«¡Diez cosas que ocurren en toda peste! ¡La novena te sorprenderá!»: Lecturas de un chileno confinado en Barcelona

Este artículo intenta realizar una comparación entre las observaciones del escritor inglés Daniel Defoe —referidas a la peste de 1665 y contenidas en su libro «Diario del año de la peste»— y lo que sucede hoy en día con el coronavirus. El autor de este texto ha podido tomarle el pulso en España a los estragos causados por la pandemia (país en el cual cursa sus estudios de doctorado) y cree sinceramente que sus anotaciones pueden servir a fin de afrontar idéntica situación en estas latitudes.

Por Camilo Arancibia Hurtado

Publicado el 20.3.2020

En 1665 la peste bubónica cobró cien mil víctimas en Inglaterra y Daniel Defoe (el escritor más conocido por su novela Robinson Crusoe), que a la fecha tenía sólo cinco años, decidió cuando rondaba los 50 escribir un relato novelado, una suerte de crónica ágil sobre los acontecimientos que mermaron su querida Londres.

De esa forma es publicado en 1722 Diario del año de la peste, que sigue las ¿aventuras? de un confinado en la capital inglesa y de lo que su ojo logró ver por la ventana de su casa.

Pese a que la peste de esos años y el coronavirus difieren en muchas cosas (letalidad, la primera), es interesante observar las analogías que se suscitan:

 

1. NO, SI ACÁ NO VA A LLEGAR: “Estuvieron convencidos de que la epidemia no llegaría hasta allí, o por lo menos, de que si llegaba, sería ya con mucha menos violencia”, y pareciera que Defoe está escribiendo en estos días.

Alejar las posibilidades (teorizar conspiraciones, elucubrar con la temperatura del virus, etcétera) es parte de nuestro repertorio diario de pensamientos humanos, hasta que recibimos la maldita noticia:  “… se rumoreaba que el Gobierno iba a ordenar  que se interceptasen los caminos con vallas y torniquetes para impedir que la gente viajara, y que las ciudades de los caminos no iban a albergar a ningún londinense por temor a contagio…”, escribe Defoe y entonces empezamos a ver la realidad de otra manera.

 

2. ESCENAS DANTESCAS: Profetas desvariando, los ricos huyendo a su segunda residencia, criadas abandonadas por tener fiebre, familiares abandonados por tener la peste, madres matando a sus hijos, etcétera. Lo usual en el siglo diecisiete. ¿Y hoy? Una leve tos nos hace desconfiar del de al lado, no tocamos el botón del ascensor, desarrollamos técnicas para abrir las puertas, guardamos un metro de distancia (¿cuánto es realmente esa medida?), dudamos de si ir a un funeral / matrimonio, ¿podemos seguir viéndonos con el match de Tinder?, ¿con nuestra polola? ¿Y si sus padres son viejos o están enfermos o ambas?

Hasta que no sea oficial, #Quédateencasaigualmente y así no te contagias ni contagias o, en terminología anterior, “no llevas el mal sin saber”.

 

3. SE PROHÍBEN LOS COMBATES DE OSOS: El acceso a lugares públicos se limita desde siempre y por ello la libre circulación en las calles es restringida severamente sólo para lo necesario. Por lo mismo, restaurantes, pubs, tabernas, bares y: “juegos con osos encadenados, canto de baladas, lucha con escudos, están completamente prohibidas, y las partes ofensoras serán severamente castigadas por los concejales en su distrito”. Si no está en las causales permitidas, mejor no exponerse a la multa o, peor, caer en algún tipo de delito relativo a la salud pública.

 

4. DÉNTRATE TE DICEN (CON COMIDA Y…): Defoe fecha en 1603 como la primera vez en que se aplicó la medida del encierro en casas para hacer frente a la peste.

Como sea, en Barcelona estamos en eso hace una semana y, pese a la controversia sobre el privilegio de clase que implica, la verdad es que a todos nos debe pillar con alimentación y “otras cosas imprescindibles”. “En primer lugar, como tengo facilidad para amasar y batir, salí y traje dos talegas de harina, y durante varias semanas cocimos nuestro propio pan; también compré malta, e hicimos tanta cerveza como podían contener las vasijas de la casa”. “El vino levanta el ánimo y permite luchar contra el abatimiento”. Ahí cada uno verá lo necesario para su enclaustrada subsistencia.

 

5. LOS “GLOVO” DE ANTES: Partamos por la constatación más simple: quienes se desempeñan como trabajadores precarizados en bicicleta son los más pobres. Hecha esa obvia prevención, no es difícil entender que en el 1600 pasara exactamente lo mismo. Quienes enterraban a los muertos y abastecían a quienes se refugiaban en sus barcos en la bahía (mercaderes) cumplían una función esencial y muy riesgosa. No extraña entonces que el protocolo de entrega de paquetes hoy sea el mismo que en esa época: dejar el encargo en la puerta y alejarse. “Muy pocas veces subo a bordo de uno de estos barcos, sino que casi siempre le doy lo que les traigo en uno de sus botes y ellos lo izan a bordo”. El miedo materializado.

 

6. LA PRIMERA LÍNEA DE LA SALUD: Resulta triste saber que un significativo porcentaje de médicos, enfermeros y demás personal sanitario, está muriendo. No es vano señalar que ellos están librando una batalla difícil y que los pone frente a decisiones moralmente complejas: a quién le damos la cama, a quién no, quién se salva, quién no, etcétera. Por lo mismo, Defoe resalta su función épica: “Hacerles un elogio al decir que arriesgaron sus vidas hasta el punto de que las perdieron al servicio de la humanidad”. En Barcelona y en otras partes del mundo, sagradamente a las 20:00 horas tiene lugar un aplauso y cacerolada masiva en honor a quienes están cara a cara con la muerte. No ayuda a que no mueran, es verdad, pero nos mantiene dentro de lo que se puede, conectados con ellos y su valentía.

 

7. MASACRE DE MICHIS: Si en la época de Defoe se dio orden inmediata de matar a gatos y perros pues, al desplazarse de un lado a otro, podían: “llevar los efluvios o pestilencias de los cuerpos contaminados en su cuerpo” (se estima que 40 mil perros y 200 mil gatos fueron asesinados), hoy por hoy la OMS ha señalado que: “no hay evidencia de que las mascotas como los gatos o los perros puedan infectarse con el coronavirus.” Puro amor, compañía y la limpieza obvia.

 

8. DE PÓCIMAS Y FAKE NEWS: Hace poco supimos de un predicador argentino que prometía con alcohol gel y nardo puro: “vencer el coronavirus y la misma muerte.” Es lo que Defoe llamaba “falsos magos”. Ofrecían sus pócimas y la gente corría eufórica a su encuentro. Pero hay más. Lo que esos curanderos de pacotilla esparcían era también pánico innecesario haciendo pensar a todos en el apocalipsis en la tierra. Fake news pura y dura.

Esperemos que a quienes siembran el pánico por audios de whatsapp, en twitter, en youtube y no ayudan a la real prevención, les pase lo que Defoe definió como “manifestación de justicia divina”: luego de la peste, desaparecieron, se hicieron humo.

 

9. OJALÁ DURE LA HERMANDAD DE ESTOS DÍAS…: Es verdad, todos nos hemos sentido unidos por la situación que nos aflige. Aplausos, cantos desde balcones, solidaridad y comunidad. “Otro año de peste hubiese reconciliado a todos”, escribe Defoe y pareciera que sólo cuando ocurren estas calamidades nos damos cuenta de que el ser humano no es sólo egoísmo y transacción. Pero bueno, sabemos que también somos una especie salvaje y el escritor londinense, con mirada retrospectiva, escribe su pesimismo: “Se me tachará de injusto pero volvió a instaurarse entre nosotros todas las formas de la iniquidad, tal como yo mismo he podido ver con mis propios ojos…”. Descorazonador.

 

10. UN ESTADO DEL SIGLO XXI (NO DEL XVII): Pero terminemos de otra manera. Como decía un profesor: se puede ser un pesimista de la razón, pero debemos ser optimistas de la voluntad. Si pensamos en todas esas bellas acciones que se han dado entre ciudadanos, podremos vislumbrar que hay un ansia por cuidarnos unos de otros. El lugar donde aquello debe tomar forma es en el Estado, uno que en el siglo XXI debe proveer las condiciones materiales para nuestra protección.

Esta crisis va a develar algo que ya sabíamos: que nuestro sistema de salud es precario. Las estimaciones de fallecidos e infectados son terribles. Por lo mismo, no podemos olvidar a los muertos en el mundo, a los que mueren diariamente en los pasillos de los hospitales en época normal y a los que van a morir en los próximos días en Chile por el coronavirus.

Un sistema de salud acorde y nuestra responsabilidad individual puesta al servicio del país, serían el mejor homenaje.

En una de esas logramos que no tenga que escribirse otro Diario del año de la peste tan trágico.

 

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Camilo Arancibia Hurtado (Viña del Mar, 1985) es escritor y académico de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, máster en derecho por la Universidad de Chile y máster en literatura comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona. Fundador del Seminario de Arte y Derecho y administrador de la página de Facebook del mismo nombre. Actualmente se encuentra cursando sus estudios de Doctorado en Filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha publicado artículos y columnas en diversos medios.

 

La edición utilizada por nuestro colaborador: «Diario del año de la peste», de Daniel Defoe (Bruguera, Barcelona, 1985)

 

 

Camilo Arancibia Hurtado

 

 

Imagen destacada: «El triunfo de la Muerte» es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Un óleo sobre tabla, pintado hacia el año 1562.