«Ser escritor», de Abelardo Castillo: La mujer invisible

En este volumen del novelista y dramaturgo argentino —que Seix Barral del Grupo Planeta, pone nuevamente a disposición del público lector—, y junto a la habitual ironía y seguridad de sí mismo que despliega el autor en sus páginas, se revela un rasgo casi desconocido pero latente a lo largo de su producción: su misoginia, evidente al casi negarle una total participación al género femenino, a través de sus artistas y narradoras, en la mención de los ejemplos por los cuales el ensayista discurre, a fin de ser imitados en el cultivo de la disciplina literaria.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 22.8.2020

Abelardo Castillo (1935–2017) está viviendo un revival gracias a la reedición de gran parte de su obra, a cargo de Seix Barral/Planeta. Considerado un maestro, Castillo desplegó su talento en diversos géneros: cuento, teatro, crónicas, diarios, gozando de traducciones que han permitido la difusión de su trabajo.

En Ser escritor Castillo abre sus puertas para compartir sus percepciones sobre la literatura y el trabajo creativo: “La literatura, por lo poco que sé de ella, nace quizá de una fuerte tendencia a la incomunicación o a la mala comunicación. Un escritor de ficciones es alguien que en la vida cotidiana muy raramente puede comunicar lo que siente, sus miedos, sus admiraciones, sus pasiones, su amor”, asegura en el texto inicial con un tono de (¿falsa?) modestia. Y sigue: “Los escritores, en general, son grandes tímidos”. Sí, Ser escritor no hace ningún guiño de inclusión, ni siquiera políticamente correcto. Se trata de “el” escritor y, como veremos, todas las referencias, salvo atisbos menores, provienen del canon masculino.

Organizado como viñetas breves que forman parte de subcapítulos, este volumen nos da acceso a un sinnúmero de lecturas hechas por Castillo y de lo que él aprendió de dicha tradición, tanto por su valor literario como profesional. En “El lugar del escritor”, Castillo concluye: “Un escritor no es sólo un señor que publica libros y firma contratos y aparece en televisión. Un escritor es, tal vez, un hombre que establece su lugar en la utopía”.

Sin afán de denostar su aporte o minimizar su legado, mucho menos de ridiculizar su mensaje en forma de recomendaciones para posibles escritores, cabe cuestionarse la audacia de su postura en pleno siglo XXI, pues, mal que mal, no estamos leyendo recomendaciones escritas en la edad media, sino en plena actualidad.

Atención con los nombres a continuación: Poe, Quiroga, Maupassant, Chéjov, Tolstoi, Mann, Guillén, García Márquez, Vallejo, Góngora, Machado, Bradbury, Nietzsche, Eco, Shaw, Gogol, Twain, Faulkner, Rulfo, Puig, Hölderlin, Arlt, Onetti, Dostoievsky, Baudelaire, Sábato, Sarmiento, Mármol, Lezama Lima, Carpentier, Rilke,  Neruda, Monterroso, Hawthorne, Homero, Cervantes, Cheever, Kafka, Flaubert, Sartre, Proust, Gide, Camus, Heidegger, Freud, Milton, Virgilio, Unamuno, Akutagawa, Valle Inclán, Cortázar, Shakespeare, Valéry, y, cómo no, Borges.

Si esto fuera una broma, uno diría, “¡párame cuando te canses!”. Por eso, cuando “el” lector se topa con el nombre de Beatriz Guido, ocurre algo importante. ¿Luz de esperanza? No exactamente, ya que la referencia a la escritora argentina no es nada halagüeña: “Hoy apenas se la nombra. Jugó a ser frívola… sacrificó su buena literatura por el cine, acaso no tan bueno, de Torre Nilson”.

Hasta el más misógino de los escritores se encarga de hacer un namedropping de rigueur (Virginia Woolf, Emily Brontë, por lo menos. ¿Colette? ¿George Eliot? —vale decir, Mary Evans—: menos probable). Por eso, sorprenden observaciones como la acuñada bajo “Frivolidad era la de antes”. Aquí, Castillo recuerda a Mark Twain, quien afirmaba que: “una biblioteca vacía ya era excelente por el solo hecho de que faltara en ella los libros de Jane Austen”.

En la entrada titulada “Cortázar”, vemos un guiño a Liliana Heker, pero más que un homenaje, su cita es subsumida rápidamente: “Cortázar llegó a sostener que todos los escritores que tenían algo que decir debían irse a París. Lo propuso textualmente. Nosotros le respondimos en El ornitorrinco —el texto lo escribió Liliana Heker, pero puedo decir nosotros, porque ella respondía por todos—, recordándole que en la Argentina todavía estaban las Madres de la Plaza de Mayo…”.

Esta referencia, escrita como a regañadientes entre guiones, es expandida en otro capítulo, donde el rol de la mujer es definitivamente supeditado a la esfera de las relaciones humanas, de la sensibilidad doméstica. La mujer, de este modo, es absolutamente expoliada del ámbito intelectual para situarla en el de la buena onda sensible y caritativa.

En “Ética y Justicia”, Castillo reflexiona: “En el mundo contemporáneo, en este mundo hecho por hombres con valores de hombres, son las mujeres —algunas mujeres— las que parecen haber tomado la palabra para enseñarnos a vivir como seres humanos. La Madre Teresa de Calcuta, las Madres de la Plaza de Mayo… la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, ellas han empezado a discutir, entre mujeres, conceptos que los hombres hemos olvidado o falsificado en todo lo que va de nuestro siglo”.

Irónicamente, el blurb con el que se presenta la colección sí ha sido escrito por una mujer escritora: Alejandra Kamiya. Se trata de la única referencia (fuera de la agencia del escritor mismo) que sobresale como voz.

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerposRéplicasNuestros desechosNo me ignoresCardumenSi ellos vieranConcepcionesSinestesia, y Dame pan y llámame perro; y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Ser escritor», de Abelardo Castillo (Seix Barral, 2020)

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Abelardo Castillo.