[Crítica] «Duna»: Un filme que revitaliza a la ciencia ficción audiovisual

La adaptación hecha por Denis Villeneuve acerca de la clásica novela del narrador norteamericano Frank Herbert representa una cima artística dentro de la seductora producción cinematográfica de quien es uno de los nombres imprescindibles de la industria a nivel mundial.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 21.10.2021

Uno de los realizadores más reputados y talentosos de la hora actual, el director canadiense Denis Villeneuve, ofrece un remake de la novela que ya trasladara en 1984 hacia un lenguaje audiovisual, el mítico David Lynch, también inspirado en el texto matriz y de ficción concebido, a su vez, por el autor estadounidense Frank Herbert.

De esta versión, los aspectos artísticos de mayor rescate surgen en el análisis gracias a la calidad actoral del elenco liderado por Timothée Chalamet y Rebecca Ferguson, quienes encarnan una relación de madre e hijo, que exhibe múltiples interpretaciones simbólicas y asimismo de significados dramáticos, sin desmerecer a los relatos rebuscados y a sus torcidas implicancias.

Luego, comprobamos una reafirmación de la particular estética de la ciencia ficción, que expresa en sus créditos el director Denis Villeneuve, en especial si tomamos en cuenta a sus anteriores La llegada (2016), y Blade Runner 2049 (2017), y las conclusiones existenciales que se desprenden de su formulación creativa, más allá de los diseños escénicos y variantes de conceptualización técnica que demandan este exigente género audiovisual.

Uno de los personajes de la obra dice que más allá de buscar y llegar a saber el misterio de la vida, lo importante es conocer y aprehender al fenómeno de la existencia como una experiencia que se agota en sí misma.

Anotamos esto para ilustrar que un filme como Duna (2021), bajo las órdenes artísticas de Villeneuve, expresa a través de un metraje de 155 minutos —más allá de la felicidad que provoca la contemplación de sus secuencias—, la promoción y el debate de ideas y reflexiones que superan con creces a la idea trivial y estigmatizada que se tiene en torno al formato de la ciencia ficción.

En efecto, lo que aquí observamos es una profunda visión audiovisual y dramática en torno al tiempo, al espacio, y al enigma que en su superación de la materia, plantean nuestras emociones y la tragedia física de la mortalidad que afecta a la totalidad de los seres biológicos.

Y para exhibir aquello, Villeneuve se aleja de la rimbombancia propia y de la facilidad tecnológica de los efectos especiales, y manifiesta la construcción de un imaginario cercano, creíble y diegéticamente impecable en torno a la recreación audiovisual de lo imposible, propia y característica de una estética de la ciencia ficción cinética.

A eso, se le agregan en este título la maduración —en sus más altas cotas profesionales hasta ahora— de las aptitudes actorales de Rebecca Ferguson (aquí simplemente brillante), y de la consolidación meteórica de Timothée Chalamet como una estrella cinematográfica de alcances masivos e internacionales, secundadas por nombres de prestigio indudable, donde se citan a Oscar Isaac, a Josh Brolin y a Charlotte Rampling.

Por último, la música incidental del compositor Hans Zimmer para la ocasión, si bien no tiene el protagonismo que ese elemento sonoro presenta en otras producciones del realizador canadiense —motivado acá ese diagnóstico, quizás, por esa intencionalidad de sencillez total que busca el director en la estructura artística de su filme— constituye una variable lejos de ser desdeñada entre el conjunto de las conclusiones temáticas de esta obra.

En fin, la primera parte de Duna entregada por Villeneuve es un obra fílmica fascinante, que invita a pensar y a emocionarse, a subyugarse.

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Duna (2021).