Santiago a Mil 2018, «La viuda de Apablaza»: La tragedia de un amor arrebatador

El clásico de Germán Luco Cruchaga se erige como un montaje vivaz, en donde cada detalle de la realización escénica es cuidado meticulosamente, como si se tratara de un cuadro costumbrista del pintor Mauricio Rugendas. En este sentido, la luz juega un papel crucial, pues va enfocando las distintas escenas a través de un claroscuro que va destacando u ocultando a los personajes, no solo para lograr intimidad, sino para introducirnos a los espectadores en el alma misma de aquellos.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 13.01.2018

Este emblemático texto de la dramaturgia nacional escrito en 1925 por Germán Luco Cruchaga (1894-1936), principal exponente del criollismo y uno de los gestores del teatro nacional, retorna este verano luego de haber sido elegida el 2016 por el Círculo de Críticos de Arte como la Mejor Obra Nacional. Bajo la dirección del destacado director Rodrigo Pérez [1], y protagonizado por las impecables actuaciones de la gran Catalina Saavedra como La viuda, y de Francisco Ossa, catalogado el 2016 como “hombre del año del teatro chileno” [2], interpretando al Ñico, La viuda Apablaza [3] se convierte en un imperdible de esta versión de Santiago a Mil 2018.

Un argumento claro y consistente se va tejiendo en el transcurso de la obra, el cuasi romance incestuoso entre una viuda y su cuasi hijo, cuyo telón de fondo es el Chile campesino de los años veinte, cuadro criollista que envuelve una pasión arrebatadora que finalmente se transforma en una tragedia la cual hasta nuestros días nos estremece.

La Viuda de Apablaza se erige como un montaje vivaz, en donde cada detalle de la realización escénica es cuidado meticulosamente, como si se tratara de un cuadro costumbrista del pintor Mauricio Rugendas. En este sentido, la luz juega un papel crucial, pues va enfocando las distintas escenas a través de un claroscuro que va destacando u ocultando a los personajes, no solo para lograr intimidad, sino para introducirnos a los espectadores en el alma misma de aquellos. Junto con esto, tanto la música como los efectos sonoros resultan fundamentales para capturar la atmósfera a través de las melodías populares que algunas de las figuras (sobre todo Celinda) van entonando con gran talento vocal.

De este modo, el carácter vívido y dramático de la realización escénica es potenciado por el histrionismo de los actores, cuya corporalidad se manifiesta no solo en los movimientos corporales que ejecutan, sino en la postura y gestus que van desarrollando a lo largo del montaje. Lo que se evidencia en la transformación de la corporalidad tanto de la Viuda como de Ñico, ya que, mientras ella en un comienzo mantiene una posición corporal erguida, rígida y sumamente ordenada – acorde a su carácter y comportamiento-, luego va adquiriendo una postura cabizbaja, desgreñada y despreocupada de su apariencia, a causa de los sufrimientos que padece por su desventurado amor hacia Ñico y el usufructo que éste hace del fundo del cual ella era ama y señora. A su vez, la degradación en la figura de la Viuda, es inversamente proporcional a la evolución de Ñico, quien se va empoderando de la situación una vez que La viuda le da la potestad tras confesarle su amor, hecho que tiene como efecto que éste forje su carácter y “se haga hombre”, como lo era su padre.

En este sentido, la corporalidad es en La viuda de Apablaza signo de poder, lo que se evidencia en las relaciones jerárquicas entre los distintos personajes, y las formas en que cada uno de ellos se posiciona kinésica y proxémicamente en la escena. Solo a modo de ejemplo, los peones del fundo actúan como perros cuando La viuda está al mando, andando en cuatro patas y ladrando.

Tales relaciones jerárquicas contienen implicancias interesantes de ser analizadas, ya que se tensiona el constructo de poder hombre-mujer al ser la viuda la que detenta el poder en el fundo, pero lo hace por medio de una caracterización masculina, ya que se dice de ella que “era más hombre que todos los hombres”. Así, su poderío es tal solo al poseer un carácter masculino de dominación, y pierde tal poder, al entregarse a la debilidad propia de las mujeres, sus sentimientos: el amor. Visión estereotipada acorde al contexto de producción de la obra, pero al mismo tiempo rupturista al darle un rol agencial y vigoroso al personaje femenino principal, hecho que hasta entonces no había ocurrido en la escena teatral chilena e incluso en la literatura, en donde las mujeres habían sido sujetos-objetos pasivos y no agentes de sí mismas.

Un “cariño malo” como el bolero de Palmenia Pizarro, es el amor arrebatador que siente La viuda por Ñico, quien lo crió para dominar (ella no tuvo hijos propios), y una vez que éste lo hizo, ella se vio desplazada de su poder. Resulta interesante de considerar aquí el tema de las “madres y huachos” en la literatura chilena, abordado in extenso por Sonia Montecinos en su ensayo titulado de igual forma, porque La viuda funciona como una “madre postiza” para Ñico, pues lo recogió de la orfandad (era hijo natural del finado Apablaza) y le dio un hogar, hecho por el cual ella se siente con la potestad de dominarlo, pero a su vez, resulta ser el impedimento por el cual Ñico no corresponde a su amor -además de que él ama a la sobrina de La viuda, Florita-, confluyendo de este modo, dos subtemas importantes en su relación: la deuda y la culpa, ambas los unen y separan, convirtiendo el cuasi romance en una imposibilidad que lleva a La Viuda al suicido al verse marginada de todo lo que era suyo.

 

[1] Quien esta temporada también dirige, a través de Fundación Teatro a Mil Violeta Parra: Al centro de la injusticia, además de una nueva versión de Diatriba, el desaparecido de Juan Radrigán, y actúa en el montaje Pompeya.

[2] Andrade N. Magdalena, El «hombre del año» del teatro chileno, Wikén, El Mercurio, viernes, 09 de septiembre de 2016. En: http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=287659

[3] “La viuda de Apablaza se estrenó en GAM el 11 de agosto de 2016 y estuvo en cartelera hasta el 1 de octubre. En enero de 2017 se realizó una función en el Festival Quilicura Teatro y tuvo otra temporada en GAM desde el 20 de abril hasta el 6 de mayo.  En el plan de circulación GAM, la obra se presentó en el Teatro Municipal de Temuco”. En: http://www.gam.cl/teatro/la-viuda-de-apablaza/

 

La luz juega un papel crucial en «La viuda de Apablaza», pues va enfocando las distintas escenas a través de un claroscuro que va destacando u ocultando a los personajes, no sólo para lograr intimidad, sino para introducirnos en el alma misma de aquellos

 

Ficha técnica:

Autor: Germán Luco Cruchaga | Dirección: Rodrigo Pérez | Elenco: Catalina Saavedra, Francisco Ossa, Cristián Carvajal, Jaime Leiva, Marcela Millie, Carolina Jullian, April Gregory, Guillermo Ugalde y Marco Rebolledo | Diseño integral: Catalina Devia | Música y diseño sonoro: Juan Pablo Villanueva | Asistencia de escenografía: Nicolás Jofré | Realización escenográfica: Rodrigo Iturra | Realización de vestuario: Sergio Aravena | Producción: Maritza Estrada

«La viuda de Apablaza» es una producción GAM

 

Crédito de las fotografías: Archivo de la Fundación Teatro a Mil