[Crónica] Un poeta en África: Entender la otredad

Me quedo con lo que alguna vez leí de Constanza Michelson respecto a esta temática y que me recomendó mi amada esposa Alejandra: pienso que quizás más que invocar al otro como antagonista de tu existencia, en un entramado binario de relaciones interpersonales, un concepto más preciso y más justo sería el de «alteridad».

Por Francisco Marín-Naritelli

Publicado el 21.1.2023

«Porque debes saber que aferrarse a un corazón como a una boya es peligroso a causa de las grutas marinas que los atraen y en donde los pulpos que son nudos de serpientes o trompas de elefantes les cierran la salida para siempre».
Vicente Huidobro

El breve paso por Dakar me dejó en turbulencia. Tantos pensamientos sueltos y desparramados en gestos, colores y sonidos. Ante todo, el idioma. Senegal es un país francófono, herencia de la colonización francesa. Y eso implicaba una barrera de entrada, un muro del cual no era fácil zafarse.

Porque una cosa es saber que no te puedes comunicar, a miles de kilómetros de distancia, y otra más cierta e insoslayable es que no te puedes realmente comunicar. O más estrictamente: que te puedes comunicar pero nadie te entiende.

Cuando pides un taxi, cuando vas a comprar a un minimarket, cuando pides la cuenta, y más todavía cuando el contexto te exige algo más que una oración o un par de palabras aprendidas de memoria. Y claro, existe el traductor de Google y un sinfín de aplicaciones, pero nunca será lo mismo cuando una idea se te viene a la mente y quieres expresarla.

O cuando las formas lingüísticas no soportan lo que quieres expresar de una forma más personal e instantánea. Bonjour, bonsoir, ca va, bonne soirée, combien ça coûte, s’il vous plait, etcétera.

Puedes repetir la misma fórmula respetuosa de saludo y despedida (cosa que hemos perdido en Chile), pero hay cierto inmovilismo, claro, porque no es lo mismo que tu idioma, que la adaptación de tu idioma, que el repertorio de posibilidades que ofrece tu idioma, esa manera propia e íntima de vincularte, más aún cuando te dices escritor y crees que las palabras hacen la diferencia.

 

Es urgente pensar

Así como el idioma hubo otra dificultad evidente: el reconocimiento de la otredad. O sea, ser blanco en África. Y ahí cuando acontece la reflexión y me explayo.

En nuestros países occidentales, la discriminación y la xenofobia se vuelven pan de cada día, pero aquí, en cambio, la actitud es afable, en la mayoría de los casos. El tema no es la presencia de blancos en tanto blancos, o sea en cuanto el color de la piel, sino la presencia de blancos en tanto turistas.

Los taxistas tocan la bocina. Y sí, es un poco exasperante. Vayas a dónde vayas, te miran, te sonríen, te hablan, te quieren ayudar. Y uno literalmente se siente como un bicho raro, rarísimo, que solo desea discreción y anonimato.

He aquí un problema insoslayable: qué es y cómo entendemos la otredad.

Vasta bibliografía crítica nos da un marco conceptual donde el otro se expresa como amenaza, peligro, diferencia radical o, de otra forma, como subalternidad o folclore (como diría Lévi-Strauss, por ejemplo, en su texto sobre Moctezuma).

Y no hablamos solo en cuanto a orígenes étnicos variados, sino también en aspectos diversos del mundo contemporáneo: opiniones, identidades, estilos de vida, y la tendencia cada vez más marcada a la exclusión y autoexclusión en guetos (redes sociales), donde el que es parecido (gente como uno) es garantía de seguridad y estabilidad. Algo así como la tiranía de lo mismo que diluye la singularidad.

Me quedo con lo que alguna vez leí de Constanza Michelson respecto a esta temática y que me recomendó Alejandra. Y pienso que quizás más que invocar al otro como antagonista de tu existencia, en un entramado binario de relaciones interpersonales, un concepto más preciso y más justo sería el de «alteridad».

Ni siquiera como respeto ni menos como tolerancia. En la otredad está lo disyuntivo, lo que hay que aceptar, incluso «a la mala». En la alteridad hay multiplicidad, habita un mar de posibilidades y no meras contingencias.

En la alteridad nos reconocemos diferentes no porque la diferencia sea un activo actual o posmoderno, algo forzado y que cueste, sino porque cualquiera sea tu edad, tu género, tu color de piel, tu condición social, tus sentimientos, tus ideas, tus vulnerabilidades, eres y existes, aquí y ahora.

Da para pensar. Porque es urgente pensar.

 

 

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Francisco Marín-Naritelli (Talca, Chile, 1986), periodista y magíster en comunicación política (titulado doblemente en la Universidad de Chile) es profesor en la Universidad Andrés Bello y un prolífico escritor nacional, cuyas últimas publicaciones son el libro de cuentos Interior con ceniza (Ceibo Ediciones, 2018), el volumen experimental de El perfecto transitivo (Filacteria, 2019) y Aguante! (Filacteria, 2021).

Igualmente fue el director titular y responsable del Diario Cine y Literatura, entre agosto de 2017 y mayo de 2020.

 

Francisco Marín-Naritelli

 

 

Imagen destacada: Cabo Skirring en Senegal.