[Columna] ¿Qué pasó ayer?, una constatación desapasionada, pero con fe en Chile

El resultado del plebiscito constitucional es un triunfo de ese centro que siendo de izquierda o de derecha quiere templanza, una sociedad pacífica, cambios con tranquilidad y valoración del pasado republicano en común. Algo medio fome, es verdad, pero más duradero y permanente, y también una postura o ánimo que observa en el otro u otra, una persona con quien conversar, en vez de un enemigo a quien cancelar.

Por Camilo Arancibia Hurtado

Publicado el 5.9.2022

Fernando Atria planteaba que había que recomponer los términos de convivencia entre unos y otros, pues la crisis que vivíamos así lo exigía. Concordé con él, pero me inquietaba saber (como a todos) si las palabras en que nos reflejaríamos se encontraban en la propuesta de Nueva Constitución. Vemos que ello no fue así. ¿Qué es lo que pasó?

 

El diagnóstico

(Repita después de mí, no vivimos en dictadura): Es posible que, si lo miramos desde la izquierda, hubo un diagnóstico errado. No se trataba de borrar la historia y, por ejemplo, desechar lo que realizó la Concertación en sus mejores décadas.

Sí es claro que no existe tolerancia a la corrupción que se generó y a esa connivencia insana que la clase política mantuvo con los privados. Se valora, además, la estabilidad y el progreso, pero las zonas oscuras (aquellas donde aparecía el abuso para con los ciudadanos) deben ser superadas. Hay un mandato ciudadano en ese sentido.

Por otro lado, es claro que no existió en la mayoría la sensación de que seguíamos viviendo bajo la Constitución de Pinochet. Es verdad que nuestra democracia empezó con más profundidad el 2005, pero no podemos desconocer que desde 1990 en adelante vivimos efectivamente en una democracia y no en una dictadura. Señalar lo contrario (como a veces se insinuaba metafóricamente), implicaba desdeñar los desaparecidos, muertos y torturados de la horrorosa dictadura que nos gobernó durante 17 años.

El «No» de 1988 se repetía en nuestras cabezas cuando se quería señalar que nos habíamos quedado pegados en 1980. Nos tomamos demasiado en serio la ensimismada literatura de los hijos y no nos dimos cuenta que provenía de una literatura de los padres que ya no se encontraba en ninguna biblioteca (el texto simplista de Zambra en Ciper es ejemplo de ese descuido).

 

La propuesta

(Una imagen corrida de Chile): Saliendo del diagnóstico y entrando a la propuesta, es claro que la ciudadanía no pudo observarse en ella, lo cual tiene que llevarnos a analizar qué partes sí conectaron y cuáles no.

Así, por ejemplo, ¿será posible una nueva Carta Magna que obvie el Estado Social y Democrático de Derecho, el reconocimiento de los pueblos indígenas, avances del feminismo, la crisis climática, entre otros?

Creo que no, pero es muy probable que los chilenos hayan sentido que todo ello se había llevado a un extremo de difícil comprensión.

La imagen que de sí tenían los chilenos, no pudo ser refrendada en el texto. Es obvio, también, que no existe ninguna posibilidad de una vuelta a la era de las carretas. Gonzalo de la «Carreta» y su grupo no es el norte. En ese sentido, la votación del Gabriel Boric de segunda vuelta, es un indicio.

 

El futuro

(El ancho camino del centro): Pero, claro, tal y como esa segunda vuelta no significó un voto de extrema izquierda, el resultado del plebiscito de hoy no es un triunfo de la derecha y menos de la extrema derecha. Se trata de un triunfo del ancho y vilipendiado camino del medio.

Ese centro que siendo de izquierda o de derecha quiere templanza, una sociedad pacífica, cambios con tranquilidad y valoración del pasado. Algo medio fome, es verdad, pero más duradero.

Algo que no es puro moralmente ni cree que sólo lo constituyente es válido o que los jóvenes portan una verdad interior, sino que ve en el otro alguien con quien conversar, en vez de alguien a quien cancelar. Habrá más noviembre que octubre, constato.

Para la próxima Constitución tenemos muy buenos insumos: las reformas del Presidente Ricardo Lagos, el muy buen proyecto constitucional de la Presidenta Bachelet, el texto desechado y la discusión que empiece desde ahora, servirán como guías para establecer un marco dentro del cual escribir un libro que sea aceptado por la mayoría de los chilenos.

 

La Fe: ¿por qué sigo teniendo fe en el país y en su gente?

Porque hemos visto cómo se ha dado un cambio cultural en nosotros y nosotras que ha llevado a que, debajo del ruido y la furia, experimentemos que los términos de convivencia sí pueden llegar a acordarse, que existe un puente entre demócratas.

Pienso en gente de mi generación (partiendo por el Presidente Boric) que está empeñada en que lleguemos a buen puerto. Los leo a diario, los veo en entrevistas y escucho al pasar. Pero no sólo ellos, sino todos aquellos y aquellas que han conformado nuestra pequeña República desde hace 200 años y que no darán pie atrás en las justas demandas que se exigen.

No hay vuelta atrás en nuestra democracia, una que convoque a ese mundo plural y diverso que se denomina Chile.

 

 

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Camilo Arancibia Hurtado es abogado, profesor de Derecho Civil de la Escuela de Derecho, Universidad de Valparaíso. Doctorando en Filosofía.

 

Camilo Arancibia Hurtado

 

 

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