[Cuento] Aquí, la más guapa eres tú

Jon salió con tiempo del Seminario para pasear un poco por la avenida Carlos III, disfrutando de esos momentos de paz que brinda la hora posterior al almuerzo en Pamplona. Vestía una camisa a cuadros de manga corta, un pantalón caqui que llevaba con demasiada frecuencia y portaba un Santo Rosario en el bolsillo.

Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Publicado el 7.10.2021

Hay muchas fiestas dedicadas a la Virgen María a lo largo del año, sin embargo, para Jon, un seminarista que conocí en Pamplona, la fiesta de Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre) tiene un valor especial.

Es difícil explicarlo, quizá por lo que dice Adam Zagajewski: “Sumidos en lo cotidiano, en la rutina trivial de una vida práctica, nos olvidamos de la trascendencia”. En este caso se trata de un suceso cotidiano, trivial quizá, aunque lleno de significado.

Jon salió con tiempo del Seminario para pasear un poco por la avenida Carlos III, disfrutando de esos momentos de paz que brinda la hora posterior al almuerzo en Pamplona. Vestía una camisa a cuadros de manga corta, un pantalón caqui que llevaba con demasiada frecuencia y portaba un rosario en el bolsillo.

Entró en la sucursal de ‘Sonríe Feliz’ (la llamaré así) con unos minutos de antelación a su cita y se sentó en una silla que había junto a la puerta para esperar su turno.

Desde ahí admiró el blanco, resplandeciente y bien aprovechado espacio interior: en la planta baja, detrás de un mostrador decorado con dos girasoles falsos en un florero de cristal, un conserje joven atendía una llamada telefónica; a la derecha hay una oficina y una sala de espera, ambas vacías; a la izquierda, una escalera de cerámica beige que sube y gira para desembocar en un pasillo-balcón con barandilla, anterior a las salas de atención dental.

Jon no tenía prisa y vagó con su imaginación. Sonaba una canción tranquila y romántica. De pronto, una chica joven más o menos de su edad, morena, centroamericana, de aspecto fresco y cálido como una playa del Caribe, salió por una puerta de arriba y se dispuso a bajar por la escalera.

Estaba vestida con uniforme de dentista o de asistente: camisa blanca ajustada, chándal color naranja y zapatos de goma blanca. A Jon se le aceleró un poco el corazón; la chica posó su mano sobre la barandilla y empezó a bajar los escalones con delicadeza. “Como lo haría una Elsa latina en su palacio de hielo”, pensó.

“Caramba que es bonita, y elegante; cuánto daría por poder besar su mano, regalarle los girasoles del mostrador, invitarla a tomar un café, conocer su risa y mirar sus ojos mientras me habla…”.

— ¿Es usted Jon? —preguntó ella ya en el recibidor— La doctora le espera arriba.

— Gracias —respondió él, levantándose como resorte y lamentando de pronto no haberse puesto un pantalón mejor planchado—, ¿y cómo se llama usted?

— Talía.

— ¿María? —e inconscientemente se llevó la mano al exterior del bolsillo para palpar el rosario.

— No, Talía.

— Perdón por mi confusión…

— No se preocupe.

Jon sacó el rosario del bolsillo, miró la imagen de la Virgen que había en la primera medalla y le dijo con el pensamiento: «Aquí, la más guapa eres tú».

Guardó otra vez el rosario y se recompuso.

— Vamos.

 

***

Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y alumno del máster en teología de la Universidad de Navarra (España).

 

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

 

 

Imagen destacada: La Virgen de Éfeso, en Pamplona, España.