[SANFIC 21] Ceremonia de inauguración: Te extraño Billy Crystal

Estos 47 minutos reflejan el estado actual del cine chileno, una industria audiovisual sin imágenes y carente de música, desprovista de guion, menos de claridad, pero siempre con un hambre insaciable de financiamiento estatal (por ello con un terror atávico a la figura de José Antonio Kast), y la cual todavía no aprende a contar historias, ni siquiera una que dure menos de 1 hora.

Por Antar Venegas Novakovic

Publicado el 18.8.2025

Este domingo, después de un taco de aquellos y apenas arribado de la tierra de los queltehues, té en mano, me preparo para ver la ceremonia de apertura de SANFIC 21, cuestión que hago un poco obligado por las circunstancias después de que la industria del cine llegara a mi vida a través de algo así como un «portonazo» ocurrido el 15 de septiembre del año 2023 con el estreno en Netflix de la película El conde, filmada por la más grande empresa audiovisual nacional, la productora Fábula.

Con todo, el Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC), en su versión número 21, es cofinanciado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, presentado por Fundación Corpartes, producido por Storyboard Media y apuntalado por una gran cantidad de media partners, sedes, colaboradores, mercados y festivales asociados, hoteles y otros.

Pueden ver esta larga lista en la página de Sanfic Industria. Mucha gente.

Sin embargo, ¿qué pasó anoche en el Cinépolis de La Reina? ¿Olvidaron que todos somos expertos en cine?

Esa es una de las maravillas de este oficio. No pasa así con los autos o los viajes, algunos accesibles, otros eternamente prohibidos. En cambio cuando hablamos de cine, todos hemos manejado un Lamborghini o viajado en primera clase.

Los 47 minutos de apertura del SANFIC 21 reflejan con fidelidad el estado actual del cine chileno. Una industria carente de creatividad, sin fondo, no sin fondos, que trabaja «a la rápida».

Mientras miraba a la actriz Mariana Loyola, presentadora del evento, me acordé de Billy Crystal y sus monólogos de diez minutos en las ceremonias de los premios Oscar, eso en la década de los 90 y siguiente cuando yo y mis hermanos ya teníamos un doctorado en buen cine.

Así, y mientras veo este abrir la fiesta del cine chileno, aparte de extrañar al gran Billy, pienso en varias cuestiones.

Me van brotando, por así decirlo, casi sin querer, estas preguntas o reclamos desde mi posición de experto consumidor; toda la industria del cine chileno concentrada en estos 47 minutos, todo el conocimiento, todos los recursos, todo el saber hacer de la industria detrás de esta presentación, todo.

Y el resultado, una ceremonia pobre, mal iluminada, vacía, tartamuda. Todo este gran lote de empresas y de profesionales contaron con un año para preparar estos 47 minutos, la apertura de la fiesta del oficio amado, la fiesta del buen cine.

 

Una experiencia cultural o lo que alcance

Tuvieron un año para escribir un guion, para aprenderlo. Mariana Loyola no supo leer, al menos leer en público frente a sus pares con una cámara apuntándole. La estoy viendo mientras escribo esto y sufro otra vez.

Loyola avanza en la presentación, se le pierden las palabras, las alarga, mueve las manos sin destino. Cabeza agacha improvisa y hace bromas sobre la marcha mientras escolta, desde atrás, a cada uno de los oradores, pésima idea.

Todos leen, menos De la Iglesia y Gabriela Sandoval. Loyola continua, se la comen los nervios, se toca sus anillos mientras reacciona a cada párrafo, aplaude, se queda pensando, mira la pantalla fome que acompaña todo el evento.

Y sigue el acomodo, sigue estirando esa tela blanca, se arregla el cuello, suspira, se frota las manos, se mira las uñas, se sube lo que sea que haya abajo de ese vestido mientras nuestra ministra Carolina Arredondo anuncia las 50 lucas del pase cultural para comprar una «experiencia cultural», o lo que alcance.

No había guion para chistes, cada uno improvisó el suyo; chistes de pelados y presbicia. Otro detalle, en esta fiesta no hubo música, que siempre es la mitad de todo. Una fiesta del buen cine sin música.

En medio de este funeral, la pantalla muerta es resucitada por un carrusel de escenas elegidas de las tantas películas del director homenajeado Alex de la Iglesia que, a todo esto, Loyola presenta como jugando a actuar presentando.

Sentado en primera fila, a De la Iglesia no le hace ninguna gracia esto, no se le mueve un pelo con la presentación pensada seguro, por un par de adolescentes.

Estos 47 minutos reflejan el estado actual del cine chileno. Un cine sin música, sin guion, sin claridad. Un cine con hambre sin fin de financiamiento, pero que todavía no aprende a contar historias, ni siquiera una de 47 minutos.

No sabe fabricar personajes. Vemos a los mismos de siempre, que actúan todo igual, personajes vacíos, sin alma, salvo claro, excepciones.

Uno, consumidor experto, no engancha con ellos, no terminas de conocerlos, de entenderlos. El cine chileno es un cine flojo, hecho a la rápida, que se premia a sí mismo, es un cine de 47 minutos mal preparados, inseguro, con fondos, pero sin fondo espiritual y menos emocional.

¿Este es el reflejo del amor de la industria chilena por el oficio del cine, es justo pensarlo, no?

Por aquí sale, por aquí exudan los vicios de la industria nacional, por aquí puedo sentir cuánto me quieren como consumidor de cine nacional. Es como asomarse por una ventana a mirar eso que pasa adentro. No se puede evitar, sale no más.

¿Quién organizó esto?

 

Todo se trata de dinero

Apago el computador y ya no quiero más.

Me quedo pensando tratando de dormir, en Chile hay buenos actores, pienso, hay bueno de todo, pero ¿qué pasa?. Me siento intoxicado de nada, de vacío, de falta de fondo. No quiero seguir en eso y pienso en Bilyl Crystal y sus monólogos; el hombre parece liviano, natural, sin un átomo de temor ni a la cámara ni al público, con su guión estudiado, disfrutando el ser presentador, haciendo lo que sabe.

No necesitamos otro Billy Crystal claro, pero tampoco necesitamos esto que nos ofrecen.

Al fin y al cabo, creo, todo se trata de dinero, del querido y bien amado buen billete.

No es hacer buen cine, es hacer dinero, no es contar buenas historias, es hacer buenos negocios. Así como en la política, en el cine pasa lo mismo.

Ahí están ellos, en las teleseries, en el teatro, en la publicidad, en las películas, las mismas caras de siempre, padres, hijos, nietos, perpetuándose en la pantalla financiada con el dinero de los ciudadanos más pobres de Chile.

Aparecen por doquier, una y otra y otra y otra vez acaparando todo, como si no existiera nadie más. Muero de aburrimiento.

Esta noche de apertura no necesita más explicación, es lo que es, una invitación a más de lo mismo, las mismas caras, la misma mediocridad, la misma queja porque la plata puede ya no llegar y, poco trabajo, poca creatividad, poco sufrimiento, poco fondo, poca pasión y amor «a secas».

 

Inauguración de Sanfic 21

 

 

 

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Antar Venegas Novakovic (1972) es un escultor, diseñador y mueblista chileno.

 

 

 

 

Antar Venegas Novakovic

 

 

Imagen destacada: Alfombra roja de SANFIC 21.