La fiesta del «Decamerón» en el Chile de Evópoli

Aburridos de la cuarentena por la pandemia del coronavirus, los dueños del país neoliberal toman sus aviones e helicópteros, y desde Santiago se trasladan a Reñaca y a Zapallar para seguir con el banquete —extender el jolgorio—, y así emular a los personajes de la obra del escritor medieval italiano Giovanni Boccaccio, los cuales se refugian en una villa a las afueras de Florencia, con el propósito de huir de la peste negra.

Por Walter Garib Chomalí

Publicado el 13.4.2020

A los supermercados Líder (Walmart), Unimarc y Jumbo, el Tribunal de la Libre Competencia, les aplicó una multa aumentada por la Corte Suprema, que asciende a 21 millones de dólares. Suma que parece enorme, sin embargo, ya ha sido recuperada con creces por los infractores. En nueve años de investigación, supieron cómo resarcirse y juntar peso a peso en la alcancía, el monto de la multa. Si en Santiago hay en venta, mansiones que valen 8 millones de dólares, la suma es ridícula y mueve a risa.

Se remontan los hechos a 2008-2011, donde los pollos en una asamblea general se quejaron de ser metidos en una misma canasta y vendidos a idéntico precio. ¿Y dónde quedaba el pedigrí de estas aves, hijas de la reina y el rey del gallinero? Apresurado, Unimarc indicó que: «No compartimos el fallo porque tenemos la profunda convicción de no haber participado en ninguna coordinación de precios con nuestros competidores”. Frase conmovedora que revela el espíritu empresarial y corporativo del grupo.

Desde luego, no son competidores, son sus asociados, como los dueños del litoral chileno y quienes tienen el monopolio del agua, las carreteras, la electricidad, el gas… Explicación destinada a abusar de la ingenuidad de los borregos, que igual compran a ojos cerrados. Confían en la honorabilidad de los pollos, vale decir, en los dueños de los pollos y de los papás gallo y gallina. Entonces, la culpa sería del departamento de aseo por borrar los precios de tanto pasar los traperos en los pasillo o de quienes los marcan y se copiaron entre sí. Todo se trata de una desgraciada coincidencia, incluso, cuando se reunieron a confabularse. Lo que se llama solidaridad empresarial en privado y competencia en público. Amor a la creatividad ajena, en un mundo donde pierde, quien pestañea.

¿Dónde estaban los gerentes? Desde luego, haciendo negocios internacionales y ajenos al trabajo de faenar, desplumar —también al consumidor— envasar, remarcar los precios de los pollos y distribuirlos a lo largo del país. Ni siquiera comen pollo, producto que es base en la alimentación de la mayoría de los hogares, de la dorada “clase media”, la regalona del gobierno. Ahora, aburridos de la cuarentena, del surmenage, toman sus aviones e helicópteros y desde Santiago, se trasladan a Reñaca y Zapallar, para seguir la fiesta, emulando a los personajes del Decamerón (1352), de Giovanni Boccaccio.

Nada se ha sabido si concurrirán a clases de ética, donde al compás de “los pollitos dicen, pío pío, cuando tienen hambre y tienen frío…” deben estudiar los postulados de Aristóteles y Kant entre otros. No de los Chicago Boys. Aún permanece fresca en la memoria colectiva, el caso del joven que cumplía condena en la cárcel de San Miguel, por vender disquetes pirateados en la calle y moría en el recinto, a causa de un incendio.

Coludirse es una práctica de vieja data y quienes la practican, no son almaceneros de barrio o mujeres que venden tortas de Curicó o dulces de La Ligua en las carreteras. Ni siquiera se trata de vendedores callejeros, hijos de la cuneta, que entre calcetines, calzoncillos y chucherías, a veces hay una novela de calidad. Es privilegio de señoritos empingorotados, de pijes fanfarrones, coludirse —muchos originarios del advenedizo medio pelo— que juzgan una genialidad engañar al Fisco, cuando eluden impuestos. Piensan que es una estupidez entregarles recursos al Estado. Agregan que es responsabilidad de las empresas y el gran capital, asumir la dirección de la economía en su integridad, y dar trabajo a la población.

Como privilegiamos la ingratitud, no se valora la generosidad de las personas que se desvelan por la grandeza de Chile, mientras idean cómo robarle al consumidor. Es éste, al fin de cuentas, quien paga las multas.

 

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Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal.

 

Walter Garib Chomalí

 

 

Crédito de la imagen destacada: Agencia Uno.