Ciclo Australia Contemporánea en el GAM: Danza «Piece for Person and Ghetto Blaster», el efecto del color en el baile

Esta es una gran obra, que nos muestra con magistralidad una estructura perfectamente bien resuelta, con una notable conclusión, donde lo interesante es apreciar la dicotomía entre el movimiento del cuerpo en contraposición al relato oral.

Por Faiz Mashini

Publicado el 21.11.2017

Esta es la tercera obra del ciclo australiano en el GAM. Con un vestuario que banaliza al personaje, de colores blanco y rosa, nos recuerda a una Kylie Minogue de los ’80, entre ingenua y bonita. Sólo una radio de esa misma época ocupa el escenario. Un relato de un hombre lanzándole piedras a un pato. Esta es una historia que contrapone el rebuscado discurso del artista performático contemporáneo, con la sencillez de la vida de un pato, y toda su visión puesta en la crónica.

Lo interesante es ver la dicotomía entre el movimiento del cuerpo en contraposición al relato oral. Un cuento muy bien estructurado lleno de comicidad, se lleva a cabo a partir de una danza que interpreta la narración. Pero el movimiento no ilustra el relato, ni bien lo grafica. Hay un pensamiento abstracto en cuanto a la realización del baile, que se desenvuelve paralela pero fusionada al texto verbal, sin embargo, sin buscar movimiento estéticos pulcros, pues está lleno de carácter interpretativo, y de movimientos reiterados, pausas, y gestos bruscos y espasmódicos, que se agotan y apagan para volver a empezar.

«Piece for Person and Ghetto Blaster» se estructura desde un tercero que es testigo del hombre tirándole piedras al pato. En este momento, el relato carece de música, y al ser acompañado de la danza, en el agotamiento genera una extrañeza que da risa por la lógica del texto vinculada al movimiento. Extraño e interesante es que siendo un trabajo teatral y de danza, podamos identificar tan claramente el valor literario dentro de la obra, desde el narrador, los puntos de vista y la estructura y composición.

Por otro lado está la danza. No hay nada que nos lleve a una espectacularidad, y a pesar de eso y la sencillez de la pieza, hay un efecto estético producto de una técnica excelentemente elaborada, de una coordinación prácticamente perfecta por la simultaneidad del texto y el movimiento, dado también por el recurso en continuo agote o desgaste del cuerpo, lo que nos va induciendo y adentrando con interés a la historia, en una lógica que establece el discurso como pilar sostenedor de la obra.

El vestuario contextualiza el paseo en el parque, y nos encontramos con la sorpresa, el evento que detona la tensión: un hombre lanza piedras a un pato. La luz es neutra, blanca, hasta que se rompe la cuarta pared. Pero lo que ocurre entre aquella ruptura y lo que pasa después, no tiene el sentido teatral de destruir la ilusión del teatro, traspasando el velo de la representación en el sentido brechtiano para despertar a la audiencia como acto político de lo que ocurre en el combate en la calle, pues en este caso tiene un cariz performático, porque lo buscado es desplazar la acción teatral y dancística, fuera del escenario hacia las butacas, por sobre el espectador, pero nosotros somos invisibles para el personaje que sigue en el delirio de su quehacer. La ilusión sigue existiendo en una “burbuja” que flota entre las butacas, conteniendo al bailarín, y el espectador embobado del deleite de esta ilusión casi palpable, aunque tímido, se repliega para no intervenir, pero se asombra de la proximidad.

Una tercera parte está dada por el retorno al escenario convencional. Aparece una suerte de música electrónica, y una proyección desde un data de dos franjas de colores vibrantes que cambian, causando que se tiña el fondo, se pinte al personaje y se genere una gran sombra atrás, como aquellas sombras proyectadas en los muros en el expresionismo alemán o en el cine negro, con lo cual la actriz juega en el efecto del relato muy distintamente a estos referentes, en un ejercicio de espacio, distancia y perspectiva.

Otra cosa que evocan estos colores -dados por dos franjas- es a Mark Rothko, aunque con una búsqueda totalmente distinta, por la vibración que nos van causando estas combinaciones cromáticas.

Todo concluye cuando aparece el pato en cuestión. La actriz se pone una capa y un sombrero emplumado. Todo es simple, no es un pato mimético, es la sensación de un animal y de una capa con movimientos simpáticos, que nos proponen al plumífero.

Y en la sorpresa de esa nimiedad del punto de vista de un pato, tan banal, liviano y estúpido para el ser humano, defensor de los animales lleno de discursos, conviviendo en el cuento con el artista conceptual, rebuscado e intelectual, el pato anuncia que ve en colores ultravioletas, y todo el espectáculo se vuelve una gran fiesta de rayos proyectados desde el escenario hacia las paredes y techo, golpeando al espectador con los sentidos y una música electrónica, burlándose de nuestra supuesta complejidad y enrostrándonos la espectacularidad de la naturaleza -la de un ser supuestamente inferior-, en un festín sensorial.

Esta es una gran obra que nos muestra con magistralidad una estructura perfectamente bien resuelta con una notable conclusión.

«Piece for Person and Ghetto Blaster» se exhibió desde los días 15 hasta el 18 de noviembre de 2017, en la sala A2, edificio A, piso 1 del GAM.

 

En el montaje «Piece for Person and Ghetto Blaster» hay un efecto estético producto de una técnica excelentemente elaborada, de una coordinación perfecta dada por la simultaneidad del texto y del movimiento

 

Ficha técnica:

Texto, dirección y performance: Nicola Gunn
Coreografía: Jo Lloyd
Diseño de sonido y compositor: Kelly Ryall
Diseño de iluminación: Niklas Pajanti
Diseño AV: Martyn Coutts
Diseño de vesturario: Shio Otani
Dramaturgia: Jon Haynes

 

Crédito de las fotografías: Centro Cultural Gabriela Mistral