«Puchimbol»: La risa de los desgraciados

El actor Roberto Farías tiene ese talento de pasearse en un mismo escenario con distintos personajes, cada uno de ellos presentando un estado de ánimo particular, a veces cansados de sus miserias, de ese aire agresivo en el ambiente, del olvido de la historia y lo peor, en el abandono sufrido por la democracia. Sin ser buen bailarín, te convence y logra la atención del público cuando usa este elemento que le da sabor al monólogo, estando aquí la diferencia con otros montajes semejantes.

Por Miguel Alvarado Natali

Publicado el 31.10.2017

Ese ciudadano común y corriente que sube al taxi, que le pide al chofer bajar un poco la música y que todo se complica, se enreda en una discusión absurda que termina en pelea y en persecución. Finalmente el pasajero es el culpable siendo detenido por Carabineros. A cuántos chilenos les ha pasado y comenzamos a entender que hay algo mal en nuestro sistema.

Una angustia profunda, un descontento desbordado por vivir dentro de una sociedad como la chilena, donde a veces nuestras vidas son un mal chiste, pero que nos reímos igual de nuestras desgracias. Recuerdo la historia que relata el Bombofica, aquí pareciera que los delincuentes tienen todo el derecho en este país y la gente honrada nada, eso de que no hay justicia se impone. El dueño de casa atrapa y golpea a un antisocial que estaba robando dentro de ella y la policía lo deja citado al tribunal, por pegarle al ladrón. Lo tragicómico suele remecer nuestras vidas todos los días. Somos esa pelota de cuero que el boxeador le da y le da, pero no hay respuesta, somos un Puchimbol.

“Y si mandamos a todos a la mierda y no votamos por nadie”. Nos dice uno de los personajes que interpreta el actor Roberto Farías, el mismo que realiza un magistral papel de un cantante travesti en «Neruda», de Pablo Larraín y que además ya cuenta con tres premios Altazor por sus trabajos arriba de las tablas y en el cine. Ahora, en “Puchimbol” nos trae un monólogo muy personal basado en su propia esquizofrenia contraída desde cuando era un bebé y los médicos lo desahuciaron diciéndole a su padre que se lo llevaran a morir a la casa, para después sufrir de bullying en el colegio, crecer y terminar trabajando muchas horas por poca plata en una gran empresa de fotocopiados.

Con música disco y la típica bola de discoteca dando vueltas comienza esta obra, desagradable a mis oídos por el gran volumen, donde sólo creo que hay un error de parte del DJ. Es un montaje curioso, por momentos cae en el stand up comedy, pero por suerte Farías retoma ese teatro clásico y sitúa a uno de sus personajes en la tragedia misma de la vida. El padre que se le está muriendo un hijo y la incapacidad del sistema público de salud de no poder curarlo.

Roberto Farías tiene ese talento de pasearse en un mismo escenario con distintos personajes, cada uno de ellos presentando un estado de ánimo particular, a veces cansados de sus miserias, de ese aire agresivo en el ambiente, del olvido de la historia y lo peor: que la democracia los abandonó. Sin ser buen bailarín, te convence y logra la atención del público cuando usa este elemento que le da sabor al monólogo, estando aquí la diferencia con otros montajes semejantes.

“Me convertí en un resentido que odia todo, que no cree en la democracia y que no va a votar por nadie… son todos narcos”.

No hay dudas que este monólogo es hilarante, provocador y divertido, nos lleva a reflexionar sobre la sociedad en que estamos, nuestra responsabilidad con lo que tenemos, aceptamos y elegimos. Esa sumisión que tenemos con la autoridad, sobre todo la generación de los ’80, donde fuimos nuestros propios vigilantes, inseguros de nosotros mismos y hasta de nuestros cercanos. Pero también está ese aceptar el sistema, la poca justicia, sospechábamos de que todos eran coludidos -ahora tenemos la certeza-, pero todo sigue igual. Vemos imágenes en la televisión de gente que tiene su día de furia, indignados por una mala atención, por cobros abusivos. Pareciera que de pronto la democracia se fue fusionando con la burocracia y algo de la Dictadura nos quedó en nuestras retinas. La Alegría que nos prometieron llegó, pero para muchos ya se fue y aparece este “Puchimbol”, que somos nosotros mismos, sin poder responder un sólo golpe y es ahí donde queremos mandar todo a la mierda y añoramos el pasado.

“Y si mandamos a todos a la mierda y resucitamos a Tennynson Ferrada, a la Anita González, a la Sonia Viveros, a la Carolina Fadic…”.

“Puchimbol” es un monólogo largo, inteligente y actual, donde el personaje principal de Farías hace la interrogante y la insinuación de “no votar por nadie”, ya que la democracia prometió tantas cosas que no cumplió, provocando su ira y su rabia. Una actuación notable y esa capacidad interpretativa de hacer frente a distintos papeles en escena, hacen de Roberto Farías un actor que ya nos viene sorprendiendo desde hace un tiempo y sobre todo por su soliloquio anterior ,“Acceso”. Convengamos, entonces, que Nietzsche tiene razón: “La impotencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”.

 

Una actuación notable y esa capacidad interpretativa de hacer frente a distintos papeles en escena, hacen de Roberto Farías un actor que ya nos viene sorprendiendo desde hace un tiempo y sobre todo por su soliloquio anterior, “Acceso”

 

Ficha técnica:

Texto y actuación: Roberto Farías

Dirección: Raúl Osorio

Asistencia de dirección: Gabriela Robledo

Composición musical: Jorge Martínez

Diseño integral : Jorge Chino González

Producción: Christian Farías

Producción general: Roberto Farías

Compañía: Agrupación La Reina de Conchalí

Fotografía: Rod Hoffman

Duración: 80 minutos

Edad recomendada: A partir de los 18 años

Temporada: Desde el 21 de octubre hasta el 25 de noviembre

Horario: Viernes y sábado a las 22:30 horas

Valor: $10 mil general

Sala: Teatro Mori Bellavista

Dirección: Calle Constitución Nº 183, Providencia, Santiago

 

Crédito de las fotografías: Teatro Mori Bellavista