[Columna] Lo que ahora somos y la segunda independencia de Chile

Tenemos cobre, hierro, litio, y minerales diversos, fundiciones y experiencia (todavía). Pero también poseemos capacidad para crear plantas manufactureras de todo tipo, refrigeradores, televisores, hasta vehículos si queremos. Siembras generosas para remolacha y resucitar la Iansa, por ejemplo. No todo de golpe, pero sí racionalmente.

Por Hernán Ortega Parada

Publicado el 24.6.2022

Quiero ser hoy lo que alguna vez fuimos, sincera y descarnadamente. No deseo referirme a sueños y visiones de un pasado que no puede retornar, pero sí a una realidad perdida, extraviada porque la voluntad de muchos no se respetó cuando era necesaria.

¿Por qué tanto silencio desde entonces?

Simplemente no es comprensible.

En la actualidad necesitamos hacer cambios de fondo en nuestra estructura de vida, me refiero a la educación y a los recursos para vivir de estas generaciones actuales. Nada de romanticismos ni esperanzas vagas. Tengo muy claro que en los años 80, en plena dictadura, se nos dijo que era necesario cambiar.

¿Eran de pitonisas o adelantadas de época esas voces perentorias? Sufrimos imprevistamente un cambio de vida y tuvimos conciencia de que se abría una nueva pradera para nuestras costumbres. Hablemos de «pradera» para no choquear nuestras visiones y costumbres.

Aquellos «cambios» anunciaban una nueva vida. ¿Qué ocurrió después de los 80? ¿Estábamos acostumbrados a la pasividad y que todo nos llegara desde el norte? Tal vez. El norte tenía un pata colocada encima de nosotros. Significa que nos habían destinado a obedecer.

¿Los militares?

No señor: los Estados Unidos.

Ellos —adoctrinados por un chileno que ahora vive en Suiza— ordenaron desarmar todas las industrias pesadas y dedicarnos al «servicio». Todo Chile obedeció hasta el presente sin chistar. Somos, en consecuencia, servidores de un país extranjero.

Ellos mandan, incluso a los canales de televisión que ganan mucha plata con la propaganda de cremas para la cara. Mataron hasta la música nacional por unos dólares más. Y hacemos reverencias y viven muchos chilenos en ese país y en Europa.

¿Qué pasó con tanta deriva?

Que no tenemos industrias nacionales.

A cambio nuestro país vive para una minoría que viaja y guarda dólares en el extranjero. El país les importa un carajo.

 

El despeñadero de una crisis

Ahora Chile no se sostiene. Los fondos de las AFP se invierten y gastan en el país del norte, a su amaño.

Pero la vida en el extranjero ha dado un vuelco tremendo y la cesantía y la pobreza talan las cabezas en nuestro país.

Ha llegado el momento de retomar nuestra historia y de reconstruir la mitad de este país dulcificado por intereses foráneos.

El aumento de la población, casi equivalente a los chilenos establecidos —muy bien, por supuesto— en el extranjero, hace necesario crear nuevas y numerosas poblaciones —urgente— hacia la periferia, creando nuevas ciudades. Esta es una situación de crisis que duele y que nos lleva a un despeñadero.

La nueva estabilidad del futuro inmediato se puede crear con nuevas industrias.

Tenemos cobre, hierro, litio, y minerales diversos; fundiciones y experiencia (todavía). Pero también tenemos capacidad para crear plantas manufactureras de todo tipo, refrigeradores, televisores, hasta vehículos si queremos. Siembras generosas para remolacha y resucitar la Iansa por ejemplo. No todo de golpe, pero sí racionalmente.

¿Qué hacen nuestros ingenieros, arquitectos, médicos, estudiantes universitarios?

Todos ellos y demás tienen capacidades y están perdidos por copiar lo extranjero.

¡Viva Chile, qué despierte!

 

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Hernán Ortega Parada (1932) es un escritor chileno, autor de una extensa serie de poesías, cuentos, notas y ensayos literarios.

 

Hernán Ortega Parada

 

 

Imagen destacada: Fensa en 1960 (por Antonio Quintana).