«Destroyer», de Karym Kusama: Nicole Kidman atrapada en la culpa

La brillante realizadora neoyorquina de «La invitación» nos ofrece un excelente thriller muy bien estructurado cuya protagonista es Erin, una dura y violenta policía, mujer y no hombre como es lo habitual en este género. La directora crea una ambientación sórdida que refleja la devastación de una persona rota interpretada impecablemente por la icónica actriz. El largometraje es una reflexión sobre la traición y la culpa en un mundo colérico dominado por la ambición.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 12.3.2019

 

«Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor que la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta».
Facundo Cabral

 

Una actriz mutante

Uno de los mayores atractivos del filme está en la genial interpretación de Nicole Kidman. La actriz muta de tal manera que resulta difícil de reconocer, toda ella es otra mujer, su cara, su mirada, su voz… No es la primera vez que ocurre, lo hizo también en Las horas encarnando a la escritora Virginia Woolf. Aquí la vemos como Erin Bell una policía casi zombie, una mujer rota que encuentra pocos motivos para seguir viviendo. Contrasta esa personalidad destruida con la viveza que muestra antes de cometer el error que la marcará para siempre, en esa caracterización la Kidman luce en toda su belleza.

 

Ambición

Erin y Chris se introducen en una violenta banda especializada en grandes atracos a entidades bancarias. Los policías se hacen pasar por pareja y acaban siéndolo al sentir ambos una fuerte atracción. La banda está liderada por Silas, un tipo errático y muy violento que los tiene a todos bajo control.

En el momento en que los agentes conocen los detalles del próximo atraco, Erin expresa a Chris su deseo de tener dinero y le sugiere no avisar a sus superiores para quedarse con parte del botín. Chris no quiere pero accede por amor a ella aunque le hace prometer que en caso de complicación se identificarán como policías e intervendrán; la agente acepta y se compromete en que así lo hará.

El deseo de tener dinero fácil, la ambición de querer más. La tentación a la que tantos funcionarios públicos sucumben desde policías a políticos, un desafortunado “cáncer” de nuestra sociedad materialista donde el dinero parece ser el objetivo primero y el remedio a todo mal.

 

Los actores Sebastian Stan y Nicole Kidman en «Destroyer» (2018), de Karyn Kusama

 

Traición

Pero en el atraco surgen complicaciones, Silas se dispone a matar a una trabajadora que los ha engañado introduciendo tinta marcadora en los sacos de dinero. De inmediato Chris va a su encuentro para evitarlo y mira a su pareja quien no reacciona, vemos a una Erin nerviosa que está paralizada y no es capaz de cumplir con su promesa. Así, Chris se queda solo y tras identificarse se produce un tiroteo en el que mueren tanto el policía como la empleada ambos a manos de un descontrolado Silas.

Erin traiciona a Chris, traiciona el amor que él sentía por ella, traiciona su amor por él y con todo ello se traiciona a sí misma. Logrará esconder un saco del botín mintiendo sobre todo lo sucedido para mantener su puesto de trabajo y evitar una condena segura. La verdad quedará escondida de los demás pero seguirá en ella. Y esa verdad no comunicada la marca para siempre con un fuerte sentimiento de culpa-rabia que la consume y proyecta contra todos.

 

Culpa y rabia

Erin Bell, Bell para sus compañeros de trabajo (el apellido y no el nombre como forma de evidenciar distancia) se convierte en una mujer muy dura y violenta con aspecto dejado y de “pocos amigos”. Su dureza exterior es en realidad una dureza autoinflingida por la gran culpa que tanto le pesa y que le induce a la rabia, “vive” atrapada en ellas. Cuando sabe de la reaparición de Silas concentra toda su ira en él y lo busca para vengar la muerte de Chris. Para conseguirlo actúa por su cuenta y siguiéndole la pista se convierte en testigo de un nuevo atraco de la banda, reacciona entrando “a saco” en la oficina bancaria saltándose cualquier protocolo y arriesgando vidas (incluída la suya). Actitud que entiendo como forma inconsciente de resarcir su antiguo error, la inacción por miedo se ha convertido en la acción desbocada de quien nada teme e incluso busca-desea morir.

En lo privado también domina la dureza y la violencia, Erin es madre de Shelby una adolescente rebelde hija de Chris (quien nunca supo de su embarazo) y tuvo una relación con Ethan un buen hombre que aún la quiere e hizo-hace de padre de la chica. Su devastación le impide ser madre y ser compañera, no puede amar plenamente porque no se soporta-ama. Erin no se perdona y no perdona a nadie, es una mujer que se perdió y sigue perdida, no ha sabido-podido-querido aceptar ayuda para salir del laberinto en el que un día entró por ambición. Kusama nos la muestra en una escena con su fiel compañero de patrulla en una terraza cuyo suelo es un laberinto. Él preocupado por ella buscando ayudarla, ella apartándole y dejándolo solo en el centro cual minotauro al que no quiere enfrentarse; el compañero es de raza negra, el negro como simbolismo de lo que no se acepta ni se quiere ver (que es el amor-ayuda del policía, de Ethan e incluso de Shelby; la conveniencia de dejar la culpa-rabia-venganza que la dominan).

 

Nicole Kidman (Erin) en «Destroyer»

 

La más perjudicada por su renuncia a salir del laberinto es Shelby; ella también está perdida, su rebeldía es un reflejo de la rabia de una chica con muchas carencias de madre. Una hija perdida por una madre perdida. Erin no quiere que Shelby se pierda definitivamente y actúa para evitarlo pero su actitud violenta junto con su dejadez vital (especialmente su adicción al alcohol) tienen el efecto contrario. Sólo al final la madre será capaz de acercarse a su hija de otra manera. En una emotiva escena Erin se desnuda y confiesa su error-“culpa” a Shelby, le dice que es “mala” (así se siente) y que ella no es “culpable” de nada. Y es capaz de expresarle un sentido “te quiero” con un beso en su frente. Con su confesión Erin abre la posibilidad para que su hija se libere de una carga que en realidad no es suya, es de la madre. Así, Shelby también se sinceriza y le habla de un recuerdo de infancia (las dos tienen dificultades para recordarse juntas), rememora una noche en la que se perdieron en el bosque tras una excursión, nevaba y Erin la llevaba cargada a su espalda calzando unas inadecuadas bambas. Shelby se sintió protegida-liberada por su madre pero a la vez tomó conciencia de su debilidad-dejadez.

 

Un fotograma del filme «Destroyer»

 

Ouroboros

La película empieza y termina en el mismo lugar-tiempo como la imagen de la serpiente mítica cuya cabeza se muerde la cola. La serpiente ouroboros, el símbolo de los ciclos de la vida que tiene distintas connotaciones-significados entre los que está la lucha eterna del vivir o el esfuerzo inútil ante la imposibilidad de salir del ciclo en el que se está. Simbologías muy apropiadas al estado en el que se encuentra Erin.

La escena se ubica en un ambiente desolado y sórdido (reflejo de cómo es la protagonista). Amanece, su viejo coche bajo un puente en una zona deshabitada (la imagen de su soledad, de la falta del calor-fuego de un verdadero hogar), cerca de una acequia sucia (las aguas estancadas como símbolo de los sentimientos no expresados que la han consumido) y torres de alta tensión (la alta tensión del sin vivir de una mujer enrabiada). En la acequia y junto a una torre yace un hombre al que han disparado con un revolver de empeñadura roja (la sangre de la venganza), Erin se acerca medio zombie a hablar con sus compañeros policías que sabrán que fue ella quien lo mató.

La escena final es la continuación. Ella regresa al coche, malherida de muerte. Su fiel compañero policía acude a hablarle, Erin le entrega un sobre con todo lo necesario para detener a los otros miembros de la banda, redimiéndose de alguna manera como policía.

La vemos apagándose sola en su coche con mirada fija reviviendo su amor y su traición a Chris. Tras lo que observa la naturaleza del lugar: un perro, gaviotas en el cielo azul, el sol entre los árboles cuya silueta se difumina transportándole al amanecer con su hija a cuestas tras estar perdidas toda la noche en el bosque; la imagen del amor que siente por Shelby y de su lucha por salvarla-liberarla de la perdición en la que también ella se encuentra. Y finalmente la imagen bajo el puente de unos jóvenes skeaters, el salto mientras el monopatín voltea una cámara lenta la cual precede al fundido a negro de su muerte.

Este final repleto de simbolismos puede interpretarse de muchas maneras. A mi entender, que la escena sea en un amanecer soleado junto con el volteo perfecto y dominio del salto por parte del joven se puede comprender como una señal de esperanza. Esperanza de que a pesar de la dureza vivida y de la muerte de Erin, la joven Shelby podrá salir del ouroboros materno. Y todo gracias a la última conversación que ambas tuvieron en la que una Erin humana y cercana finalmente le confiesa su error y su mentira. En ese acto de sinceridad, la madre la libera de toda culpa y la estimula con un “tú eres mejor que yo”. Ojalá sea así.

 

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Otra escena de «Destroyer» con Nicole Kidman

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

El trovador catalán Jordi Mat Amorós i Navarro, redactor del Diario «Cine y Literatura»

 

 

 

Imagen destacada: Los actores Sebastian Stan y Nicole Kidman en «Destroyer» (2018), de la realizadora estadounidense Karyn Kusama.