«Cinema Paradiso», de Giuseppe Tornatore: Las impresiones de un novelista

Las reflexiones estéticas y literarias motivadas por el filme italiano ganador del Oscar a la Mejor Película Extranjera 1990, en la sensibilidad del escritor chileno autor de obras como «Grados de referencia» (2011) y de «Yo mi hermano» (2015).

Por Juan Mihovilovich

Publicado el 19.12.2019

Acabo de rever la película después de algunos años. Me ha emocionado igual que siempre y siempre veo cosas nuevas. Un ángulo del rostro, un callejón estrecho, una mirada oblicua, un elipsis, una pausa, las frases de Alfredo, el proyeccionista, sacadas de memoria de las incontables películas que ha reproducido sin cesar, extraídas de ese cine pueblerino o sencillamente removidas desde su interior cuando “Totó”, el niño huérfano de padre por la Segunda Guerra Mundial y que él ha ayudado a moldear, debe marcharse de Giancaldo, porque es necesario que su imaginación cree otros mundos, esa vida que Alfredo vislumbró y que le advierte como una sentencia lapidaria en su partida.

Y el regreso hasta 30 años después, por la muerte de Alfredo, y esa nostalgia de saber que nunca se fue de allí, como si la existencia girara siempre en un mismo centro, con una brújula que regresa invariable al punto de partida; luego no hay norte ni sur, solo una rotación milagrosa que hace que las cosas y los seres parezcan lo mismo y sabiendo que no lo son; que el insano hombrecito de la plaza desvaría aún creyéndose su dueño; que el “Napolitano”, ganador de la lotería, llora cuando el cine es demolido y que los mismo hace el boletero ya anciano, que inclina la cabeza como un monigote silencioso.

En fin, la magia de una realidad que el cine inventa; o a la inversa: la lluvia sobre el rostro y la aparición de la amada fugaz encima de su rostro húmedo, un sueño, una ilusión que se posesiona después de la pantalla para que Totó, después Salvatore, el afamado director de cine italiano, la mire a su vuelta en la soledad de una habitación que su madre ha guardado y recreado con esmero. Y la secuencia nostálgica de ese rostro que aún permanece oculto en su primera y rudimentaria cámara de filmación.

Entonces el tiempo es una secuencia cinematográfica, un pantallazo antiguo sobre un recuerdo que revive como si nada hubiera muerto, como si el celuloide removiera la conciencia presente y sacudiera esas imágenes que nunca se olvidaron, que se quedaron en una suerte de laberinto mental, en un resquicio del corazón y retornaron, ahora que el tiempo se desovilla, que el proyeccionista ha muerto y los que quedan caminan en un silencio fúnebre en medio del páramo ruidoso.

La nueva ciudad, el progreso revestido de motociclistas que juegan al lado de las ruinas o que bocinan en mitad de una calle que no se reconoce y, sin embargo, como una entristecida paradoja, constituyen la retirada del cine tradicional, las cintas resquebrajadas por el uso que serán material para los museos, y la aparición secreta del video, de la televisión, de una tecnología que deshumaniza y que ayuda a olvidar.
Un espacio desgajado de la memoria y que pareciera deambular como un ebrio rasguñando una pantalla que ya no existe más, que se esfumó, que se quemó con el incendio del Cinema Paradiso, que se hundió con una generación completa o dos, que se difumina a medida que el director de cine reencuentra, ya tardíamente, a su amor adolescente, con otra vida, con hijos que a él le fueron vedados.

De ahí que solo le reste hacer un último giro hacia a Roma, a su presente y su futuro, a seguir filmando la vida de los otros como si fueran la suya, a reinventar, en suma, el mundo, las ansias de soñar, el sueño mismo al que el hombre pertenece, su pasión, su lucha, su nostalgia de haber sido y ser un actor inserto eternamente en una película de la que no puede nunca desprenderse.

Sin duda, un homenaje sublime al cine de todos los tiempos, con actuaciones memorables.

 

Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante poeta, cuentista y novelista chileno de la generación de los 80 nacido en la zona austral de Magallanes. De profesión abogado, se desempeña también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén. Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

«Nuovo Cinema Paradiso» (1988)

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Un fotograma de Cinema Paradiso (1988).