«Chanson douce», de Leïla Slimani: El pequeño encanto de la burguesía

Lo más logrado de esta entrega -Premio Goncourt 2016 en Francia- es la mirada extremadamente cínica con la cual la autora consigue representar una sociedad avasallada por un comando inevitable, aquel que dictamina que la familia sigue siendo un convenio incuestionable, casi imposible de eludir, aun cuando el costo sea la muerte de los propios hijos, y donde a pesar de lo terrible del relato, el cinismo que revela en clave de humor negro es digno de aplauso.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 10.4.2018

“Chanson douce”, traducida como “Canción dulce” (“Lullaby” y “The perfect nanny”, títulos en inglés) es la última y más exitosa entrega de Leïla Slimani (1981), periodista marroquí, ganadora del prestigioso premio Goncourt 2016 de novela en Francia.

Esta es una novela que, gracias a su ritmo vertiginoso, así como su trama, astutamente maquillada con cosméticos que la permiten etiquetar como novela de suspense o thriller psicológico, deja entrever una crítica social alarmante, y se transforma en el vehículo ideal para, desde su andén editorial y mercantilmente atractivo como vitrina, documentar una tensión social centrada en prejuicios tan básicos como el racial y el de género.

Myriam y Paul, pareja heterosexual cool parisina, son la copia feliz del edén social. A ella, la abogada post-parto que se ha tomado su tiempo para retornar al trabajo, la vemos en este momento vital. Síntomas como robar objetos en una multitienda la empiezan a alertar: es momento de regresar al entorno laboral. Por otra parte, Myriam no tiene dedos para el piano doméstico. Cuando la nana aparece, ve su libertad retornar y reconoce frente a cada invitado de cada comida, que es la nana la que tiene la casa reluciente; también es la nana quien prepara las delicias que los invitados gozan una y otra vez. El marido, productor musical, medio hippie, medio yupi, es un nítido heredero de la alta burguesía francesa, como vemos gracias al personaje de su madre, quien permanece anclada a valores más sociales, escéptica del advenimiento del consumismo que representa la generación posterior. En una de las visitas a la casa (mal calefaccionada) de la madre de él, Paul decide esconder un rólex que ha adquirido (gracias a un dato de segunda mano), pues le avergüenza que su madre vea que ha caído tan bajo como para comprar un reloj tan caro. “No entendería”, le dice a Myriam cuando ésta la pregunta por qué se ha sacado el reloj de la mano.

La nana, Louise, carga su propio pasado, pero es muy bonita, es rubia, una muñeca que representa muchísimos años menos de los que tiene; una rareza en ese entorno, y también en el studio que alquila a un mezquino arrendatario, quien solo ha cedido a arrendarle el pequeño piso, porque la ve tan limpia, decente y, principalmente, caucásica: rubia. Él mismo reflexiona que prefiere asegurarse con alguien con estos rasgos, confiables y reconocibles, antes que con inmigrantes más oscuros, provenientes de países árabes. La nana llega a la casa parisina con las más altas recomendaciones. ¡Una de sus ex patronas confiesa incluso haber querido tener otra guagua más, solo para retener un tiempo más a Louise!

Es en este espacio donde vemos la sociedad parisina en todo su arribismo y esnobismo. Observamos madres posteando fotos de sus adorables niños online, vemos a ese reconocible marido burgués y bohemio, con su barba y chalecos de lana natural, que usa pantalones apretados e incómodos para ir al trabajo. Vemos aquella libertad hipotecada por padres que sienten que deben tener estos hijos, a la vez que necesitan un distanciamiento de sus propias familias. Myriam palmotea en esta burbuja burguesa, pero sus rebeldías solo alcanzan a captar una magra energía contestataria, cuasi adolescente: para una comida, usa una de las camisas de su marido, mangas arremangadas y unos jeans; en la noche, para dormir, usa pijamas de hombre: meras mascaradas que no alcanzan a transformarse en denuncia.

La novela no es un trabajo poético, y tampoco es un “whodunit”, pues sabemos desde la primera página qué es lo que ocurre y quién es el (la) asesino/a. Es, más bien, un estudio de personaje y una documentación detallada de una sociedad en vías de un cambio… para peor. Lo más logrado de esta entrega, es la mirada extremadamente cínica con la que Leïla Slimani consigue representar una sociedad avasallada por un comando inevitable, aquel que dictamina que la familia sigue siendo un convenio incuestionable, casi imposible de eludir, aun cuando el costo sea la muerte de los propios hijos. A pesar de lo terrible de este relato, y donde el cinismo que revela en clave de humor negro es digno de aplauso, y me hizo recordar otra novela con un tono similar: “What was she thinking («Notes on a scandal»), de la espectacular Zoë Heller. Allí también vemos cómo un tono amargo, lúcido y verdaderamente cómico al nivel del patetismo, destroza la noción de familia burguesa, desarmando sus soportes con verdadera maestría.

 

La portada de «Chanson douce» que luce la banda que la acredita como Premio Goncourt 2016

 

Crédito de la imagen destacada: https://www.thetimes.co.uk