[Crítica] «Como si pasara un tren»: Una sureña claustrofobia

El nuevo estreno de la sala Teatro Finis Terrae es una adaptación del montaje escrito por la dramaturga argentina Lorena Romanin, y cuenta con la dirección escénica de la actriz Bárbara Ruiz-Tagle y con las interpretaciones de un elenco encabezado por la experimentada Ana Reeves.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 8.6.2023

Sin ser un montaje de grandes ambiciones dramáticas, Como si pasara un tren, pese a la manifiesta incapacidad creativa y diegética de su adaptación (se trata originalmente de una obra de procedencia trasandina), posee una cualidad de orden superlativo y que justifica su atento aprecio: la clara densidad conceptual de su diseño integral.

La adaptación a cargo de Emilia Noguera Berger tiene altos y bajos que finalmente atentan frente a la pretendida aspiración de la directora Bárbara Ruiz-Tagle Correa por dotar a esta puesta en escena de un acento o tinte existencial mayor del que naturalmente guarda al correr de las páginas de su libreto.

No hemos visto el montaje original de Lorena Romanin, pero aunque la idea de la importancia que la línea férrea presenta en el sur de Chile, pertenece a un pasado del siglo XX, que la modernidad de las grandes autopistas ha desterrado de las regiones australes del país.

En efecto, la frontera divisoria que marcaba el paso del ferrocarril en la geografía de las ciudades además de imaginaria era real: a este o al otro lado de la vía de acero, determinaba la atmósfera de los barrios y la orientación de sus habitantes en el diario vivir.

Así correspondía, por ejemplo, al caso de Linares, en la Región del Maule, en un caso que conocía bien, pues en no fijarse cuando uno cruzaba el andén por la calle Arturo Prat u otra, podía ser simplemente mortal, tanto para un suicidio desesperado, o bien en los bemoles de un fatal y casual accidente.

También, el mismo paso del tren durante la noche, remecía a la urbe completa, pese a que la casa de mis abuelos, se situaba a cuadras de distancia, en una estética sonora y nocturna de aires proustianos, que surgen al tacto de los sentidos, cuando he vuelto a escuchar la bocina atemporal de esos bimotores que ahora transitan en una dimensión inasible e inexistente.

Ese aspecto de la adaptación —conducida por Noguera Berger—, se encuentra lograda cuando no veraz y plausible, pero ciertos pasajes dramáticos, especialmente los que apelan a la vulgaridad «humorística» de la cartografía anotómica y genital, degrada a la escena de Como si pasara un tren, en el paso de un vagón espeso, soez y banal, tanto en su expresividad verbal como literaria.

 

La luna en el espejo

A nuestro juicio, el diseño integral de Cristian Mayorga es lo mejor del montaje que se presenta en el Teatro Finis Terrae hasta el próximo domingo 2 de julio. La temática de los lienzos colgados en esas paredes de utilería que separan la intimidad del hogar, frente a la violencia ignota de lo externo, recuerdan a las temáticas pictóricas infantiles de la artista visual chilena Isabel Klotz.

Ese espacio concebido por Mayorga, asimismo, remarca la excéntrica claustrofobia de esa madre (Ana Reeves), que se esfuerza por mantener al hijo desvalido y procreado en la soltería, lejos de los hirientes embates de una realidad hostil y dañina, que en su sureña perfección, asemejan a la territorialidad encerrada y constreñida, pero vital en su fuerza creadora, de la obra cinematográfica de Silvio Caiozzi.

Bajo ese premisa, la actuación de Reeves se sitúa en sus resultados en un gran nivel interpretativo, aunque reiterativa y sin sorpresas evidentes, si tomamos en cuenta que aquel (el rol de matriarca sola y abnegada) es un registro que le conocemos de sobra a través de su larga trayectoria televisiva y teatral, echándose de menos una mayor variedad compositiva en el despliegue de sus características arriba de un escenario.

En el caso de Alejandra Oviedo y de Felipe Zepeda, sus actuaciones responden a ciertos códigos de serie televisiva antes que a la hipérbole corporal propia de la gestualidad teatral, y la plana adaptación literaria realizada por Emilia Noguera, tampoco ayuda a que los rasgos de estos intérpretes, sobresalga más allá de un par de diálogos y de imposturas vocales, que solo buscan la fácil e irreflexiva complicidad de su auditorio.

Por último, la presencia en la función de estreno de la actriz Gloria Münchmeyer, quien por el azar pidió sostenerse de mi brazo para cruzar (y no caerse en el intento) los adoquines que se desparraman por la salida de la sala Finis Terrae, que desemboca en la avenida Pedro de Valdivia (mientras me trataba de «señor»); no hizo más que acrecentar la sensación de brillante continuidad escénica y claustrofóbica que remarca el cine de Caiozzi en tanto característica humana y emocional de la provincia chilena, en complementación con la propuesta abigarrada de elementos dispuestos y plenos de sentidos, diseñados por el notable trabajo de representación simbólica de Cristián Mayorga, a quien jamás he visto en mi vida.

 

 

Ficha artística:

Dramaturgia: Lorena Romanin (Argentina) / Adaptación: Emilia Noguera / Dirección: Bárbara Ruiz-Tagle / Elenco: Ana Reeves, Alejandra Oviedo y Felipe Zepeda / Asistente de dirección: Ángeles Rivero / Producción artística: Mía Producciones / Diseño integral: Cristian Mayorga / Una Coproducción Teatro Finis Terrae, Mía Producciones, Pescado sin querer y Repuestos Indra.

Funciones desde el 8 de junio hasta el próximo 2 de julio, días jueves a sábado, a las 20.30 horas, y domingo a las 19 horas.

Teatro Finis Terrae, avenida Pocuro N° 1935, Providencia, Santiago.

Venta de entradas, en este link.

 

 

 

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Bárbara Ruiz-Tagle y Ana Reeves

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Elio Frugone.