[Crítica] «El camino del ser»: Una visión con los ojos cerrados

En el nuevo libro del afamado poeta belga Germain Droogenbroodt —con traducción del mismo autor y editado por el chileno Luis Cruz-Villalobos— su hablante lírico reflexiona (por contraste) cómo es la realidad en la cual respiramos hoy, versus la forma o el modo en que debería ser la existencia, a fin de que en verdad fuese una vida digna de celebrar y de festejar.

Por Rafael Carcelén

Publicado el 17.1.2023

El camino del ser, último libro de poemas de Germain Droogenbroodt (1944), supone una nueva inflexión en su ya dilatada trayectoria, con dieciséis poemarios publicados, varias antologías de su obra publicada en unos treinta países.

Si bien en las tres partes que forman el conjunto hallaremos diversos enfoques temáticos y de intereses, confluyen todas en ese eje vertebrador que constituye un estilo conciso y sugerente que lo hace inconfundible.

El primer bloque con que se abre el libro, nos remite a la parte más meditativa de su poesía anterior, donde la luz del amanecer, el vuelo de los pájaros desprendidos de lo terrenal, la apertura de las flores, el milagroso latir del corazón, desembocan en un panorama sereno y apacible.

Y como ese mismo amanecer, territorio de lo imprevisible, de lo que siempre está por llegar, así el poeta: «con palabras/ que solo el silencio/ sabe expresar», tampoco conoce previamente los versos que aparecerán. Crear es obtener esa visión, esa luminosidad, esa iluminación, que ofrece la poesía y que no solo es: «albergue/ para la palabra».

Una visión, con los ojos cerrados y hacia dentro, que nos permite ver con total lucidez la realidad exterior. El poema entonces se convierte en ese puente que reintegra lo interno con el exterior, al poeta, al ser humano, con la naturaleza.

 

Nadie llama la puerta

En «Testigos de una época», no por azar la parte central del libro, en las antípodas de todo lo anterior, nos asomamos a la cruda realidad en la que vivimos: la enajenación humana (entretenimiento) y el control (vigilancia de dispositivos digitales) en este mundo tecnocrático, en el que también la vanidad y el odio tan pujantes en las redes sociales representan la agonía de la comunicación discursiva, de la argumentación o incluso del propio pensamiento personal: otros (un robot, un chip) terminan pensando por nosotros.

Y con esta agonía, la democracia se ve herida de muerte y asomada al abismo de horizontes totalitarios. La despersonalización, el deterioro ambiental, la ansiedad y las enfermedades mentales, no nos llevan sino a preguntarnos: «Entonces, es una vida/ que no es digna/ ¿aún hay vida?».

En «Sin retorno», tercera y última parte del conjunto, nos encontramos con poemas que aluden al paso del tiempo y a nuestra resistencia inútil por detenerlo, a lo efímero y lo cambiante, a nuestra vulnerabilidad y los vaivenes de la vida, a su fugacidad, al no retorno de lo ya vivido, salvo en el recuerdo; al otoño del hombre y su camino insoslayable hacia la muerte.

Una muerte que, más allá de las desigualdades en las que vivimos, definitivamente nos iguala a todos. Muerte a veces también dolorosa, y en la más absoluta soledad, como en el caso de los muertos por covid en el hospital: «nadie llama a la puerta,/ nadie que esperes,/ nadie, salvo la muerte».

Se cierra el libro con varios poemas sobre la invasión despótica y la guerra en Ucrania: todo el horror de la violencia extrema y la destrucción en la imagen de una soga alrededor del cuello de la paloma de la paz, nuestro más humano desvalimiento, nuestra inmensa fragilidad.

Acabada la lectura, parece evidente que el poeta nos muestra por contraste cómo es la realidad en la que vivimos hoy y cómo debería ser para que en verdad fuese una vida digna. Así, si bien la búsqueda del hombre habría de conducirlo hacia la luz (como expresa uno de los poemas iniciales del libro), la realidad de la que somos testigos nos lleva, por los túneles subterráneos del topo tecnocrático, a la más temible oscuridad.

Empero, si algo no pierde Germain Droogenbroodt, como nunca la perdieron los poetas, es la esperanza: igual que «después de la lluvia/ reaparecerá de nuevo el sol», el hombre sigue confiando y esperando —como las aves de invierno— la llegada de «tiempos mejores».

Aquel es su último verso en el libro, su augurado horizonte, el mayor anhelo en estos tiempos de barbarie. Tal es, o debería ser, «el camino del ser».

 

*Si desea adquirir una copia en papel de este libro, puedo solicitarlo por medio de este link.

 

 

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Rafael Carcelén García (1961) es profesor y escritor. Como poeta, la Universidad de Alicante publicó en 2018 una selección de sus poemas amorosos, Por amor al arte, traducidos al francés por el alumnado de la Facultad de Traducción de dicha Universidad. Como traductor, colabora con el poeta belga Germain Droogenbroodt, afincado en Altea (España), en la traslación de toda su obra hacia la lengua castellana.

También ha realizado, entre otros trabajos referidos a la poesía, la introducción a una selección antológica del poeta portugués Eugenio de Andrade, una antología de poetas nicaragüenses y otra de poetas argentinos del siglo XX.

 

«El camino del ser», de Germain Droogenbroodt (Hebel Ediciones, Colección Cuadrá-Tú, 2023)

 

 

 

Rafael Carcelén

 

 

Imagen destacada: Hebel Ediciones.