«Cola de mono», de Alberto Fuguet: Por favor, rebobinar

El último crédito audiovisual del famoso escritor y periodista chileno corresponde a una especie de thriller poco creíble, que muestra una realidad aberrante bastante estrecha, donde inserta a hombres y mujeres en moldes llenos de pre-conceptos, porque a simple vista este largometraje podría leerse como una especie de homofobia patológica y extrema (cosa que sería irreverente) o bien como una sátira a los estigmas y comportamientos del mundo gay santiaguino.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 4.4.2019

Cola de Mono (2019) es la nueva película de Alberto Fuguet (1964), escrita y dirigida por él mismo, que se estrena hoy jueves 4 de abril en los cines. Si hay algo que decir es que el significado se encuentra de revés.

Partiendo desde el final se puede decir que solo desde ahí se logra comprender a cabalidad tanto el título como la lectura entre líneas que se va dilucidando a medida que avanza el filme. Si se supiera previamente la trama, se podrían trazar suposiciones aún más evidentes acerca del juego de palabras que dan sentido a la cinta. El trago típico, la cola del mono, la cola del animal y si estuviésemos en Argentina se podría interpretar como el culo del mono.

Es una película que habla desde la vereda enemiga, es reversible, para decirlo de una manera, ya que muestra las dos caras de una misma moneda, sin exhibirla. Porque a simple vista podría leerse como una especie de homofobia patológica y extrema (cosa que sería irreverente) o bien como una sátira a los estigmas y comportamientos del mundo gay.

Ambientada en los años ’80 dentro de una familia caída en la desgracia, constituida por la madre, única mujer dentro del filme, quien es evidentemente amargada e infeliz y por sus dos hijos, quienes le han arruinado la vida y que cargan con una estirpe maldita contagiada por su padre.

El largometraje comienza con un ritmo pausado, con música de la época (UPA), silencios y tomas pensadas y ya vistas, pero que aún consiguen la atención del espectador expectante, como el primer plano de los pies en la piscina. Imágenes que dejan libre a la imaginación para abrir un camino audiovisual incierto.

La cámara tiene espacio y habla dando cierta forma.

Es Navidad y todos los personajes esconden algo. Hay una tensión permanente en el aire, un deambular dentro de un no sé qué, que descarga insatisfacción, miedo y angustia.

Fuguet provoca, al punto de no saber bien qué es lo que desea transmitir, sembrando la duda. El filme parece una antítesis de la realidad, un sarcasmo frente a la cultura gay, dando a entender que la homosexualidad se hereda, se carga, se esconde.

El hecho de que aparezca solo una mujer en toda la película, trae a la superficie de alguna forma la revolución femenina que se contrapone con el retrato de  la madre co-dependiente, rencorosa y en permanente conflicto con su maternidad.

Al transcurrir las secuencias de esta obra el mundo gay queda reducido a situaciones retorcidas, promiscuas y enfermas. Estereotipando así los comportamientos homosexuales con una exagerada exhibición explícita de cuerpos desnudos masculinos que hace pensar también en una rebuscada forma de evidenciar cómo dentro de la pantalla grande (y la chica) los cuerpos de las mujeres como objetos de deseo permanente, son pan de cada día, en cambio la biología de los hombres jamás se muestra y que en esta película se excede, en la tanta piel que hay en escena.

En la medida que la trama se va desplegando van apareciendo cada vez más elementos dramáticos que aparentemente no cuajan, dejando una sensación de que lo más relevante es el sexo, la condena, lo lúgubre y la superficialidad.

Es una especie de thriller poco creíble, que muestra una realidad aberrante bastante estrecha, donde inserta a hombres y mujeres en moldes llenos de pre-conceptos.

Ha de esperarse que el filme sea una critica a la sociedad diciendo sin querer decirlo, desde el imparcial, evidente y crudo mundo poco tolerante en el cual estamos inmersos y que no sea solamente una teatralización burda del submundo marginal que conforma una parte del mundo gay chileno y santiaguino.

 

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Alejandra Coz Rosenfeld nace en Santiago de Chile, en 1972. Poeta, artista y terapeuta transpersonal, estudió letras y estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y arte en el Palazzo Spinelli, de Florencia, Italia. Ha publicado el poemario Marea baja (Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2017), y prepara su primer libro de relatos con el título tentativo de Las aguas de Neptuno y otros cuentos, y una segunda entrega de poemas, ya bautizada como La jabalina (Ediciones Filacteria, Santiago, 2019).

 

 

El actor Cristóbal Rodríguez Costabal en «Cola de mono» (2018), de Alberto Fuguet

 

 

 

 

Alejandra Coz Rosenfeld

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Los actores Carmina Riego y Santiago Rodríguez Costabal en un fotograma de Cola de mono (2018), del realizador chileno Alberto Fuguet.