«Un dulce olor a muerte», de Guillermo Arriaga: La deslumbrante segunda novela del guionista de «Amores perros»

La obra escrita en 1994 (pero reeditada hace poco por Debolsillo) y adaptada al cine en una producción mexicana de 1999, fascina por su trama, por su estilo crudo y directo, desplegada a través de un lenguaje que combina términos mexicanos con frases poéticas y descripciones detalladas de lugares, personajes y ambientes, al modo de un Rulfo y de Hemingway, sin concesiones y en un estilo cargado de belleza literaria.

Por Fernando Moure Rojas

Publicado el 23.6.2020

Recién terminaba de leer una novela que combinaba varios géneros y fui a devolverla a su sitio en el estante-biblioteca que reúne la mayoría de mis libros.

Y qué leeré ahora, me pregunté. Tengo ganas de algo policial, que me distraiga un poco del encierro forzoso al que estoy sometido.

Voy tomando ejemplares y mirando sus portadas, leyendo veloz el texto de las contratapas. De pronto, en mis manos, un libro extraño, calificativo que me surge porque es por completo desconocido: no recordaba saber de su autor ni de qué trataba, ni tampoco tenía memoria de cuándo, dónde y por qué lo compré. Eso era extraño para mí, ya que cada libro adquirido tiene su pequeña historia, la cual suelo retener.

Un dulce olor a muerte (Debolsillo, Literatura Random House, 2017)., se titula y su autoría corresponde a Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958).

Me provoca el título, en línea con lo que busco, pero no me suena para nada el escritor. Reviso las solapas interiores y me encuentro con su breve biografía escrita por él mismo. Y, oh sorpresa, fue el guionista de Amores perros (2000), 21 gramos (2003), y Babel (la historia mexicana de los tres relatos de la película, 2006), todas dirigidas por Alejandro González Iñárritu, más Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005), Palma de Oro al Mejor Guion en Cannes y dirigida por Tommy Lee Jones.

Y entonces, tenía a disposición para comenzar una novela breve de un autor que no había leído antes y cuya seductora invitación me aparece dado su perfil de notable guionista de cine.

Ya he leído Un dulce olor a muerte, escrita en 1994 y adaptada al cine en una producción mexicana de 1999. He quedado fascinado con la trama, con el estilo crudo y directo; un lenguaje que combina términos mexicanos con frases poéticas; descripciones detalladas de lugares, personajes y ambientes, al modo de Rulfo y Hemingway, sin concesiones y en un estilo a la vez cargado de belleza.

En esta novela, lo que parece —aunque no sea— termina siendo; no importa si es verdad o mentira, sólo prevalece lo que se cree que es.

Nos encontramos con una pequeña sociedad precaria, en la que abundan los chismes; un pueblo donde ronda la desconfianza acendrada, a la par que cierta ingenuidad, que llevan a sus miembros a aceptar la primera afirmación lanzada por alguien como una verdad absoluta, a partir de la cual se construye un porvenir de hechos que nadie puede torcer, porque nadie puede asumir el costo de la mentira inicial, ni las que siguen.

Así, lo que en verdad no es, se convierte en realidad irrefutable; los que no eran, pasan a serlo: el que no era novio, se comporta como tal y el que no fue asesino actúa a los ojos de los demás como si lo fuera. Y también los hechos se superponen y confunden, haciendo que los hechores paguen pecados ajenos al no poder desvelar los propios.

Los sucesos se desencadenan bajo un manto de mentiras y verdades ocultas de algunos personajes, quienes necesitan que el destino fraguado por su ocultamiento se concrete, aunque paguen justos por pecadores; no importa el castigo del inocente con tal de permanecer a salvo.

Un feliz hallazgo resultó esta novela. Me acordé de una expresión atribuida a Alan Alexander Milner: “Una de las ventajas de ser desordenado, es que uno constantemente hace descubrimientos emocionantes”. Si bien me considero lo contrario, este libro no tiene lo que denomino “su partida de nacimiento” y no estaba en el sitio que le correspondía (autores americanos hispanoparlantes).

Terminada la lectura, necesité de forma imperiosa saber más de Arriaga. Y, otra vez, gran sorpresa. Con su reciente novela Salvar el fuego, obtuvo el Premio Alfaguara 2020. Él es escritor, guionista, productor y director de cine. Además de su contribución a los filmes mencionados, escribió el guion para El búfalo de la noche (2007), adaptando su novela homónima, y fue director y guionista de The Burning Plain (2009), con Charlize Theron, Jennifer Lawrence, Kim Basinger y Joaquim de Almeida. La trama retoma buena parte de su narrativa anterior, en el sentido de relatar historias paralelas que se van cruzando de alguna forma.

Así, un libro escogido al azar me abrió las puertas para ingresar al mundo de un notable escritor y cineasta.

 

También puedes leer:

Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga: Las claves de la novela que ganó el Premio Alfaguara 2020.

 

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Fernando Moure Rojas nació en Santiago en 1950 y creció siendo parte de una familia numerosa, donde la lectura era un culto. Su facilidad para escribir la derivó hacia la consultoría y una larga carrera ejecutiva en distintas empresas, por 46 años. Se define como escritor tardío, porque se volcó a la ficción y poesía después de los 60. Tiene a su haber: Septiembre sin primavera (novela, 2013), El camino del aprendizaje (reflexiones y fotografías, 2014), Amores y quebrantos (poemas, 2017) y Legado de familia (cuentos y relatos, 2019).

 

«Un dulce olor a muerte», de Guillermo Arriaga (Debolsillo, Literatura Random House, 2017)

 

 

Fernando Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Literatura Random House.