Versión teatral de «La hija de Rapaccini»: El arte de la seducción, según Octavio Paz

El poeta y pensador mexicano -Premio Nobel de Literatura 1990- escribió su única obra de teatro (considerada también un poema dramático) inspirándose en el cuento homónimo («Rappaccini´s daugther») del escritor estadounidense Nathaniel Hawthorne. Aquí, ofrecemos una reseña que aborda la peculiar estética en torno al amor contenida en el citado texto de tablas.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 1.11.2018

Como muchos saben, el poeta mexicano Octavio Paz escribió una obra de teatro basada en el cuento «La hija de Rapaccini» (Rappaccini´s daugther) del escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne (1804-1864).

En su cuento Hawthorne nos dice muy al principio que lo escrito por él es una traducción de Béatrice, ou la Belle Empoissonneuse, un relato de un tal señor L´Aubépine; al parecer la historia original que está detrás de todas estas versiones procede de la India, país en el que, por cierto, Paz vivió por muchos años como embajador de México.

Octavio Paz pues, con esta obra de teatro, recrea una historia que no es originalmente suya. El mismo Paz definió su trabajo como una pieza que retoma el mito del sacrificio amoroso y que culmina con la muerte de Beatriz, pues Juan no se atreve a dar el salto hacia la muerte y de esta forma, el amor en la obra de Paz aparece como algo no consumado por el miedo de uno de los amantes a la integración total y definitiva con el otro a través del vínculo de la muerte.

En su obra de teatro, Paz parece ocuparse más del tema amoroso no consumado, la imposibilidad de un encuentro profundo entre dos jóvenes y no tanto en la lucha entre el bien y el mal o la manipulación científica que están muy presentes en el cuento de Hawthorne. El mismo Paz afirmó que su pieza sigue la anécdota, pero no el sentido pues no es una traducción literal del texto Hawthorne: “son otras mis palabras y otra mi noción del mal y del cuerpo” (Cuarta de forros, edición de la editorial Era).

En 1956, La hija de Rappaccini, fue representada en el segundo programa de Poesía en Voz Alta. El estreno de la obra tuvo lugar el 30 de julio en el Teatro El Caballito, en pleno centro de la Ciudad de México, bajo la dirección de Héctor Mendoza, con escenografía y vestuario de Leonora Carrington (a quien por cierto está dedicada la obra) y música de Joaquín Gutiérrez Heras.  Poco tiempo después, en octubre, se volvió a presentar la obra en el Festival Internacional Cervantino, en la ciudad de Guanajuato. Después dejaron de hacerse representaciones de esta obra, pero la misma pasó a formar parte del corpus poético de Paz.

La estructura de la obra es de un solo acto formado por un prólogo, nueve escenas y un epílogo. Los personajes reciben los mismos nombres que en el cuento de Hawthorne, aunque traducidos del italiano al español en el caso de Isabel (Lisabetta), la anciana criada; Juan (Giovanni), el joven estudiante napolitano que se instala en Padua y Beatriz (Beatrice), hija del Dr. Rappaccini, quien es el único que mantiene su nombre en ambos textos. Pero Paz crea, además, un nuevo personaje: el Mensajero, quien ejerce la función de narrador.

Es interesante destacar que de este narrador no sabemos nada, ni siquiera su nombre; él se nos presenta como un ser hermafrodita, un lugar de encuentro de ambos sexos, vestido con las figuras del Tarot: “Soy el lugar de encuentro, en mí desembocan todos los caminos”, afirma en el prólogo (Página 283 Obra poética, editorial Seix Barral).

En cierta forma, las cartas del Tarot que el Mensajero nos muestra tienen algo de parecido con los personajes que van a actuar en la obra. La última carta que muestra el mensajero, es la de los amantes: “son dos figuras, una color de día, otra color de noche. Son dos caminos. El amor es elección: ¿la muerte o la vida?” (Página 284 Op. cit.) Y es entonces cuando el mensajero se retira para dar paso a la acción de los personajes.

En Paz encontramos, por ese interés por destacar el tema amoroso, a diferencia del cuento de Hawthorne, una identificación casi completa de los “jóvenes amantes” hasta antes del final, pues Beatriz se inmola, pero Juan se resiste a la tentación de la muerte, y se niega a ser un nuevo Romeo.

La trama amorosa comienza cuando Juan le tira a Beatriz, desde la ventana, el ramo de rosas acabadas de cortar que le ha dado la señora Isabel: “¡son rosas acabadas de cortar! Si las huele le dirán mi nombre”, le dice ( Página 290). Beatriz agradece el detalle y le adelanta su nombre y Juan le dice el suyo y su lugar de origen y en ese momento Beatriz se va dejando a Juan con la palabra en la boca.

Podríamos pensar que este es el inicio de un juego erótico, pues Beatriz deja a Juan desconcertado y eso funciona como una provocación; Juan va a tratar por todos los medios de volver a hablar con ella; Beatriz lo ha dejado picado, está ansioso por volver a verla para que, al menos, le explique su proceder al irse así tan de repente.

En la sexta escena, por fin, Juan salta desde su balcón al jardín de Rapaccini. En el cuento de Hawthorne, el joven Giovanni entra al jardín por una puerta secreta que le muestra Lisabetta. Una vez en el jardín Juan, “examina con curiosidad y desconfianza las plantas. Todos sus movimientos son de un intruso… Se inclina sobre una flor. En ese momento, a su espalda, aparece Beatriz” (Página 295) quien lo saluda con un buenos días (continuando así el diálogo cortado abruptamente, por ella, en la ocasión anterior).

Juan le dice: “Al verla, entre tanta planta desconocida, la reconocí, familiar como una flor y, no obstante, remota. […] Todo mi ser empezó a cubrirse de hojas verdes. Mi cabeza, en lugar de ser esta triste máquina que produce confusos pensamientos, se convirtió en un lago. Desde entonces no pienso: reflejo. Abra los ojos o los cierre, no veo otra cosa que su imagen” (páginas 295-96). Y con estas palabras Juan le declara su amor.

Beatriz le contesta, un poco después, con la misma idea del reflejo: “Puedes leer en mi frente todo lo que piensas. Mi frente es un espejo que te refleja y no se cansa nunca de repetirte. Estoy habitada por tu deseo. Antes de conocerte no conocía a nadie, ni siquiera a mí misma” (Página 298). Esta es a su vez una respuesta de amor. El vínculo entre los amantes está establecido. Los jóvenes se aman, ya lo han confesado. Sin embargo, ante el intento de Juan de acercarse a ella y tocarla, ella lo detiene con un gesto y huye hacia su casa, Juan trata de seguirla, pero en ese momento aparece Rapaccini en el jardín.

En la escena nueve (la última) Beatriz llama a Juan desde el jardín (ahora es ella la que toma la iniciativa) y le pide que despierte; cuando Juan salta al jardín, ella le dice: “Desde que amaneció me puse a contar la horas que nos faltaban para encontrarnos. Porque sin ti el jardín ya no me parece mío…” (Página 302).

Ahora es ella quien toma la iniciativa y le declara su amor y continúa su confesión: “Me arrancaste como a una hierba, cortaste mis raíces… Desde entonces no tengo sitio…” (Páginas 304-5). Y Juan le responde dándose cuenta de la imposibilidad de la concreción del acto amoroso: “¡Condenados a vernos sin jamás poder tocarnos!” (Página 305).

En este instante, Beatriz se inmola, pero Juan no la sigue y se queda al lado de Rapaccini en el jardín. La última frase de la obra es pronunciada por el doctor Rapaccini y es la misma que pronuncia Jesús a punto de expirar en la cruz, salvo que en este caso quien ha abandonado al doctor es la hija y no el padre: “Hija, ¿por qué me has abandonado?” (Página 306).

Después empieza el epílogo. El mensajero regresa y es él quien cierra la obra con una frase por demás interesante y que refleja el pensar de Paz en esa época: “Lo que pasó, está pasando todavía” (Página 307).

Ojalá que esta breve reseña motive al lector o lectora a apreciar el texto no solo de Paz sino también el de Hawthorne; estoy seguro que disfrutará de ambas versiones. Al fin y al cabo ambos fueron notables escritores.

 

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Una edición del poema dramático u obra de teatro, originalmente publicada en 1956

 

 

 

Imagen destacada: Octavio Irineo Paz Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914- 19 de abril de 1998).