«Dioses suicidas»: La inmortalidad del absurdo

Ingresan en un living propio de la modernidad del siglo XX, cuatro personajes errantes, ebrios, disfrazados de quienes no son, para debatir en torno a la auto eliminación física. Este montaje equivale a presenciar en escena -a través de un discurso múltiple-, el retorno de las discusiones de los pensadores existencialistas, ahora contextualizadas dramáticamente, y revitalizadas en sus significados y conceptos más profundos.

Por Faiz Mashini

Publicado el 3.09.2017

¿Allende casado con “una” Cristo y algún Papa con Cleopatra? ¿Los cuatro se han suicidado, los cuatro son dioses o humanos enaltecidos en la memoria de la humanidad? ¿Los cuatro grandes dirigentes? ¿O es un after-hour después de una fiesta de disfraces?

Dirigida por Cristián Plana y escrita por Antonio Zisis, «Dioses suicidas» expone la disyuntiva existencial en la posibilidad del paso radical al suicidio y el poder de la decisión sobre nuestro destino.

El elenco está compuesto por los actores Álvaro Espinoza, Celine Reymond, Víctor Montero y Paloma Moreno, quienes sorprenden con su desplante sobre este living en donde se divaga acerca de las relaciones sentimentales y de los deseos sexuales expuestos con total irreverencia, mientras la música incidental -en un arreglo de Diego Noguera-, se apropia de los momentos vitales de cada uno de estos personajes.

La actuación pasa de un lenguaje realista a uno extra-cotidiano, en una perfecta armonía de transiciones justificadas tanto por el vestuario -el cual genera una sensación de extrañeza- y gracias a la libertad interpretativa otorgadas por la trama y la ambientación, elementos que sumados a la escenografía y a los objetos utilizados, son aprovechados en su conjunto a través del ejercicio actoral.

La actriz Paloma Moreno en el montaje de «Dioses suicidas», del director Cristián Plana

“No hay más que un problema verdaderamente serio: el suicidio”. Con esta frase comienza Albert Camus su libro «El mito de Sísifo» (1942). Pudiendo elucubrar un sinfín de problemáticas asociadas, como las preguntas existenciales surgidas a partir del personaje de Dostoievsky, Kirilov, el mismo que impulsó a Camus en su texto, vemos cómo esta obra resuelve no solo el dilema desde lo literario, sino que también es el espacio escénico mismo -diseñado por Francisca Lazo-, el factor que se refiere al vacío, a lo oscuro o a la nada. Un paso al vacío lo es real y físicamente en esta pieza: la entrada a otra dimensión, hablar situado en un plano distinto y dialogar con altura divina. Divinidad que es inventiva humana: nada más que retórica. Así, la puesta en escena se vuelve metáfora de conceptos, y una decisión de dirección y diseño pueden ser el reflejo del contenido mismo.

La condena de Sísifo es el absurdo de empujar una piedra cuesta arriba para que ruede cuesta abajo y estar sentenciado a volver a subirla por la eternidad. Es la eternidad la que lo iguala a los dioses, aunque sea en un sufrimiento miserable, y no en la grandeza. La inmortalidad se alcanza con su opuesto por las reglas paradójicas del absurdo: la muerte. Por otro lado, Dostoyevski siempre inserta en sus novelas a estos «locos» que retornan con ideas de Occidente, burlándose de los alemanes trascendentales y de los románticos franceses (los teóricos como Raskólnikov, Kirilov o el príncipe Mishkin), quienes son reinterpretados en esta obra como fuente de inspiración, para enaltecerse al nivel de un dios como caricatura de un existencialismo que propone al ser, la nada, la vida y la desaparición.

Este montaje equivale a presenciar en escena -a través de un discurso múltiple-, el retorno de las discusiones de los pensadores existencialistas, ahora contextualizadas dramáticamente, y revitalizadas en sus significados y conceptos más profundos.

 

DIOSES SUICIDAS

Teatro de la Universidad Finis Terrae (Avenida Pocuro Nº 1935, Providencia, Santiago)
Entre el 29 de julio y el 9 de septiembre
Funciones: Viernes y sábado a las 21.00 horas
Entradas: $6.000 general y $3.500 estudiantes y tercera edad.