Cine trascendental: «El caso de Richard Jewell», de Clint Eastwood: La grandeza del corazón

El veterano director estadounidense nos ofrece un filme muy a su estilo sobre un acontecimiento real, que es el retrato de la magnificencia de un hombre humilde de buenas intenciones, y el cual tiene que enfrentarse a las miserias de los poderes estatales y mediáticos. Una crítica a un sistema y a una sociedad —la de su país y en general a la de nuestro mundo global— en donde se tienden a potenciar la mentira y la agresividad. Del reparto cabe destacar las excelentes interpretaciones de la veterana Kathy Bates, como Bobi, y especialmente a Paul Walter Hauser, quien encarna al protagonista (Richard).

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 10.3.2020

«Tener un corazón de niño no es una vergüenza, es un honor».
Ernest Hemingway

 

Preliminar

Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final).

 

Richard

Richard es un hombre íntegro de gran corazón que siempre va por la vida con la verdad por delante sin esconder nada, él es inocente y amoroso como un niño pero para nada es ingenuo, se entrega en todo lo que hace y empatiza con los demás; Richard es así por naturaleza. Por eso cree en su oficio de guardia de seguridad, cree en su trabajo por su vocación de servicio y se siente policía a pesar de que no consiguió aprobar cuando ingresó en la Academia.

Así se lo dice al rector del campus universitario donde trabaja: “Creo en la ley y el orden, le dije que iba a ser el mejor guardia de seguridad que el campus jamás haya tenido y usted me dijo que eso es bueno, que no quería tener nada raro aquí”. Se lo dice cuando este le llama a su despacho después de haber reprimido a unos chicos de familia bien por su mala conducta. Y en su autenticidad le pregunta al rector qué hará con ellos, Richard siempre inocente creyendo que los demás son tan íntegros como él pero el hombre nada hace con esos malcriados y sí que le despide en el acto. El rector —como tantos responsables de instituciones— no sabe de integridad, no quiere un buen guarda como aseguró, él prefiere contentar a los “buenos” padres-clientes que son los que pagan. Triste realidad.

Pero este contratiempo no hace cambiar a Richard. Lo contratan para unos conciertos multitudinarios, allí lo vemos más pendiente de todo que los policías destacados al evento. Y es por esa actitud tan despierta que localiza un paquete sospechoso, paquete que contiene un explosivo; es él quien lo descubre, es él quien convence a los escépticos policías, es él el más activo evacuando a público y trabajadores. Richard es el más despierto, el más activo, el mejor policía aunque no tenga placa; él evita una masacre porque lamentablemente la bomba estalla y queda claro que sin su providencial intervención se hubieran producido muchísimas más muertes de las que se dieron.

 

«El caso de Richard Jewell» (2019)

 

De héroe a villano

Ahora nuestro protagonista es un héroe —así lo presenta la prensa— pero él para nada se siente hinchado, él no es así. Richard se quita importancia hablando de labor de equipo y ensalzando el trabajo de todos sus compañeros, entiendo que no es falsa modestia sino gran corazón. Un gran corazón se distingue precisamente por dar cabida a todos, no por el desafortunadamente tan común yo y sólo yo.

Pero ese merecido reconocimiento a su buen hacer, que tanto enorgullece a Bobi su madre, va a durar poco. El FBI lo investiga como primer sospechoso basándose en su teórico perfil de “falso héroe” por no haber podido ser policía y otras menudencias, absurdidades de los que se creen “profesionales” y elaboran teorías sin conocer la realidad de las personas a las que etiquetan con tanta facilidad.

Y Kathy, una periodista sin escrúpulos sabrá de esa investigación consiguiendo un “éxito profesional” más en su “carrera” al ser la primera en publicarlo. En publicar una sospecha sin fundamento alguno que tendrá dos consecuencias: el FBI pisará el acelerador en su investigación y todos los medios de comunicación asfixiaran a Richard y A Bobi.

Los mismos medios que daban cobertura al Richard héroe ahora lo muestran como villano. La diferencia está que la intensidad es mayor cuando se trata de un villano. Sabemos que los medios de comunicación priorizan las noticias morbosas, los hechos delictivos, las catástrofes… son más miedos de comunicación que medios. Qué poco se habla en los informativos de la buena gente que hace tanto para que este mundo vaya mejor, qué pocas buenas noticias se “cuelan” entre tanta enfatización de la desgracia. Porque en este mundo suceden muchos hechos tristes pero también suceden muchos otros que son motivo de alegría y de esperanza. Y yo me pregunto: ¿a qué interés obedece machacar tanto lo que duele y causa desánimo?

 

«El caso de Richard Jewell»

 

Autenticidad versus fachada

Destapado el secreto, los investigadores del FBI van ya a por todas utilizando tácticas engañosas aprovechando la buena voluntad de un Richard que confía en ellos a los que llama “compañeros policías”. Pero como no es ingenuo acaba apoyándose en Watson, un abogado amigo al que primero tiene que convencer de su inocencia: “yo no puse esa bomba y cometí el error de asumir que lo sabías”, le dice en su rotunda autenticidad siempre cuestionada.

Y los “compañeros policías” registran su hogar presidido por la gran fotografía de Richard con uniforme de cuando estudió en la Academia de Policía o su deseo frustrado que es la burla del “de policía a policía”, que esos hombres emplean para manipularle. Bobi observa cómo se llevan todo tipo de objetos personales de ambos, eso le hace cambiar su visión de las cosas, se siente indignada por su falta de respeto. Pero Richard busca justificar el que se las lleven provocando el enfado de su madre quien le suelta un sentido: “¡basta ya!”.

También Watson se enfada por tanto atropello y le pregunta a Richard por qué él no lo hace: “Estoy enfadado. No sé si enfadado es una palabra lo suficientemente grande para lo que siento”, responde y ante sus reproches le espeta: “¡Me estás gritando diciéndome que sea alguien que no soy! ¡No sé ser así, tú eres así! ¡Yo soy yo!”. Genial respuesta de un hombre poco común, de un “raro” que no reacciona como suele reaccionar la mayoría, de una persona con mucho aguante y gran empatía al que no le va la agresividad.

Y llega el día en que Richrad va a responder las preguntas de esos agentes. Watson antes de entrar le comenta que: “son sólo tres estúpidos que trabajan para el Gobierno de EE.UU., no son el Gobierno. Nadie en esa habitación es mejor hombre que tú”, mientras vemos tras ellos la antigua bandera americana en X, la de la Confederación conocida como “de Batalla”, todo un guiño simbólico de Eastwood. Una batalla entre la autenticidad de Richard y unos hombres que sólo son fachada.

Nuestro protagonista responde tranquilo a todas sus preguntas hasta que ya cansado de tanto mareo se muestra valeroso y con el poder de la verdad les pregunta a esos agentes si tienen pruebas contra él en un alegato sublime: “Yo solía pensar que las fuerzas de la ley federal eran casi la llamada más alta a la que una persona podía aspirar. Y ya no estoy seguro de pensar eso, no después de todo esto. Hice mi trabajo esa noche y algunas personas siguen vivas gracias a eso. ¿Creen que la próxima vez que un guardia de seguridad vea un paquete sospechoso lo va a reportar? Lo dudo. Va a mirarlo y pensará no quiero ser otro Richard Jewell. ¿Cómo hace eso que la gente esté más segura? Podrán continuar siguiéndome, puedo soportarlo. Pero sé que cada segundo que pasan conmigo es tiempo que no dedican a encontrar al tipo que lo hizo, ¿qué pasará cuando lo vuelva a hacer? Entonces, ¿tienen algo de lo que quieran acusarme?”.

Batalla ganada sin violencia, con la elegancia del que se sabe y sabe; el agente al mando se encoge de hombros y Richard se levanta con un “creo que es hora de irnos”, al salir en la puerta de vidrio vemos el escudo del FBI al revés; un nuevo guiño del director, un buen revés es el que la agencia de “profesionales” ha recibido de un hombre que sí es un verdadero profesional. Y como nada hay, acaban exonerándolo.

Eastwood nos muestra en la última escena a Richard —pasados unos años, siendo ya policía en su comisaría—, donde le visita Watson y le explica que pillaron a un tipo que confesó ser el que colocó el artefacto. Ahora ya está todo aclarado, ahora la verdad ha salido a la luz. Ojalá siempre fuera así.

 

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El caso de Richard Jewell, de Clint Eastwood: Toda la oscuridad de un día.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El caso de Richard Jewell (2019), de Clint Eastwood.