«Xuárez»: La madre invisible de la patria

La obra dramática de la exitosa dupla compuesta por los autores nacionales Manuela Infante y Luis Barrales -que se exhibe hasta el próximo domingo 26 de mayo- propone la relectura simbólica y crítica de un episodio de la historia de Chile, el de la Conquista y la fundación de Santiago, alrededor de 1541 y los años venideros.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 20.5.2019

No basta una columna para dar cuenta de una obra como Xuárez, no basta incluso un artículo académico ni una investigación para analizar sus potenciales significados. Un acontecimiento teatral como este, merece una atención profunda y multidisciplinaria debido a la riqueza de sus recursos y diversidad de estrategias utilizadas, no obstante, esbozaré en la presente columna, líneas que me parecen imprescindibles de considerar, y que pueden servir de cimiento para futuros estudios sobre la pieza.

Un trabajo en conjunto entre dos perspectivas dramatúrgicas tan disímiles, como las de Luis Barrales (HP, Niñas Araña) y Manuela Infante (Rey Planta, Estado Vegetal), pudo haber tenido como resultado una obra frankesteniana, un montaje de injertos inconexos.

Resultado muy distinto al logrado en Xuárez, premiada obra estrenada el 2015 y que esta temporada regresa llenando de espectadores la sala del Centro Cultural Matucana 100. Una obra en que converge a la perfección el quehacer teatral de la dupla Infante – Barrales, ya que, por un lado, destacan las estrategias discursivas, así como el lenguaje utilizado por los personajes, un lenguaje coloquial, cercano, crudo, directo, propio de las obras de Luis Barrales; y por otro, la disposición escénica sobresale debido al montaje, actuaciones, y estética, sello de autor de la destacada Manuela Infante.

El quehacer de ambos se reúne en esta pieza logrando la perfección a través del despliegue escénico de dos grandes mujeres de la actuación chilena, Patricia Rivadeneira y Claudia Celedón, quienes, a su vez, demuestran su oficio en un trabajo cohesionado y cómplice que se trasmite al espectador.

Xuárez propone una relectura de un episodio de la Historia de Chile, el de la Conquista y la fundación de Santiago, alrededor del año 1541 y los años venideros.

Reescribe, específicamente, dos hechos históricos, por una parte, el ataque efectuado por Michimalonco al recién fundado Santiago, datado hacia el 11 de septiembre de 1541; por otra, el decapitamiento de los cinco caciques que había detenido Pedro de Valdivia, a los cuales quería usar para apaciguar los levantamientos indígenas.

Además, la obra propone revisar el carácter mítico – legendario de la fundación de Santiago, y junto con ello, la invisibilización que realizó la Historia oficial respecto de la figura de Inés de Suárez, quien – según la lectura que propone la pieza escénica – tuvo un rol activo y preponderante en el desarrollo de los acontecimientos en torno a la Conquista, pues fue ella quien decapitó a los caciques, fue ella quien promovió el alzamiento de Michimalonco, y fue ella quien azuzó al joven Lautaro a levantarse contra los españoles y defender a su pueblo.

Inés se propone, bajo la óptica de la obra, como una mujer cuyo rol los siglos olvidaron, silenciaron y borraron de los libros de Historia, relegándola a la posición de amante de Pedro de Valdivia, quien la pasó a brazos de Rodrigo de Quiroga para deshacerse de ella.

Aunque también se conoce de ella el cruel episodio en que se dice que decapitó a siete caciques, para amedrentar al enemigo, episodio que la realización escénica pretende explicar y reescribir.

El ánimo de Xuárez es reivindicar a una figura acallada, visibilizar la importancia que tuvo Inés en el proceso de la Conquista, y la tachadura oficial que recibió debido a ser mujer y al no corresponder a los estándares femeninos de la época, por poseer un carácter altivo, ocuparse de asuntos políticos y bélicos – lo que no era propio del lugar que debían ocupar las mujeres en el siglo XVI –, el no haber tenido hijos, y por ser la amante del conquistador Pedro de Valdivia.

Todas características que la convirtieron en una figura femenina disruptiva para su tiempo; una mujer fuerte – aunque no masculinizada por serlo – desde el intelecto y capacidad de persuasión – rasgos que enfatizan su femineidad –, cuya influencia fue trascendental en el desarrollo de los hechos históricos de los que formó parte.

En la pieza, Inés realiza un viaje interno, sicodélico, psiquiátrico e intemporal con el objetivo de preguntarse por su identidad, además, para re-conocer el rol que ocupó en la historia de la Conquista.

En este sentido, Xuárez no revisa la historia de los próceres intachables, de esos que ocupan los libros escolares y las historias de Chile empastadas, sino que revisa la crónica de una de las mujeres que no han formado parte del canon reconocido, una más de las tantas invisibilizadas.

A través del análisis de la pintura de Pedro Lira (1845-1912), La fundación de Santiago (1898), comparando su versión preliminar y final, Xuárez elabora una puesta en abismo sobre el quehacer del intelectual y ese distanciamiento contextual con que impone sus reflexiones y teorías; haciendo explícita la tesis de la obra, que la figura de Inés de Suárez ha sido tachada de la historia oficial, la evidencia que se entrega al espectador, a través del análisis realizado por el personaje de la investigadora Josefina de la Maza, no solo respalda fehacientemente la propuesta de la obra, sino que configura una estrategia escénica que la enriquece, al realizar un corte temporal y una digresión, así como también, al incorporar perspectivas disciplinarias extra teatrales de corte documental, como la exhibición de la pintura en sí misma y la cuasi ponencia que realiza la investigadora.

En cuanto a la disposición escénica, el diseño integral de esta se caracteriza por tres aspectos.

En primer lugar, la fragmentación, derivada del montaje mismo, elaborado a partir de una serie de cuadros que se yuxtaponen sucesivamente, en donde Inés dialoga con los múltiples personajes interpretados por Claudia Celedón (Pedro de Valdivia, asistente indígena, investigadora, subconsciente de Inés), y consigo misma a través de los monólogos que elabora.

En segundo lugar, la movilidad, el dinamismo escenográfico que se alcanza por medio de la elaboración de un espacio teatral cartográfico, en plano relieve que simula distintos lugares.

Y en tercer lugar, la reconstrucción, derivada de la movilidad, la capacidad de articular y disponer de los distintos elementos escenográficos, construyendo y reconstruyendo cuadros, espacios y momentos a través de una elaboración marcada por su carácter simbólico, ya que ningún elemento del diseño integral en Xuárez parece haber sido elegido al azar, todo tiene un sentido, una proyección histórica y una sintonía con los demás elementos.

Estética propia de la pulcritud de Infante, que junto a los juegos escénicos y diálogos rápidos, a ratos cómicos, irónicos, paródicos y poéticos, vinculados al sello dramatúrgico que Barrales despliega en sus obras, logra un trabajo que coquetea con la perfección, pero que sobre todo, revisita, reivindica y reposiciona a una de las figuras femeninas – muy acorde a los tiempos que vivimos, en que las demandas feministas han alzado la voz y se hace urgente visibilizar a las invisibilizadas, así como también, darle voz a las silenciadas – más relevantes de los inicios de la historia de Chile, no ensalzándola como una “heroína” épica, al estilo de las pinturas de Pedro Lira con la figura de Pedro de Valdivia, sino más bien, en su dimensión humana, realista, aunque no menos heroica y significativa.

Para terminar, me parece relevante considerar lo siguiente. Xuárez propone que es la propia Inés, luego de entender su lugar en la historia y la importancia de los acontecimientos en los cuales ha estado inserta activamente, y tras comprender su relación con la pintura de Lira y la enigmática figura que parece estar oculta tras los personajes, decide ella misma – aplicando lo que para investigadora Josefina Ludmer serían “las tretas del débil” – un proceso de invisibilización y borramiento de sí, puesto que no quiere formar parte de su raza ni del desastre que los españoles han realizado respecto del pueblo indígena, y revistiéndose de una túnica blanca, desaparece tras un fondo blanco, que hace coincidir su figura con la silueta enigmática de la pintura sobre la “Fundación de Santiago”, de Pedro Lira.

 

Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.

 

La actriz Patricia Rivadeneira encarna a Inés de Suárez en el montaje «Xuárez» de Manuela Infante y de Luis Barrales

 

 

Ficha técnica:

Idea original y estructura dramática: Luis Barrales y Manuela Infante.

Dramaturgia: Luis Barrales.

Dirección: Manuela Infante.

Elenco: Claudia Celedón y Patricia Rivadeneira.

Diseño integral: Claudia Yolin.

Música original: Atom TM.

Creación coral: Daniel Marabolí.

Caciques: Flavio Banks, Lucas Gnecco, Lucas Pinchaira, Octavio O’Shee y Daniel Román.

Jefe técnico: Julio Escobar.

Sonido: Jesús Martínez.

Técnico audiovisual: Pablo Ramírez.

Tramoya: Byron Catalán.

Fotos: Maglio Pérez.

Producción general y prensa: Francisca Babul.

Una co-producción GAM.

Temporada: Desde el 10 hasta el 25 de mayo de 2019.

Jueves a sábado a las 20:30 horas (+ función del domingo 26, a las 19:30 horas).

Valores de las entradas: $7.000 preferencial, $5.000 general y $3.000 jueves popular.

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Maglio Pérez.