[Crítica] «Passages»: La insoportable levedad del deseo

En la cartelera del Centro Arte Alameda Ceina se estrena este filme que concebido por el director estadounidense Ira Sachs, relata los fascinantes latidos de un peculiar triángulo amoroso, interpretado por un elenco europeo excepcional, compuesto por los actores Franz Rogowski, Adèle Exarchopoulos y Ben Whishaw.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 9.8.2023

«Desde luego se trata de una cosa de locos, pero por lo que parece va en serio».
Francis Scott Fitzgerald, en Suave es la noche

La dirección del realizador Ira Sachs es buena, pero la actuación del protagonista principal de este filme, Franz Rogowski (Friburgo, 1986) alcanza cotas de ser calificada como fenomenal. En efecto, cualquiera de sus apreciadores puede cuestionarse con fundamentación, si prescindiendo del intérprete alemán el resultado hubiese sido distinto, o de menor sustantivo calificativo. Tal vez sí.

Adèle Exarchopoulos es una actriz por sobre la media, pero en gran medida ayudada por su natural belleza física, de carácter extraordinaria, y además todavía conserva la sensual tosquedad que le dio fama por su rol en la La vida de Adèle (2013), pero la legión de sus registros es escasa.

Por citar, hace un tiempo la observé en Generación Low Cost (2021), un filme disponible en la plataforma Mubi, y tanto ese papel como este, son bastante parecidos en su desenvolvimiento tanto artístico como de personificación creativa y emocional.

En cambio, Franz Rogowski es un actor de un nivel y talento, sencillamente formidables. Por algo el también alemán Christian Petzold —uno de los mayores directores de la hora presente, a nivel europeo—, lo escogió como uno de sus últimos fetiches, y la calidad de sus interpretaciones al lado de su compatriota, recuerdan a la versatilidad exhibida por el olvidado Klaus Maria Brandauer y sus colaboraciones con el realizador húngaro István Szabó, durante la década de 1980.

Rogowski, sin temor a equivocarnos, debe ser el mejor y más completo actor de la cinematografía de su país y de su continente en la actualidad (canta, baila, en fin) por lo menos de los adscritos a su generación, por ubicación y temporalidad etaria.

Exarchopoulos y el británico Ben Whishaw son intérpretes cotizados y de filmes que se han incrustado en el imaginario de las audiencias contemporáneas a ellos, pero el germano, insisto, es el dueño de una composición dramática y riqueza de registros, pocas veces apreciable en una producción audiovisual, sea cualquiera la latitud de su procedencia.

 

La vida está en las escenas

La perfección escénica de Passages (2023), tiene momentos de delectación estética. Cuando Tomas (Rogowski) y Agathe (Exarchopoulos) pocos minutos después de conocerse en una fiesta laboral, sienten en sus cuerpos la vibración del deseo mutuo y de la afinidad, que de pronto les sacude, en una tensión sexual inesperada, y que sin lugar a dudas, representa uno de los instantes más intensos e inexplicables en su psicología e irrupción, para cualquier biografía humana.

Y si esa atracción incontrolable se da en cuotas idénticas de pasión y repartida al mismo tiempo para los involucrados, presenciamos una de esas coyunturas afectivas, que al decir del italiano Dino Buzatti:

«Con frecuencia, entre un hombre y una mujer, sólo uno de los dos se enamora. El otro, o la otra, acepta, o soporta. En nuestro caso, maravilloso, la pasión es igual en ambos. Locos los dos. Lo que es hermosísimo pero también da miedo. Somos como dos hojas empujadas con furia la una hacia la otra por vientos opuestos. ¿Qué sucederá cuando se encuentren?».

En ese lapso, la cámara de Ira Sachs traduce en imágenes el factor emocional que la caracterizará en los siguientes minutos de metraje, pues en este guion, más que palabras o códigos verbales y de enunciamientos sonoros, el principal lenguaje será el corporal, y el concerniente a las miradas, y a su silencio zigzagueante y entrecortado.

Así, los nudos argumentales del largometraje, lejos de pronunciarse a través de los labios, se simbolizan en la profundidad de las respiraciones y de sus movimientos. Y en esa estrategia narrativa, las cualidades de Franz Rogowski se desarrollan de una forma singular y sorpresiva en la esfera de sus matices compositivos.

Ben Whishaw (Martin), a su vez, tiene su pináculo en esa conversación de café con Agathe, y entonces cae en la lucidez de la verdadera naturaleza psicológica de Tomas; y el desenlace se extiende en las finales contorsiones identitarias, cuando no existenciales, de este último, sobre quien toda la acción gira.

Mientras el personaje de Franz Rogowski se traslada en su bicicleta por las calles de París, o conduce su vehículo en las apretadas arterias de las afueras, esas secuencias, ejercen al modo de cinéticas transiciones dramáticas del filme, donde sus avances y acercamientos al clímax literario del mismo, son el anuncio para las resoluciones de mudos conflictos, que insistimos, se expresan en los perfectos encuadres dirigidos por Ira Sachs.

De esa manera, cuando Tomas enfila en su pedaleo ciclístico, con ese desplazamiento se aproxima cada vez más a la verdad de su intimidad y a la enérgica pluralidad de sus enigmáticos y misteriosos sentimientos.

Hace meses que no disfrutaba tanto con el solo hecho de ver un filme, el cual a uno lo mantuviera atrapado desde un principio hasta su conclusión, y esa última ritualidad se la debía a Tár (2022), de Todd Field, y en ambos casos esa predilección sensorial y estética, las cargo en la cuenta de las majestuosas interpretaciones de sus roles principales: la de Cate Blanchett, en la cinta del autor estadounidense, y hoy en la actuación de Franz Rogowski, en el caso que en esta crítica nos ocupa.

Passages se estrena en las carteleras de las salas chilenas este jueves 10 de agosto, auspiciada por la plataforma de streaming Mubi.

 

 

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Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Passages (2023).