SANFIC 15: «Chicuarotes», de Gael García Bernal: La cotidianeidad de la desesperanza

El largometraje del realizador mexicano -que se proyecta en la categoría Función Especial del Santiago Festival Internacional de Cine- es notable en varios sentidos, ya sea en términos cinemáticos o no. La realidad se disfraza con la ficción, pero se dejan huecos en ésta para que la intención de los jóvenes no opaque lo importante, lo nocivo o lo trascendente a los espectadores.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 20.8.2019

Un tipo iba saliendo del cine y escuchó muchísimos comentarios. Se sorprendió porque, en su mayoría, eran negativos. Que esto no calzaba, que no funcionaba esto otro, que no se veía una totalidad, que no había un fin bien dispuesto. El cine, de partida, no es absoluto. Las secuencias de imágenes no tienen por qué cumplir con las normas narrativas y estéticas del público. La película del director mexicano tiene de casi todo, pero no es cómoda. Es cotidiana, lo que significa que sea para todos los gustos. El tema es que tampoco debe serlo.

Los fotogramas de corrido van retratando una vida ajena para el público. Una vida de necesidad, de pobreza, de realidad desconocida, de acción. Lo mejor es que la cotidianeidad se viste de improviso. La vida normal de dos jóvenes se tiñe por su intención de hacer dinero. Reaccionan ante la indiferencia del público en los buses, lo que hace que, inevitablemente, el espectador congenie con ellos. Pero las y los héroes, si es que aún existen, no son perfectas ni perfectos. Aquí es cuando entra la genialidad de unir los complementos en el cine.

Porque la vida del Moloteco y el Cagalera están enceguecidas por los mismos temas que se están discutiendo en nuestros tiempos. La gente sale a las calles a marchar, las reuniones se manchan con peleas, opiniones y contratiempos. La gracia de un cine trascendente, y con esto no me refiero a que permanezca en el tiempo, es que va más allá del análisis o de la puesta en escena de las problemáticas o de la narración. Esto mismo es lo que critica Lukàcs en sus Ensayos sobre el realismo, en lo que, para mí, deshumaniza dicho movimiento (al realismo).

El cine cotidiano y ficticio tiene la obligación de luchar contra las problemáticas que él mismo está poniendo sobre la mesa. La narración debe incluir algún aspecto crítico, y esto parece entenderlo muy bien el director. Las distintas secuencias, al ser familiares o cotidianas, acercan al espectador, lo involucran en un modo sentimental, incluso. Por lo menos a los que no están tan seguros de su pensamiento. Por eso toda expresión artística necesita de un buen receptor, o por lo menos de uno dispuesto a que esta ingrese en su piel, o aún más profundo.

El largometraje de García Bernal es notable en varios sentidos, ya sea en términos cinemáticos o no. La cotidianeidad se disfraza con la ficción, pero se dejan huecos en ésta para que la intención de los jóvenes no opaque lo importante, lo nocivo o lo trascendente a los o las individuos.

 

Carlos Pavez Montt (1997) es, en la actualidad, un estudiante de licenciatura en literatura hispánica en la Universidad de Chile. Sus intereses están relacionados con ella, utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción; por la reflexión que, el arte en general, provoca en los individuos.

 

 

 

Carlos Pavez Montt

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Un fotograma de Chicuarotes (2019).