[Crítica] «Godzilla Minus One»: El temple de un pueblo

El largometraje del realizador japonés Takashi Yamazaki —adscrito al género audiovisual nipón denominado «cine kaiju»— se acaba de estrenar en las salas locales durante esta semana, y posee como característica principal una línea dramática y de efectos especiales bastante bien logrados, lo cual configura a un producto de entretención de gran nivel artístico.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 28.12.2023

Esta semana se estrena en los cines nacionales, la última cinta que da vida, una vez más, a un monstruo legendario creado a mitad del siglo XX en Japón: Godzilla Minus One (2023). La película está dirigida por Takashi Yamazaki, quien se inició en la década de 1990 con realizaciones de animé, las que nunca ha abandonado, y que fue el elegido por la productora Toho para darle vida al icónico animal.

De hecho, fueron los estudios Toho quienes crearon en el año 1954 a Godzilla. El nombre en japonés de Godzilla (Gojira) recoge la relación que los nipones reconocían en este monstruo ficticio: mitad gorila (Gorira), mitad ballena (Kujira). Este emerge desde las profundidades del mar para asolar las poblaciones niponas.

En ese tiempo, inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, se leyó la aparición de esta gigantesca criatura como una metáfora de la destrucción atómica en el país asiático. Esa mutación que ocurre en el animal, proviene de su exposición a la energía nuclear. Y es lo que se explotó en los inicios.

Lo interesante es que el espectador sabe de antemano que entra al terreno de los relatos de catástrofe producida por monstruos o «kaiju». Palabra japonesa que suele traducirse como «monstruo» y que tiene una larga tradición para referirse a criaturas gigantescas que protegen o atacan a la humanidad.

Esto se une a un subgénero cinematográfico en Japón, «tokusatsu», que se asocia a las películas de acción con una alta carga de efectos especiales. Así que la línea dramática a veces suele quedar en segundo plano. Lo que de verdad le interesa al seguidor de este tipo de filmes son las escenas llenas de efectos visuales y de sonido. Eso es lo que disfrutan los seguidores de las películas «kaiju».

Pero si en el intertanto, se tiene una línea dramática atractiva, tenemos un producto de entretención de muy buen nivel, que es lo que ocurre con Godzilla Minus One.

 

Una estética de la cooperación

La película actual recoge esta excusa de la energía atómica para explicar su grandiosidad y capacidad de destrucción de Godzilla. Sin embargo, el relato da una nueva perspectiva a la archiconocida historia y origen del animal radioactivo.

Koichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki) es un piloto kamikaze en misión, que aterriza en una apartada isla debido a problemas técnicos en el motor. En la isla le ayudan a encontrar la falla del avión. El mecánico y encargado de la isla, Sosaku Tachibana (Munetaka Aoki) no encuentra tal desperfecto y ve en la actitud de Koichi, el miedo a sacrificar su vida en combate, que es el destino de todo piloto suicida.

El mecánico comprende su conducta, pues aunque están en el final de la guerra y una ofrenda humana más no aporta en nada a la causa bélica. Pero en la noche son atacados por Godzilla, que sale del mar, y asola el pequeño campamento. Lo único que podría destruirlo es la bomba que porta Koichi en su avión.

Tachibana y su gente crean una distracción para que el joven piloto llegue al aparato y desde ahí lance el explosivo. Sin embargo, Kochi llega pero se paraliza de miedo. Los otros soldados que están en la isla desobedecen las órdenes de Tachibana y comienzan a disparar al monstruo, despertando su furia, quien acaba prácticamente con todos.

Ese inicio da los lineamientos que seguirán desarrollándose durante la narración. Por un lado, la cobardía que mostró Koichi será su combustible para revertir su actitud y enfrentarse al monstruo cuando este ataque a la población.

Por otro lado, el trabajo que debió ser en conjunto entre el piloto y los soldados apostados en la isla, no se realizó porque nadie obedeció a su superior. Así, ese esfuerzo coordinado, que no fue llevado a cabo, pudo cambiar la suerte de la guerra.

Se pudo haber hecho más si hubiese prevalecido el trabajo colaborativo y las personas hubiesen emprendido lo que se les ordenaba.

 

Un nuevo aire a las realizaciones «kaiju»

El nudo dramático mantiene la tensión durante todo el relato audiovisual. El ataque de la criatura sirve para poner a prueba el temple de un pueblo, que luego de la Segunda Guerra Mundial, estaba en el piso.

A través de una toma de conciencia del colectivo, logran unir las pocas fuerzas y herramientas que les quedan para frenar la destrucción de Godzilla.

La lectura de este trabajo se puede hacer en dos sentidos. Primero, es la muestra del espíritu que sacará al país adelante en las próximas décadas. Carácter que le sirvió para recomponerse de las ruinas de la guerra y transformarse en una nación a la vanguardia de los países desarrollados.

La otra lectura está relacionada con la crítica a la derrota que sufrieron en la guerra. Los soldados que debieron hacer su trabajo, para llevar a cabo sus misiones y no las hicieron, son aludidos como los culpables de la derrota.

En una entrevista, el director Takashi Yamazaki contaba que para esta película, vio todos los filmes que se habían hecho sobre Godzilla. Por lo que a la hora de construir la historia tenía claro qué es lo que quería, y esta primera entrega se conecta muy bien con ese espíritu con el cual nació el monstruo: evidenciar las consecuencias de la destrucción atómica.

Aquí, el filme respeta la historia y le da un nuevo aire a las realizaciones «kaiju», al agregar un desarrollo dramático que mantiene al espectador entretenido mientras se sacude en su asiento por la notable fidelidad de los efectos en la destrucción que va desarrollando el monstruo.

En efecto, Godzilla Minus One es un gran largometraje mainstream que de seguro será el reinicio, una vez más, de una serie de películas sobre la gigantesca criatura, que por lo menos en el cine, a estas alturas, se siente eterna.

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Godzilla Minus One (2023).