«Bab’Aziz, el sabio sufí», de Nacer Khemir: De lo divino y de lo mundano en el mar del desierto

Esta película de 2005 -a partir del guión que el realizador coescribió con el veterano Tonino Guerra (colaborador del maestro Fellini)- es una historia mística que refleja el universo del Islam espiritual. La interpretan actores desconocidos en Occidente y que encarnan bien a sus personajes, donde destacan los protagonistas Parviz Shahinkhou (como el anciano Bab’Aziz) y Maryham Hamid que es su nieta Ishtar. Rodada en el calor de la arena, nos sumerge con su cuidada fotografía a un mundo muy especial donde se vivencia la grandeza del cielo. La banda sonora es del genial Armand Amar, y el tema «Poêm of the Atoms» («El poema de los átomos») estremece por su belleza.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 23.11.2018

 

«Tres mariposas estaban delante de la llama de una vela. La primera se acerco y dijo conozco el amor, la segunda rozó la llama con sus alas y dijo yo sé cómo quema el fuego del amor, la tercera se lanzó al centro de la llama y ardió. Sólo ella sabe lo que es el amor verdadero».
Dicho Sufí citado en la película

 

Un universo de arena

La acción de la película transcurre en el desierto. El desierto, un lugar inmenso como un mar pero de fina arena. El realizador nos sumerge en él, en su profundidad bajo la aparente sencillez, en sus tórridos días y noches intensas. Es bella la escena inicial, vemos tras una tormenta de arena a la niña Ishtar saliendo de su escondrijo, observa a dos pequeños pájaros (ha vuelto la calma) y localiza semienterrado a su abuelo ciego gracias a su bastón que sobresale en una montaña de arena, con ternura le ayuda a sacudírsela. La pequeña no encuentra su bolsa y Bab’Aziz la tranquiliza diciéndole que no se moleste porque hasta las dunas han cambiado de sitio, el anciano es un derviche y conoce-respeta la dinámica del poderoso desierto. E Isthar la irá aprendiendo junto a él en su travesía, así cuando Bab’Aziz le comenta que algunos cruzan montañas, otros el mar… la niña añade que ellos cruzan el desierto.

 

Derviches

Un derviche es un asceta, un místico, una persona pobre y humilde imperturbable a cualquier “provocación” del mundo material. El derviche se entrega al amor divino buscando fundirse en él (en el más allá) y mientras no llega ese momento vive sin preocupación alguna al servicio de todos.

Sin duda la más conocida expresión del ser derviche es su danza-meditación sema. Los derviches mevleví giran sobre sí mismos con los brazos extendidos simbolizando la liberación del ego, la ascensión espiritual  por el amor divino. En la película vemos en una magnífica escena a uno de ellos danzando en la cúpula abierta al cielo de una mezquita bajo la arena del desierto.

Bab’Aziz se dirige a una reunión de derviches, no ve y no sabe dónde se hará, confía en encontrar a los demás porque confía en Dios. Su fe es la del derviche, así se lo dice a su extrañada nieta Ishtar: “quien tiene fe nunca se pierde, quien está en paz no perderá su camino”, le explica que basta con andar, cada cual encontrará su propio camino. De este modo, al ver a Zaid, un joven que también va a la reunión, el abuelo le comenta cómo ir allí: “cada uno usa su don más preciado para encontrar el camino, el tuyo es la voz, canta y el camino aparecerá ante ti”.

Ishtar en principio no está de acuerdo en acompañar a Bab’Aziz pero cuando este empieza a relatarle una historia interesante decide hacerlo para así saber el final, dulcemente le dice que cuando se la cuenta antes de dormir siente menos el frío de la noche. Y la historia empieza precisamente por “Érase una vez, muchas lunas antes de nuestro tiempo, en un desierto como éste…” la luna como referencia y luz de la noche, la luna que rige el calendario musulmán y es tan importante en el mundo de los derviches.

La historia que explica es su propia historia, de cómo dejó de ser un príncipe y se convirtió en derviche. Se nos muestra a un joven Bab’Aziz insatisfecho en su condición de privilegiado príncipe; un día siguiendo a una gacela encuentra un estanque y queda absorto mirando el agua. Allí permanece largo tiempo al cuidado de un anciano derviche que comenta a unos extrañados sirvientes del príncipe: “Sólo quien no está enamorado ve su propio reflejo. Él está contemplando su alma. No lo despierten, podría salir volando”. Y quien “vuela” desapareciendo es el anciano derviche en el momento en que Bab’Aziz sale de su estado contemplativo. Este se viste con su ropa y coge su bastón, ahora él es el derviche que caminará sin apenas posesiones por el desierto, así hasta convertirse en el sabio anciano que es.

La obra también nos cuenta la historia de otro derviche de llamativa cabellera rojiza que es acusado por Hussein, un joven devoto, de haber matado a su hermano. Hussein está encolerizado buscando al derviche que siempre recita “Barre con tu alma ante la puerta de tu amor, sólo así serás su amante”. Cuando finalmente se encuentran éste le explica que fue el hermano quien siendo noche de luna llena se introdujo en una tumba y le pidió que la sellara; él como derviche que es lo hizo por amor, para cumplir su deseo.

De la vida de estos dos derviches singulares a la vida de dos jóvenes sin aparente vocación que se relacionarán con ellos.

 

 

Otras gentes

Se nos muestra al joven Osman tirándose a un pozo, tras ser rescatado explica a la gente que busca su palacio, Bab’Aziz se acerca y le pide que le cuente su historia, en su voluntad de servicio le comenta que le reconfortará explicarla. “La primera vez que me caí dentro de un pozo aparecí en un palacio. ¿Dónde está mi palacio ahora?”. Cuenta que él era portador de arena como sus antepasados pero no quería seguir la tradición, quería ir “allí donde no hay arena”. Y pretendió sin éxito que le acompañara su amigo Hussein (el de la historia del derviche pelirrojo) quien es un hombre devoto cuyo hermano gemelo vive entregado al placer mundano. A Osman le piden que antes de marchar entregue una carta de amor a una mujer, lo hace y se la lee pero llega su esposo, el joven huye y cae en un pozo. De repente está en un bello palacio lleno de chicas, todas le quieren pero él sólo ama a una y quiere marchar con ella. La joven le dice que vaya primero a ver un fuego que hay fuera y luego se irían juntos. Él salió pero allí en el desierto sólo había una palmera ardiendo, al darse la vuelta ya no había ni palacio ni amada. Y aún sigue buscándolos. La gente lo cree loco pero alguien le apoya: “¿Quién está loco? El loco no es siempre el que creemos. Ven con nosotros puede que encuentres un palacio”. Bab’Aziz se desvía en otra dirección y le recuerda a su nieta que cada uno tiene su camino (el de Osman y aquella gente no es el del derviche).

Y la película se centra también en el joven cantor Zaid. Este se encuentra a Ishtar que se perdío siguiendo a una gacela (emulando a su abuelo), él la cuida y le explica su historia. Zaid en un recital cantó El poema de los Átomos. Noor, una joven que lo escucha llora emocionada, le dice que el poema lo escribió su padre y tras pasar la noche con Zaid se va dejándole una carta en la que explica que su voz era un mensaje de su padre sufí. Ella se ha cortado su cabellera y ha cogido el pasaporte y la ropa de el joven para ir como hombre en su búsqueda. Cuando Zaid finaliza su relato Ishtar abre los ojos y le pregunta con viveza si está enamorado. Y claro que lo está. Reemprenden el camino los tres juntos abuelo, nieta y Zaid, este lleva el gato negro de Noor. Ishtar cree que él no puede ir a la reunión porque no es un derviche y Zaid comenta que: “Todos tenemos una tarea que cumplir, lo demás no importa tanto siempre que no olvides esto. Pero si recuerdas todo menos esto es como si no supieras nada”. Y llegan finalmente al lugar de reunión donde el joven encontrará a su amada Noor vestida de blanco cantando, se ven y se sonríen cómplices.

 

 

Olvido, nacimiento y muerte

Bab’Aziz le dice a su nieta repasando con ternura el hoyuelo de su barbilla que lleva la marca del ángel en su cara: “Los bebés en el útero de su madre conocen todos los secretos del universo, pero justo antes de nacer llega un ángel y les pone el dedo sobre la boca para que lo olviden todo. Como recuerdo de esta sabiduría perdida algunos, como tú, tienen una marca en la barbilla. Es la marca del ángel”, ella le pregunta si llega un día que lo recordamos todo y el anciano tocándose su blanca barba le responde: “¿Quién sabe?”.

Cuando al final de la obra llegan a un lugar lleno de tumbas vacías, Bab’Aziz le recuerda a su nieta el beso del ángel diciéndole: “Ha llegado el momento en que encuentre lo que había perdido”. Se abrazan, el anciano le regala su colgante afirmándole que donde quiera que ella esté él estará. Y le comenta que el lugar de reunión está ya cerca, que no olvide recordarle a Zaid que está ahí para cantar junto a los derviches. Ishtar acepta la decisión de su abuelo e incluso la vemos bailando al llegar junto a Zaid a su destino. La niña entiende la muerte como una etapa y sigue su vida sin el peso del dolor por la pérdida momentánea.

Bab’Aziz se prepara para morir, llega el devoto Hussein, el anciano le comenta que le estaba esperando para que fuera testigo de su muerte, y él confiesa temerla, el derviche afirma que precisamente por eso ha de ser él: “Si al bebé en la oscuridad del útero materno se le dijera que fuera hay un mundo de luz con altas montañas, grandes mares, onduladas llanuras, hermosos jardines en flor, arroyos, un cielo lleno de estrellas y un sol ardiente. Y tú frente a todas estas maravillas sigues encerrado en esta oscuridad. Igual que el nonato no sabe nada de estas maravillas, yo no creeré nada de esto. Como nosotros cuando nos enfrentamos a la muerte, por eso tenemos miedo”. Hussein responde que la muerte no puede ser luz porque es el fin de todo, a lo que Bab’Aziz sentencia: “¿Cómo la muerte puede ser final de algo que no tiene principio?” y  le hace ver que este acto es su noche de bodas, su matrimonio con la eternidad. Le pide que no esté triste, que le deje a solas y vuelva para cubrir su cuerpo con arena. Así lo hace cogiendo su ropa y bastón. Ahora él toma el relevo como en su día hizo Bab’Aziz, ahora él es el nuevo derviche.

 

 

Simbología

El filme está repleto de símbolos universales, de los cuales muchos tienen hondo calado en el sufismo. De entre ellos destaco los que considero más relevantes y expongo lo que entiendo que expresan:

Desierto: O el mar de arena donde la gran escasez de agua limita la vida, en especial la vida vegetal que sólo se encuentra en pequeños espacios (los oasis). Lo interpreto como imagen de la vida entendida como esfuerzo, dureza, dificultad… La vida hostil que esconde sus frutos, sus deleites; la vida que exige gran trabajo para quizás lograrlos. En sentido religioso la penitencia por el castigo para recuperar el paraíso.

Tormentas de arena: Las tormentas no líquidas, las tormentas de polvo seco, las tormentas que asfixian. La imagen del aire inflamado de fuego privado del agua de vida, de la riqueza de la tierra fértil que esta crea.

Palmera en llamas: La palmera como símbolo universal del hombre nuevo que renace. En la película hay una en llamas fuera del palacio de las mujeres. Quizás una alusión al necesario nacimiento de una renovada masculinidad que entienda y respete lo femenino.

Gacela: Para el sufismo, el pastor de gacelas es un hombre muy sabio. Y yo entiendo que todo pastor o pastora lo es en tanto vive en armonía con la animalidad y la naturaleza de este mundo.

Pozo: Símbolo universal del recipiente del agua de vida, de la feminidad. También la profundidad de las aguas, los sentimientos escondidos-reprimidos. En la película el joven cae allí y encuentra el palacio paradisíaco lleno de mujeres, a mi entender reflejo de sus anhelos profundos de unión con lo femenino. Aunque para el sufismo el pozo simboliza el engaño de este extraño mundo en el que vivimos, engaño que hay que vencer mediante el desapego.

Palacio: Símbolo universal de los diferentes estados de conciencia en el viaje humano. Lo entiendo aquí como imagen del paraíso terrenal, el goce de los sentidos que tiene su máxima expresión en el amor carnal verdadero. No obstante el sufismo lo asocia a las personalidades egoicas a superar, los nafs.

Negro y blanco: Zaid viaja con el gato negro de Noor y la encuentra vestida de blanco. A mi entender, el joven reconoce-protege la instintividad femenina temida-escondida (el gato negro) y la joven puede mostrarse en su luz-belleza (la vestimenta blanca).

 

 

A modo de conclusión

La película nos ofrece distintas historias reflejo de diferentes formas de entender la vida ahora y aquí. Se vislumbra en ellas la reconocida inquietud de Nacer Khemir, la intranquilidad de un musulmán que se debate en su fe.

Por un lado está la vida de desapego del mundo material del derviche personificada principalmente en Bab’Aziz quien abandona su privilegiada posición como príncipe para vivir en la pobreza entregado a Dios. Luego Osmar que abandona la humilde tradición familiar para vivir lejos del desierto encontrando un palacio de ensueño con muchas mujeres que le quieren y una a la que pretende entregarse. Pero el ensueño se desvanece y no sabemos si volverá. Bab’Aziz considera que ese no es su camino y se aparta de él.

Hay una tercera vía encarnada en Zaid, quizás un alter ego del realizador. Él lee poemas místicos y conoce a la hija de un derviche poeta sufí con quien hace el amor. Ella le abandona para ir al encuentro de su padre porque lo entiende como una señal. El cantor la busca y en su camino encuentra a Bab’Aziz  e Ishtar, cuando el derviche decide morir le entrega a su nieta (su único apego). Y los dos encuentran finalmente a la amada Noor.

La vía mística del desapego (no sólo en el universo del Islam) es generalmente de-para los hombres, y pocas mujeres la escogen. Entiendo que la mujer como madre suele estar más enraizada en el mundo del ahora y aquí, por tanto le es más difícil abandonarlo todo. Y quizás de forma más o menos consciente en la mujer y por extensión en lo femenino existe rencor-rabia (a mi entender justificado) por la tendencia al abandono del hombre, de lo masculino. Abandono en muchas áreas de la vida en la tierra además de la espiritual.

Y aquí se me plantea una cuestión sobre el amor. ¿Es lícito anteponer el amor divino en el más allá al amor divino en el aquí y ahora? Desde la perspectiva religiosa la creación es un regalo de Dios (no Diosa como fuera antes en el Islam y en tantas otras culturas) ¿Por qué despreciarlo o minusvalorarlo? En el mundo islámico se da mucha importancia al paraíso y parece que lo que priva es alcanzarlo tras la muerte, eso como se sabe en casos extremos lleva a la mala interpretación radical. Pero, ¿no es más importante recrear el paraíso en el ahora y aquí de esta extraña tierra que habitamos? Entiendo que la mayor expresión de amor (llamémosle divino o no) es recrearlo en uno mismo, en las relaciones de pareja, en las relaciones sociales, en el día a día. Sé (y la película así lo refleja) que la gente musulmana comparte, ofrece y respeta; pero (también queda evidente en el filme) la vía espiritual masculinizada relega el palacio del goce, relega la mujer (convirtíendola en tentación-pecado); lo relega como algo “inferior” en comparación a lo divino “superior” del más allá. Y quizás este relegar impide que esta tierra se acerque a ser un paraíso. En todo caso, es mi sentir e intuyo que el del realizador.

 

Dedicado a Manolo, hermano de corazón; a él buscador anda-luz que tanto ama al Islam, a él en tantas enriquecedoras charlas de humeante té.

 

Bibliografía

Diccionario de símbolos y temas misteriosos de Federico González Frías, Editorial Libros del Innombrable en versión web.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

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