que asegura haber recibido de dos figuras consulares de la poesía nacional, como lo son Carmen Berenguer y Soledad Fariña.

Aquí sus palabras.

 

—Periodo especial que tuvo una segunda edición en Chile el año pasado con una muy buena acogida, puede ser leído como la cartografía de un pueblo, de una nación, como una ruta futura de un Puerto Rico que está cambiando. Cuéntanos un poco del proceso de escritura y movimiento de los textos que componen el libro.

—Empecé a escribir estos poemas más o menos en 2011, a partir de una conversación en curso con mi amigo y también poeta Xavier Valcárcel. En aquel entonces se empezaba a hablar de “la crisis” como un monstruo por venir, era una amenaza, un aviso de tormenta. Se empezaba a reducir el tamaño del Estado, muchas empresas privadas retiraban sus operaciones de la isla como resultado del término de un programa de excenciones contributivas para estimular el establecimiento de industria extranjera en la isla. Acababa de pasar una huelga estudiantil muy larga en 2010, el precio de la gasolina alcanzó entonces los niveles más altos que habíamos visto. Cada vez se iban más personas a vivir fuera, en lo que en los años más recientes se ha visto como un éxodo masivo, involucrando a más del 10% de la población total de la isla. Yo todavía vivía en México, pero empecé a escribir sobre Puerto Rico cuando venía a visitar a mi familia o hacer algún proyecto. Luego, en 2012 me mudé definitivamente a la isla y sentía que se me hacía muy difícil escribir poemas. Estos son los poemas de ese tiempo en que “no podía escribir”, los poemas sobre “volver a Puerto Rico”. Entiendo ahora que no es que no estuviera escribiendo, sino que escribir me dolía mucho.

 

—Para la escritura y la literatura, en general, una ventaja de estos tiempos radica en la expansión del campo cultural a una especie de ciberespacio, donde los textos y las voces viajan a una velocidad mayor a la que acontecía hace un par de décadas atrás. Con ello, la producción de lugares con los que no se tiene una comunicación tan fluida —como pasa con Puerto Rico— se puede compartir con mayor impacto. Esto a propósito de que nos hables sobre la poesía puertorriqueña actual, de gente que está haciendo cosas interesantes, que está explorando espacios nuevos en la poesía latinoamericana.

En los últimos años, de la mano de la crisis de la deuda y las medidas de austeridad que han golpeado la cotidianidad puertorriqueña, el campo editorial tradicional también ha sufrido mucho. Hemos visto cerrar importantes editoriales institucionales (como la de la UPR) y también proyectos independientes, como Ediciones Aguadulce, la cual durante por lo menos cinco años produjo algunos de los libros más bonitos de poesía puertorriqueña contemporánea que vimos aparecer en tiempos recientes.

Actualmente es gracias al esfuerzo independiente (de pequeñas editoriales como Ediciones Alayubia o MesaEd y de autores en su capacidad individual) que la poesía puertorriqueña continúa siendo publicada y circulando. Sin embargo, hay poetas, muchxs poetas. Mis favoritos entre mis contemporáneos: Raquel Salas Rivera, Xavier Valcárcel, Urayoán Noel, Mara Pastor, Rubén Ramos Colón, Cindy Jiménez Vera. También gente más joven como Francisco Félix, Kelly Díaz, o Anna Portnoy Brimmer, quienes apenas han publicado sus primeros libros pero ofrecen propuestas que dan ganas de seguir.

Hay una revista digital, Lo-fi Ardentía, que edita el poeta puertorriqueño Jonatán Reyes desde Nueva York y publica poéticas contemporáneas de la isla y de fuera. Creo que nos falta ahora mismo retomar y fortalecer el vínculo con Latinoamérica. El tiempo que viví en México me sentí muy conectada y traté de ayudar a tender redes, pero a medida que aprieta la situación económica, también se reducen las posibilidades de viajar con libertad o hacer proyectos. A veces se nos dificulta crear lazos incluso con las islas vecinas, pero lo intentamos. Es una gesta anticolonial esa búsqueda, porque nuestra problemática relación política con Estados Unidos también implica bloqueos de los que nadie habla.

 

—En Puerto Rico, junto con la poeta y editora Amanda Hernández, llevas La Impresora que más allá de la experimentación editorial y gráfica con tecnología Risograph, es un proyecto que se ha convertido en un espacio cultural perfilado, según he observado, como una simbiosis que lee y piensa el libro y las artes visuales, ¿qué podrías decirnos del trabajo que han realizado allí y de su relación con otros sitios tanto locales como fuera del país?  

La Impresora es, además de una imprenta independiente de arte, un proyecto editorial bajo el que publicamos textos en cuatro colecciones, y también una herramienta de apoyo a la publicación independiente. Nos importa el diseño, la escala humana, el trabajo manual. Además de publicar libros y ofrecer servicios editoriales y de impresión a otros proyectos, organizamos eventos literarios diversos, no solo lecturas y conversatorios. Pensamos mucho en cómo “actualizar” el evento literario y aunque no siempre somos súper vanguardistas, sí tratamos de experimentar con formatos y públicos diversos. Organizamos talleres de creación literaria, de edición, de risografía. Como no tenemos un punto de venta oficial, circulamos nuestros libros en eventos de librería pop-up, en mercados de arte y diseño local, en ferias de arte y de libros de artista.

También somos la sede para la organización de la Feria de Libros Independientes y Alternativos de Puerto Rico. Esta creo que es uno de nuestros servicios más importantes a la comunidad literaria en Puerto Rico, porque ha ayudado a crear redes, formar alianzas y brindar un espacio no institucional para el intercambio y circulación de nuestros materiales. Creo que vincularnos con la comunidad más amplia de artistas visuales en Puerto Rico ha sido una fortaleza para el proyecto, no solo expandiendo el alcance de nuestros lectores y clientes, sino también porque nos ha dado acceso a becas y fondos para artistas que no siempre se hacen disponibles para los escritores. Me parece que ahora mismo entre los artistas visuales y las galerías independientes de Puerto Rico hay más conciencia “latinoamericana” e intercambio, más participación en exhibiciones internacionales, en ferias de arte, más acceso a presupuestos que permiten la circulación. La poesía es un arte sin presupuesto y por eso lamentablemente muchas veces tiene menos alcance.

 

—Este año has participado de varias instancias relacionadas a tu trabajo poético y editorial, algunas de éstas en Chile, ¿cómo fue tu experiencia con el medio nacional? ¿Qué opinión te merece la nueva poesía chilena? ¿Autores que quieras destacar, de tu visita, de tus lecturas, de los puentes que trazan con la poesía latinoamericana?

Con honestidad, a excepción de los encuentros e intercambios que se dieron a raíz de la publicación de Periodo especial con Ediciones Litost (lo más lindo de ese viaje) y de contactos recomendados por amistades muy cercanas, sentí el ambiente bastante hostil en general y muy competitivo. La mayor parte del tiempo me sentí como una “extranjera”, no tan bienvenida. Imagínate que hasta en un evento oficial al que venía, un encuentro de poetas fuera de Santiago, encontraron una excusa para no pagarnos honorarios a las dos poetas no-chilenas que participábamos.

Entre lo que pude conocer, me interesó el trabajo editorial de Overol y Pez Espiral, y la poesía conceptual/política de Carlos Soto Román. En Valparaíso conecté con la librería Concreto Azul (recientemente desaparecida) y el taller de risografía Cerro Press (que se parece mucho a La Impresora en el tipo de trabajo que hacen) y allí sí me sentí muy bienvenida, además de que me dio chance de ver y conocer las publicaciones de muchos pequeños proyectos editoriales independientes chilenos, que es la escala que más me interesa. Yo vengo de hacer libros cartoneros, esa fue mi formación editorial más importante y es lo que me ha dado conciencia de escala. A mí lo que me gustan son las microeditoriales, los libros hechos a mano, las ediciones pequeñas que circulan más allá de las lógicas del capitalismo y la industria editorial. Me hubiera gustado conectar con más mujeres poetas, con más proyectos liderados por mujeres. En ese sentido, las dos personas que más me impactaron fueron Carmen Berenguer y Soledad Fariña. Ellas me recibieron en sus casas, intercambiamos libros, tuvimos conversaciones potentes que todavía estoy integrando. A veces me pregunto si la hostilidad general que percibí en el país se debía a que todo estaba a punto de estallar. Estuve en Chile apenas en septiembre del 2019.

 

—Siguiendo con lo anterior, y considerando que llevamos cuatro meses del estallido social que ha trascendido las fronteras y ha refrescado un tanto el lenguaje latinoamericano, ¿cómo se ve desde Puerto Rico lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Chile?

—Es lamentable que llegan pocas noticias de Chile a Puerto Rico. Es parte del “bloqueo” cultural que se nos impone como medida colonial, no nos enteramos de mucho. Yo sigo de cerca lo que están viviendo, además de por mi afán latinoamericanista personal, porque como estuve en Chile en septiembre del 2019, añadí muchas personas chilenas a mis contactos en redes sociales durante ese viaje, y el algoritmo de Facebook me llenó el feed de notificaciones de Chile. Intento, desde mi lugar, hacer circular la información que recibo, hablar de eso con las más personas posibles, compartir noticias. Pero también hay mucha censura. He notado que muchos de los artículos que comparto desaparecen o se vuelven inaccesibles a los pocos días. Es muy doloroso. Aunque entiendo que los reclamos del estallido social de Chile tienen mucho que ver con lo que pedíamos nosotros en las protestas del verano de 2019 en Puerto Rico (que tuvieron bastante cobertura de medios internacionales) y con muchos otros movimientos contra las medidas de austeridad en muchas partes del mundo, creo que en Puerto Rico estamos ahora mismo demasiado ahogados por la crisis como para entender la potencialidad que pudiera implicar ver esto como un movimiento de lucha de clases a nivel global. Llevamos todo el mes de enero en estado de pánico y máxima vulnerabilidad nuevamente, porque se activaron las fallas sísmicas y lleva temblando todo el mes, hay zonas completamente derrumbadas, muchas personas que han perdido sus casas y empleos por los sismos, y miles de refugiados. Esto, claro, dentro del contexto más grande que fue la devastación del huracán María en 2017, de la que la mayoría de la población todavía no había logrado reponerse. La ineptitud, avaricia, mezquindad, la mentira y la corrupción del gobierno hacen que la crisis humanitaria adquiera proporciones descomunales. Es triste, pero muchas personas no logran ahora mismo mirar más allá del balcón de sus casas destruidas.

 

—Desde el envilecimiento y la progresiva compresión que motivan estos tiempos convulsos, aquí, en Puerto Rico, y en varios lugares del mundo, ¿cómo ves el estado actual de la literatura? Un poco, en la pregunta de Hölderlin, ¿para qué poetas en tiempos de penuria?

Bueno, creo que la poesía muchas veces logra burlar la censura institucional. Como circula en espacios invisibles, se toma libertades que otros medios no consiguen. Creo que, en esa dirección, Periodo especial es un libro de historia. De hecho, es un fragmento de un libro de historia que estamos escribiendo sin querer muchxs poetas puertorriqueñxs. Ahora mismo creo que la poesía que más me interesa en la isla es poesía con contenido político. El trabajo de Raquel Salas Rivera es de lo más importante que se ha publicado recientemente y me siento en un diálogo profundo con su poesía. Como nota aparte pero que tiene que ver, hace unas semanas fui a visitar a Esteban Valdés, un poeta de los 70 que publicó el único libro puertorriqueño de poesía concreta, y me contó historias increíbles de poetas guerrilleros y rebeldes que nadie ha oído mencionar. Su libro, Fuera de trabajo, acaba de ser reeditado por una editorial independiente de libros de y sobre arte en México, y es importante porque ese libro es como un eslabón perdido que sigue siendo súper pertinente y se conoce poco. Creo que la poesía custodia pistas importantes sobre nuestra historia, hay que meterse a las bibliotecas de los poetas para encontrar los cabos sueltos.

 

—¿Por qué seguir haciendo libros, instancias culturales, espacios donde nos podamos encontrar, reconocer, abrazar, acompañar y, en definitiva, humanizar?

—Creo que porque no podemos hacer otra cosa. Tú lo has dicho, para encontrar, reconocer, abrazar, acompañar y humanizar.

 

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Nicolás López-Pérez (Rancagua, 1990) es poeta y abogado de la Universidad de Chile. Codirige la microeditorial & revista Litost, administra la mediateca de poesía “La comparecencia infinita” y sus últimas publicaciones son Coca-Cola Blues (Ciudad de México: Vuelva Pronto Ediciones, 2019) y Escombrario (Santiago: Contraeditorial Astronómica, 2019).

 

«Periodo especial», de Nicole Cecilia Delgado (Ediciones Litost, Santiago, 2019)

 

 

Nicolás López-Pérez

 

 

Crédito de la imagen destacada: Adál.