Concierto 1 del Ceac de la Universidad de Chile: El «chello» de David Geringas

La fecha inaugural de temporada en el antiguo Teatro Baquedano estuvo sacudida por la presencia como solista del intérprete lituano citado en el título de esta crítica, quien ejecutó junto a la Sinfónica Nacional de Chile (conducida por su director titular, el maestro estadounidense Leonid Grin), el concierto para violonchelo del compositor checo Antonín Dvorak. La segunda parte del programa se cerró con una versión de la Sinfonía N°4, de Johannes Brahms.

Por Jorge Sabaj Véliz

Publicado el 20.3.2018

Este comentario especializado corresponde a un análisis efectuado según lo apreciado en la función de estreno de la primera fecha regular de la temporada 2018 de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, ocurrida el día viernes 16 de marzo, a las 19:40 horas, en el Teatro de la Universidad de Chile, ex Baquedano.

Antonín Dvorak (Nelahozeves, 1841 – Praga, 1904) el compositor checo compuso su Concierto para violonchelo y orquesta en Si menor Op.104, en 1895.

La pieza abre con una sección de vientos de madera perfectamente afiatada y la presencia destacada de los chelos. El corno tuvo algunos problemas en su ataque en mezzopiano, en tanto que el clarinete exhibió un bello sonido.

El comienzo del chelo solista fue omnipresente, el director titular de la agrupación laica y universitaria, Leonid Grin ajustó el tiempo de la orquesta. Las cuerdas opacaron levemente el fraseo del solista (el destacado chelista lituano, David Geringas), por su volumen. El intérprete hizo del rubato y el vibrato armas expresivas. El tipo de interpretación del músico europeo requería una continua colaboración de la orquesta, así, al desarrollar un tema fue desdibujado por el excesivo volumen de la flauta traversa. Desde el  violonchelo emanaba un sonido noble y dúctil, pero la orquesta tendía constantemente al fortísimo.

Al comienzo del segundo movimiento se produjo una mayor armonía del conjunto. Mayor complicidad entre el solista y los vientos de madera. Las cuerdas colaboraron en staccato. El ejecutor se entregó a su interpretación con un ensimismamiento casi religioso. Cuando tocaba sin acompañamiento el intérprete brillaba con toda su paleta de colores. Su discurso era emotivamente delicado. El movimiento finalizó con una nota larga que moría perdiéndose.

El crescendo del tercer movimiento fue el mejor momento de la orquesta. El solista disfrutaba con cada línea de su interpretación acariciando su instrumento como a un ser querido. La orquesta se lució principalmente en su performance rítmica y en el equilibrio dinámico entre sus distintas secciones. Buen dúo conformado entre el lituano y el corcentino. Podría afirmarse que en este movimiento el músico europeo encontró su lugar en el conjunto mientras la orquesta lograba su orden sonoro. Antes del final el chelista nos concedió preciosos trinos agudos en pianísimo. La Sinfónica, en tanto, finalizó con una efectiva fanfarrea.

David Geringas nos regaló dos bises: 1) El “Canto célebre”, de Paul Casal, en donde se apreció su habilidad para tocar notas en pianísimo, y 2), la Suite para Chello Nº 1, de Johann Sebastian Bach.

El segundo número de la velada fue la Sinfonía Nº 4 de Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 – Viena, 1897), compuesta por el creador alemán en 1884.

Buen comienzo con la orquesta buscando su equilibrio  y los violines primeros llevando el tema. Los chelos y contrabajos lucían desarticulados en cuanto a su intensidad y el color exhibido con el resto de la agrupación. Se produjo un enfrentamiento de intensidad y dinámica entre las cuerdas graves y las agudas, que no contribuyó al conjunto. Los mejores momentos fueron los pianísimos de los vientos de madera. A los bronces les costó encontrar su sonido. Por momentos, la masa sonora perdía definición y detalles. Los solistas de cada sección orquestal sobresalían más de lo que requería el fragmento respectivo. El forte era rápidamente alcanzado y luego la Sinfónica no podía crecer más y se sobre exigía. Así, hasta el término del movimiento se vio como una disputa de sonidos más que como una unidad musical o conjunto.

El segundo movimiento nos presenta un buen momento en el pizzicato de cuerdas con los vientos de madera y bronces llevando la melodía. Los cambios dinámicos fueron poco sutiles o abiertamente bruscos, pasando de un mezzopiano a un mezzoforte sin escalas intermedias. Se apreció una orquesta con más comunicación entre sus secciones, lo cual les permitió aglutinar el sonido. En los pasajes más impetuosos los violines primeros tendían a chirriar. Cuando la Sinfónica abordaba junta el mezzopiano era cuando lograba su mejor sonido. Impreciso el timbre de los cornos.

El tercer movimiento comenzó con una fuga y energía bien administrada por las distintas secciones. Buen contrapunto en el desarrollo del tema con efectivos cambios dinámicos.  El movimiento más bipolar de la sinfonía extrañamente le sentó bien a la orquesta. Los cambios dinámicos del piano al forte lograron su objetivo expresivo. Los vientos exhibieron un sonido homogéneo.

En el cuarto movimiento la Sinfónica logra un sonido más denso y lleno. El tema y contra tema no se estorbaron. El director Leonid Grin controló bien las numerosas entradas y cambios dinámicos del movimiento manteniendo el ritmo con pulso firme. Buen solo de la flauta traversa interpretando a plenitud el carácter de la pieza. Bellos corales de bronces. Se podría decir que en esta parte la orquesta se unificó en torno a un consenso en cuanto a los volúmenes. Alcanzado este consenso los músicos se soltaron y eso se reflejó en el sonido final alcanzado por el conjunto.

Las presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile prosiguen este viernes 23, sábado 24 y miércoles 28 de marzo, a las 19:40 horas en el Teatro Universidad de Chile, cuando junto al Coro Sinfónico de esa Casa de Estudios, ejecuten el Réquiem, de Giuseppe Verdi, a modo de conmemoración de la Semana Santa.

Para obtener una mayor información de ese evento, revisar aquí.

 

El saludo final entre el chelista lituano David Geringas y el maestro titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, Leonid Grin, después de la interpretación en conjunto del Concierto en si menor para violonchelo, op. 104, de Antonín Dvorak

 

Tráiler:

 

Crédito de las fotografías: Patricio Melo, del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile