SANFIC 16: «¿Hay algo en lugar de nada?»: Los mecanismos invisibles

El largometraje documental del autor nacional Peter McPhee Cruz —incluido en la Competencia de Cine Chileno del Santiago Festival Internacional que concluye este domingo 23 de agosto—, es un título que especula con existencialismo en torno al enigma de los ovnis y de sus posibles avistamientos en una isla del extremo austral del país, valiéndose de un lenguaje audiovisual de gran valor artístico y sensorial.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 22.8.2020

Una parte del imaginario que rodea a la ufología tiende a una visión trascendente y mística. Más allá de nuestro mundo, yace un vacío oscuro y desconocido, únicamente iluminado por cuerpos celestes que probablemente son depositarios de una vida que no alcanzamos a comprender, solo atisbada por vistazos cuestionables en registros de video tiritones y borrosos. Esa evidencia, aunque escuálida, ha motivado creencias, impulsado literatura variada y una filmografía no menor.

Y, hasta cierto punto, se ha escindido de la posibilidad científica de que exista vida extraterrestre, porque el fenómeno ovni, aunque dice apoyarse en la ciencia, es, antes bien, casi del todo espiritual.

Basta ver al Spielberg de Encuentros cercanos del tercer tipo o de E.T., el extraterrestre que mira con bondad a esas posibles criaturas. Para este director, el ovni no es un artefacto que mueva al miedo sino hasta los primeros años del siglo XXI, cuando en La guerra de los mundos transforma la imagen del alienígena producto del 11 de septiembre de 2001; en el pasado del director, sin embargo, es motivo de un optimismo que es casi religioso por su argumento y presencia lumínica.

En un caso más reciente, podemos considerar The Vast of Night del debutante Andrew Patterson, cuya película se alimenta de la inquietud de La dimensión desconocida, pero en el que sus ovnis, a los que conocemos mediante testimonios, los cubre con un manto de sublimidad, también motivado por la luz, pero sobre todo en su contraste con una oscuridad omnipresente.

Pero cuando ya no es la ficción, sino el registro documental el que se decide a explorar este fenómeno se corren varios riesgos. El primero de todos: la falta de credibilidad. Esto por obra del sensacionalismo, la pseudociencia o el culto a la conspiración que rodea a muchas de estas producciones. Es una barrera difícil de sortear y de la cual no se sale ileso.

Peter McPhee Cruz, no obstante, ha esquivado este obstáculo con gracia, porque su acercamiento parecería ser el de un escéptico, pero con respeto y comprensión por estos testimonios, sobre todo de uno tan conocido como emblemático: el misterio de la isla Friendship.

Su acercamiento parte de la historia de cuatro amigos empeñados en encontrar el emplazamiento. Todos impulsados por historias personales —algunas de ellas muy dolorosas— que podrían tener un cierre feliz si acaso se toparan con el lugar. McPhee no juzga; por el contrario, quiere comprenderlos y, a partir de sus relatos, sobre todo por el de Glauco Chamblas, monta un documental cuya puesta en escena, montaje y argumento se ordenan con lógica cinematográfica, casi como si de un largometraje de ficción se tratara. La decisión, aunque curiosa, no resta valor al fundamento de realidad que está en su base, sino que le permite acercarla con mayor soltura a su audiencia, aunque no sin desperfectos en el camino.

Nos podemos sumergir así en la mente de Glauco Chamblas, quien perdió a su hermano muchos años atrás producto de una enfermedad. La sola posibilidad de encontrar Friendship puede ser una oportunidad para poner fin a ese pasado lleno de dolor. McPhee lo presenta separando el presente —el viaje de los cuatro amigos al sur de Chile— de otras temporalidades presentes en la película.

Estas escenas, algunas de ellas en blanco y negro, las parece tratar de recuerdos o flashbacks, con un sentido que parece chirriar con la lógica documental. En ellas se muestran testimonios de personas que se contactaron con los habitantes de la supuesta isla y hasta escuchamos sus conversaciones que mantuvieron por radio. Parecieran ser, sin embargo, recuerdos del mismo Glauco y la película en la que este joven se encuentra, el ordenamiento audiovisual de su propia interioridad. Los testimonios existen y así también quienes los emiten, pero en su presentación audiovisual se supeditan al viaje de Glauco.

De este modo, el relato que presenta McPhee en ¿Hay algo en lugar de nada? deja la puerta abierta a la especulación, pese a la evidencia que entregan estos testimonios vistos por Glauco. Al director no le interesa tanto el viaje físico como el espiritual, mucho más rico para su cámara por la textura que tiene la emoción cuando se presenta en una fogata; en el dron que sobrevuela el sur siguiendo la embarcación que busca la isla; o en la mirada atenta de estos amigos cuando oyen a los radioaficionados que hablaron con los habitantes de Friendship.

El mismo Glauco no habla mucho. Se limita a observar y a escuchar atentamente estos testimonios sobre Friendship. El más conocido de todos es el de Ernesto de la Fuente, quien se hizo famoso en el programa Ovni que conducía Patricio Bañados con seriedad y atención al detalle, aunque también dejando espacio a la imaginación como lo hace McPhee.

De la Fuente desapareció, se cansó de dar entrevistas y de ser cuestionado, pero siempre creyó en lo que afirma haber experimentado y por eso tiene un lugar de privilegio en este documental. Él no solo fue testigo, sino partícipe de los misterios acontecidos en la isla y por eso su fe es fuerte, aunque no todos confíen en él.

¿Hay algo en lugar de nada?, precisamente, se interesa por la creencia y por eso el porqué de su respeto. La experiencia personal alimentada por el dolor o la pérdida, cuando está abierta a un plano que no es evidente, puede motivar una búsqueda que de buenas a primeras resulta incomprensible, pero en cuyo trayecto, parecería ser depositaria de un sentido de trascendencia y, sobre todo, de paz.

McPhee, sin embargo, por esa cierta lógica ficcional que despliega en la puesta en escena y en el montaje, además de su (respetuoso) escepticismo, podría haber resuelto su película lejos del formato documental. La historia es tan rica y está tan bien presentada por su dominio del dispositivo cinematográfico que no necesariamente tenía que quedarse en ese registro que a ratos se siente curioso, aunque para nada incompleto.

¿Hay algo en lugar que nada?, a fin de cuentas, no está interesada en lo evidente, en el registro plano e inmediato de la realidad, sino en esos mecanismos invisibles que dan sentido a las personas y que en su traducción cinematográfica escapan de la autoridad de la imagen.

 

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Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Peter McPhee Cruz

 

 

Tráiler:

 

 

Felipe Stark Bittencourt

 

 

Imagen destacada: ¿Hay algo en lugar de nada?, de Peter Mcphee (2020).