«Salvar el fuego», de Guillermo Arriaga: Las claves de la novela que ganó el Premio Alfaguara 2020

La galardonada obra literaria del guionista de «Amores perros» y de «21 gramos», pese a tener algunos fallos, principalmente en la forma de tratar el tema amoroso, es una magnífica ficción que habla del arte, de la pasión, del sexo, del narcotráfico, de los prejuicios raciales y de la lucha de clases, a través de una narración coral que mezcla humor, melancolía y acción, en un contrapunto que escenificado al interior de una postmoderna Ciudad de México, a veces nos hace recordar a «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño.

Por Mauricio Embry

Publicado el 11.5.2020

¿Con qué empezar?, te preguntas. ¿Con qué empezar esa reseña a la que te comprometiste hace semanas y aún no escribes? Redactas un par de líneas sobre el autor de la novela y lo borras. Demasiado formal. Bebes una cerveza y pierdes el tiempo viendo un par de memes que se burlan de lo difícil que está resultando la cuarentena para todos. Vuelves al Word y escribes un párrafo completo con la letra “y” solo para no ver la página en blanco. Lo borras y repites lo mismo con la “z”. Pruebas con una anécdota personal, pero te das cuenta que eso es más bien propio de un diario de vida o una novelita de autoficción que de una reseña. Suspiras. Cuentas hasta diez, hasta cien, hasta mil. Estás por rendirte cuando se te ocurre que, aunque suene a psicoanálisis barato, lo mejor es empezar hablando de lo que sentiste al leer la primera página de Salvar el fuego (Editorial Alfaguara, 2020), de Guillermo Arriaga. Aquella especie de pegajoso deja vu que te devolvió inevitablemente al Chile del 18 de octubre de 2019.

Este inicio no es otra cosa que la transcripción de un texto del protagonista de la novela, José Cuauhtémoc, un joven que está preso en el Reclusorio Oriente de Ciudad de México y que, además de quemar vivo a su padre, también le gusta escribir. José llama a este texto “Manifiesto” y en él deja patente su forma de ver la sociedad mexicana, la que, crees, puede aplicarse también a la realidad chilena. Perfecto para comenzar, piensas, así que pasas las páginas, o mejor dicho, haces clic (pues solo conseguiste la versión electrónica) hasta que encuentras el pasaje: “Este país se divide en dos/entre los que tienen miedo y los que tienen rabia/ustedes, burgueses, son los que tienen miedo”.

Ese miedo de perder sus joyas, sus relojes caros, sus celulares. Miedo a que secuestren a sus hijos o violen a sus hijas, miedo a que los maten. Viven presa de sus miedos. Bajas el cursor y continúas la lectura. “Nosotros vivimos con rabia/siempre con rabia”, dice José Cuauhtémoc, agregando que esta rabia la tienen porque sus hijos nacen secuestrados, sus hijas violadas y no tienen futuro. A pesar de eso son libres, dice. Son libres porque no tienen miedo. Cierras la pestaña y abres el Word para empezar la reseña pensando en la gran verdad de esas palabras. Al final, te dices, el mayor terror de todo buen burgués (incluyéndote, claro) es que, de pronto y sin aviso, deban dejar el limbo en el que se encuentran y se vean forzados a vivir, finalmente, la vida real.

Por esto, una de las primeras cosas que decides señalar en la reseña es que te parece un acierto que esta novela, que fue ganadora del Premio Alfaguara 2020, comience con el poema de José, ya que esa sola primera página resume la esencia de la obra: el mundo de la pobreza, del crimen, del narco y la corrupción encontrándose con el de la burguesía intelectual, que discute sobre política, arte y literatura mientras toma el sol frente a una piscina rodeada de animales exóticos. De estos dos mundos antagónicos surgirán, cual tragedia de Shakespeare, los amantes, José Cuauhtémoc y Marina, simbolizando con cada uno de sus orgasmos simultáneos, el encuentro entre la vida “real” e “irreal”.

Bueno, te dices, ya habla del argumento de la novela de una buena vez, ¿no? Así que explicas que la historia es bastante sencilla, incluso clásica. Das también algunos detalles, no tantos como para soltar spoilers (aunque eso ya lo hiciste más arriba), pero, al menos, dices que Marina es una bailarina, casada con un empresario exitoso que tiene hijos perfectos, propios de una fotografía Kodak (solo comen golosinas los fines de semana y se ponen el pijama sin reclamar).

Comentas que lleva una vida burguesa y aburrida en un barrio acomodado de Ciudad de México y que, sin embargo, esa vida monótona es la que le da seguridad. Dices también que ella ama la danza e intenta por todos los medios decir algo con sus coreografías,  pero a pesar de que todos alaban su técnica, ella sabe que le falta algo que la separa del verdadero arte. Un día, en una de las tertulias que tiene con su amigo Héctor (un empresario del carbón y director de cine), Marina es invitada por Pedro (pareja de Héctor) a hacer una presentación de danza con su grupo de bailarines en el Reclusorio Oriente. Es allí donde conoce a José Cuauhtémoc, condenado a cincuenta años de cárcel por homicidio múltiple. Para terminar el párrafo, comentas que, como era previsible, Marina no puede evitar enamorarse de José y empezar una aventura que no tardará en desestabilizar su vida y llevarla a las raíces mismas del horror. Muy bien, “horror” es una palabra redonda, te felicitas. Algo plagiada de Conrad, pero redonda al fin.

Continúas la reseña y, para demostrar que algo sabes sobre literatura, mencionas que la novela está estructurada en tres voces que se alternan entre sí: la de Marina en primera persona, la de un narrador extradiegético en tercera persona (que principalmente está focalizado en José Cuauhtémoc, aunque también en ocasiones en otros personajes) y la de Francisco, el hermano de José, hablándole al difunto padre de ambos de los acontecimientos ocurridos tanto en la infancia que comparte con el protagonista como en el presente. Eso sin contar que, dentro de la novela, el autor ha decidido insertar los textos que José y los demás presos escriben en un taller literario. Este contraste entre las distintas voces de la novela funciona muy bien, pues se distinguen con claridad unas de otras, a través del tono del relato, y del ritmo de la narración o de las palabras que se utilizan.

De esta manera, dices, en la parte de Marina el tono es muy auto reflexivo, ya que constantemente está analizando su propia conducta y los motivos por los que toma sus decisiones (incluso las más disparatadas). El ritmo va alternándose entre uno más pausado (como ocurre cuando habla de su pasado o de su vida cotidiana) y uno más frenético en lo que se refiere a su relación con José Cuauhtémoc. Respecto a las palabras, Marina no usa tantas jergas o modismos mexicanos y muchas veces realiza juicios de valor que son clasistas, aunque ella no parece notarlo.

El narrador en tercera persona, escribes, tiene, en cambio, un tono bastante irónico, lo que se aprecia en las descripciones que hace de situaciones violentas con mucha naturalidad o, incluso, con algo de humor. El ritmo es acelerado, con frases más largas que las de la parte de Marina, mientras que las palabras que emplean están llenas de modismos y jergas mexicanas que se hacen muy divertidas, acompañando adecuadamente ese tono irónico en el que muestra matanzas o cortes de lengua.

Al principio, comentas, uno podría pensar que se trata de un estilo indirecto libre, donde el narrador se contagia con la forma de hablar de los personajes. Sin embargo, dices, como sus muletillas son siempre muy similares con independencia de en qué personaje está focalizando, más bien pareciera ser un amigo narco de José Cuauhtémoc, que ha sido testigo de todo lo que ocurre y que le está contando al lector la historia mientras se toman un par de cervezas juntos. Provoca así la misma sensación que el narrador de Temporada de huracanes, de la también mexicana Fernanda Melchor, quien durante toda la novela destila carisma con la manera tan informal y familiar que tiene de contarnos la historia.

En la parte de Francisco, continúas escribiendo, el tono resulta muy melancólico y autocompasivo, mientras va contando las atrocidades que su padre cometía con José y con él, lo que le genera de adulto un enorme sentimiento de culpa e inferioridad (casi parece un personaje de Kafka). El ritmo es, en general, pausado (lo que acompaña al tono reflexivo) y las palabras que utiliza son bastante cultas (propias de alguien a quien de pequeño obligaban a leer filosofía y literatura).

Se puede apreciar también en esta parte la competencia sexual que tiene con su hermano, a quien siente mucho más hombre que él, de tal manera que, incluso, pierden la virginidad con la misma mujer, quien le recrimina por no ser tan buen amante como José. Con su relato vemos cómo, a pesar de que Francisco es quien logró insertarse en la sociedad luego de su terrible infancia (versus su hermano que se trasformó en un criminal), se encuentra tan perturbado como José y no tiene ni su encanto ni su valentía para enfrentar la vida siendo quien realmente es.

Los textos de los presos, dices también, son bastante dispares. Unos mejores que otros, pero no se puede dudar de que, en efecto, parecen escritas por distintas personas, siendo muchas de ellas bastante interesantes y transformándose en mini historias dentro de la historia macro, que sin lugar a dudas refresca la narración y permite conocer mucho del México contemporáneo y, particularmente, de su mundo criminal.

Para dártelas de cinéfilo, decides comentar que, al igual que en muchas películas de las que el propio Guillermo Arriaga ha sido guionista, tales como Amores perros (2000), 21 gramos (2003) o Babel (2006), todas dirigidas por Alejandro González Iñárritu y conocidas como “La trilogía de la muerte”, en esta novela también existen varias sub narraciones, que se mueven del presente al pasado y viceversa y que se van entre lanzando a partir de las diferentes voces e historias de la novela, hasta llegar a un clímax en donde estas voces terminan superponiéndose.

Esto es algo que ocurre en un solo capítulo (casi al final), donde, sin aviso previo, saltamos desde un párrafo con la voz de Marina, a otro con la del narrador en tercera persona y luego a otro con la voz de Francisco. Sin embargo, como el lector se encuentra a esas alturas tan habituado a las diferencias de voces, puede reconocerlas perfectamente. Este capítulo tiene, además, una alta dosis de violencia y de tensión narrativa que, unidos a la velocidad de la narración y a estas voces superpuestas son el momento más destacable de la novela, donde todos los puntos se unen.

Ahora bien, aclaras, hay, obviamente, algunas diferencias entre la novela y las películas referidas, ya que en algunas de estas los protagonistas no se conocen nunca y solo los une un incidente concreto, mientras en la novela sí lo hacen. Sin embargo, tanto en las películas como en el libro se puede apreciar la importancia que tienen las distintas percepciones sobre un mismo hecho.

Por ejemplo, dices, cuando Marina comienza a tener relaciones sexuales con José Cuauhtémoc en la cárcel, al principio deben hacerlo en un espacio habilitado para visitas conyugales que tiene una cama muy pequeña adornada con sábanas de dibujos de Disney y, a pesar de que uno de los funcionarios de la cárcel le ofrece una suite con todas las comodidades, ella lo rechaza para no hacer sentir mal a su amante.

En cambio, cuando vemos este mismo hecho desde la perspectiva de José Cuauhtémoc, nos enteramos de que él prefiere mil veces más la suite y le enternece lo ingenua y “fresa” (cuica) que es Marina al encariñarse con el cuartucho donde tienen sexo sobre Mickey y Minnie. Esto nos deja claro lo diferente que son estos personajes y la distinta cosmovisión que tienen en base a sus vivencias personales.

Piensas, entonces, que ya has alabado mucho la novela y que es importante comentar también aquellos puntos débiles. Haces un alto para beber otra cerveza y, mientras hundes la boca en la espuma, te das cuenta que es bastante irónico que, teniendo tantas virtudes, el libro falle en aquello que es el núcleo que une todas sus piezas: la historia de amor entre Marina y José. Y es que la forma en que se enamoran resulta terriblemente forzada, siendo muy poco creíble que Marina se enamore apenas después de una o dos veces que ve a José, sin que exista una sola escena previa en que, como lector, puedas ver una verdadera química entre ellos.

Eso sin contar que Pedro fuerza la situación desde el comienzo, diciéndole a Marina que se va a enamorar de José mucho antes de que siquiera lo conozca. Lo mismo le dice a José respecto de ella y, aunque termina siendo cierto, ese gran amor, al menos en un inicio, no lo vemos realmente plasmado en la novela. En este sentido, si bien puede haber sido complicado que hablaran solos, por el hecho de estar José encerrado en la cárcel, podría haberse incluido, por ejemplo, una escena de mayor tensión sexual durante los talleres literarios a los que asisten ambos o cualquier otro elemento similar que muestre que hay un interés real entre ellos, evitando así que, como termina ocurriendo, se vean los hilos del autor manejando la situación para conveniencia del argumento.

Pero bueno, piensas después, si Shakespeare se dio el lujo de cometer ese mismo error en una de sus obras más famosas, Romeo y Julieta, cualquiera puede cometerlo, ¿no? Incluso podríamos decir que, en esa tragedia, la situación es aún peor, ya que Romeo y Julieta se enamoran perdidamente luego de conocerse en una fiesta de disfraces por apenas unos minutos, y terminan arriesgando todo solo para que ese supuesto amor funcione.

En este sentido, dices, los puntos en común con la obra de Shakespeare no son pocos, ya que si bien es cierto acá las familias no son enemigas, sí hay, como ya se comentó, un claro antagonismo entre los mundos y las clases sociales a las cuales ambos protagonistas pertenecen (algo que se comprende mejor por el hecho de que José es descendiente de un padre indígena, orgulloso de su pueblo, aunque muy consciente de las mayores oportunidades que tienen en su país los no indígenas, como es el caso de la misma Marina).

Así, comentas, durante gran parte del texto se nos recalca la idea de que, en un país con políticos e instituciones corruptas y donde los poderosos no se preocupan realmente del pueblo, mucha gente termina pensando que el crimen es la única salida real de la pobreza.

Marina, por ejemplo, en sus visitas a la cárcel conoce a Rosalinda del Rosal, una indígena que es pareja y cómplice de uno de los presos. Esa personaje, cuando la tomaron detenida por sus crímenes (había participado en el secuestro de muchachas, varias hijas de políticos y empresarios corruptos, y les había mutilado los dedos con el objeto de presionar para el rescate), les dijo a los periodistas: “Yo corté dedos, pero a mí y a mi gente, en este país de mierda, nos cortaron las alas y los pies (…) Por jodida, por muerta de hambre, porque nunca a los míos le hicieron justicia, porque nuestro hijos mueren de diarrea, porque nuestros ancianos mueren de frío, porque nos arrebataron nuestra tierras y nuestros modos de vivir, es que me convertí en secuestradora. ¿Qué otra cosa puede hacer una mujer como yo en esta nación de ojetes? Y sí, fui una cabrona y una aprovechada y ¿saben qué?, métanse por el culo lo que piensen”.

Lo más terrible, piensas, es que la novela deja claro también que esta división de clases es algo transversal tanto al  mundo “legal” como al mundo del “crimen”, ya que en una escena, hacia el final, en la que hay un motín en la cárcel, los grandes capos del narcotráfico que orquestaron el amotinamiento están comiendo manjares y emborrachándose mientras los más jóvenes son usados como carne de cañón en la primera línea que enfrenta a la policía y el ejército.

Por otro lado, comentas, aun cuando la parte amorosa no funcione del todo, resulta muy interesante el subtexto que yace detrás de este acercamiento de Marina a José, ya que no es solo un interés hacia él, sino que, de un modo u otro, es también un acercamiento a ese mundo del crimen que, quizás inconscientemente, la seduce tanto a nivel personal como, sobre todo, a nivel artístico.

Esto se aprecia en el hecho de que, al comienzo, Marina no consigue hacer una coreografía que realmente la deje conforme y, aunque la presentación y los movimientos de danza sean perfectos, solo consigue hacer algo realmente auténtico luego de su amorío con José y de conocer el mundo de la cárcel y del crimen. Es posible, te aventuras a decir, que esto ocurra porque su vida era aburrida, poco interesante y monótona. Era, en otras palabras, al igual que su danza, irreal. En cambio, al acercarse al horror, este destruyó su vida, pero, al mismo tiempo, logró hacerla sentir más viva que nunca.

Esto también puede apreciarse en el placer sexual que siente cuando se acuesta con José, lo que termina siendo un símbolo de esta seducción que ejerce el mundo de su amante, el cual es muy distinto del sexo que tiene con Claudio, su marido, pues mientras con este es en extremo aséptico (Claudio tiene una obsesión con la limpieza), con José Cuauhtémoc es un sexo sucio, con menstruación, orina, squirts, semen, etcétera. En este sentido, la parte erótica de la novela, a diferencia de la amorosa, sí está muy bien construida, pues ahí vemos la química entre los personajes y anticipamos cómo, mientras más se acerca Marina a la fuente de su placer, que es José, más se acerca también al mundo de horror que él trae consigo.

Es por ello que Bolaño, durante la presentación de Nocturno de Chile en Londres, comentó, parafraseando unos versos del poema “El viaje”, de Baudelaire, lo siguiente: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento. Todo finalmente se reduce a eso. Vivimos en un desierto de aburrimiento. En un desierto infinito de aburrimiento, que comienza con nuestro nacimiento y acaba con nuestra muerte, pero en el cual hay un oasis. Y en ese oasis se producen los actos más inhumanos, más bestiales, más repulsivos para cualquier tipo de ética, pero que a la vez nos conceden, esos actos, un instante de soberanía, de soberanía total y ese instante nos arranca del aburrimiento, que viene a ser más o menos como si consideráramos el orgasmo como una espada, pero una espada no para hacernos el harakiri nosotros, sino para cortar la cabeza de la pareja, lo cual es, se vea como se vea, algo espantoso”. Esto, quizás, pueda aplicarse a Marina, quien vivía en un desierto de aburrimiento que afectaba su arte y del cual solo pudo salir cuando encontró su oasis de horror en la figura de José Cuauhtémoc.

Hay también en la novela, comentas, un profundo análisis sobre el arte, principalmente de la escritura, y cómo puede darle sentido a la vida de las personas, incluso cuando estas se encuentran hundidas en las circunstancias más absurdas. Lo anterior puede apreciarse en el hecho de que José Cuauhtémoc, al comenzar a escribir en la cárcel, logra encontrar el único lugar en el que sigue siendo libre. Una libertad que nadie le puede quitar ni siquiera cuando los gendarmes lo privan de sus instrumentos para escribir, ya que se las arregla para hacer anotaciones en libros, ni cuando lo ponen en una celda de aislamiento, pues ahí comienza a escribir mentalmente diversos cuentos para luego plasmarlos en papel, logrando, con la obsesión por encontrar la palabra precisa, escapar de la locura que conlleva estar encerrado a oscuras, prácticamente enterrado vivo. Del mismo modo, la importancia del arte, como forma de encontrar un sentido, la vemos también respecto de los otros presos, tanto en sus escritos en el taller literario, como en el hecho de que aprecian mucho mejor que la crítica especializada la coreografía que Marina les presenta en la cárcel.

El final de la novela, pareciera también algo débil, ya que los hechos se precipitan de manera demasiado rápida, quedando, además, tan cerrados y perfectos todos los nudos, que da la sensación de ser algo artificioso, dejando una vez más que, tal y como ocurre con el aspecto amoroso, se aprecien las costuras del disfraz.

Decides hacer una pequeña conclusión para que, al igual que el final de esta novela que tú mismo criticas, queden todos los nudos cerrados. Así, pese a tener algunos fallos, principalmente en la forma de tratar el tema amoroso, Salvar el fuego es una magnífica novela que habla del arte, del amor, del sexo, del narcotráfico, de los prejuicios raciales y de la lucha de clases, a través de una narración coral que mezcla humor, melancolía y acción. De esta manera, usando una frase de la misma novela, “en el arte se hace lo que se puede”, hay que decir que, en este caso, lo que pudo Guillermo Arriaga es impresionante, siendo su mayor error, el mismo de Shakespeare, así que, si se equivocó, fue porque aprendió del mejor.

 

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Mauricio Embry nació en Santiago de Chile el año 1987. Es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile y escritor. Desde el año 2014 ha participado en distintos talleres literarios, destacando los cursos impartidos por los escritores Jaime Collyer, Patricio Jara y Leony Marcazzolo. En el año 2016, publicó el cuento «Una cena para Enrique», dentro del libro En picada (editorial La Polla Literaria), que agrupó distintos cuentos de los participantes del taller de Leony Marcazzolo. Entre octubre de 2018 y septiembre de 2019 cursó y aprobó el máster en creación literaria, impartido por la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona.

 

«Salvar el fuego», de Guillermo Arriaga (Editorial Alfaguara, 2020)

 

 

Guillermo Arriaga

 

 

Mauricio Embry

 

 

Crédito de la imagen destacada: Editorial Alfaguara.