«Duérmete mierda»: El día perfecto

El aburrimiento es un estado trascendental, absolutamente necesario porque es el detonante que te hace salir de tu zona de confort de forma obligatoria. Te empuja al precipicio de hacer algo que llene ese vacío, algo que realmente te satisfaga. Al estar insatisfechos tenemos mucho tiempo para pensar y reflexionar, que es la facultad más maravillosa que tiene el ser humano.

Por Jasmín Valdés Rastello

Publicado el 18.3.2019

“Duérmete mierda, estás aburrida”.

Cuando el aburrimiento puede convertirse en la chispa que enciende la creatividad:

– “Duérmete mierda, estás aburrida”.

Me dijo anoche un amigo de WhatsApp, cuando casi a las dos de la mañana envié al grupo un artículo sobre filosofía griega que me pareció de lo más interesante y lo quise compartir con mis amigos.

“Duérmete mierda, estás aburrida”, ¿qué se cree esta maldita rata de alcantarilla? Pensé, ¿venir a hablarme así? Y lo increpé. Qué tipo más idiota.

Luego, al día siguiente, acostada en la cama, con la cabeza hundida en una almohada ortopédica que compré especialmente para corroborar si mi problema de tensión existencial era culpa de la industria de colchones (lo cual comprobé es completamente falso). Bueno, como les iba diciendo, con la cabeza hundida en esa almohada, la vista en negro, la sangre ardiendo, el teléfono en la mano, pensé: ¿y qué es el aburrimiento?, ¿es realmente un insulto que te digan que estás aburrido?, ¿es malo estar aburrido?

No lo creo y no lo quiero creer tampoco. Levanté la mirada, afuera había sol, era el día perfecto para hacer todo lo que se me pudiese haber ocurrido, pero el aburrimiento… esa “paja” que le da a uno hacer cosas cuando está en su zona de confort perfecta me hizo volver a hundir la cabeza en la maldita almohada (una estafa, no las compren, solo sirven para que uno se quede más tiempo en la cama perdiendo el tiempo).

No, ¡no!, me dije a mi misma, no puede ser que el aburrimiento solo sirva para perder el tiempo, perderlo, así, como sumergido en la depresión. ¡Para algo debe servir esto!

Filosofar sobre el propio aburrimiento no es cuento fácil, porque en el fondo es asumir que no tienes nada más interesante qué hacer y que en ese momento no sirves para nada. Así que démosle no más y sin tener vergüenza partamos desde el principio.

Me acuerdo cuando era muy chica, no tenía más de 5 años y le decía a mi mamá:

– “Mamá, estoy aburrida”.

– “Abúrrase todo lo que quiera”, me contestaba ella y me dejaba sola.

Entonces me daba una pataleta que ella obviamente no atendía en lo absoluto, por lo tanto, estaba obligada a lidiar con esa emoción, a ser creativa y a inventar algo que me gustara hacer para entretenerme.

Hoy, si un niño dice: “mamá, estoy aburrido”, todos corren como si el rey del universo cuántico hubiese dado una orden celestial y le preguntan: ¿quiere salir a pasear?, ¿quiere ir al cine?, ¿le compro un juguete?

Sin saber que en el fondo les están quitando la posibilidad de desarrollar lo único de lo que somos realmente dueños los seres humanos: nuestra creatividad.

El aburrimiento es un estado trascendental, absolutamente necesario porque es el detonante que te hace salir de tu zona de confort de forma obligatoria. Te empuja al precipicio de hacer algo que llene ese vacío, algo que realmente te satisfaga. Al estar aburridos tenemos mucho tiempo para pensar y pensar, que es la facultad más maravillosa que tiene el ser humano.

Estar permanentemente ocupado en algo, repleto de tareas o con la mente llena de problemas no te hace ser ni más inteligente, ni más productivo, ni más feliz que alguien que pasa por períodos de aburrimiento. Tener tiempo para pensar en esta sociedad que siempre avanza como una máquina que te quiere matar es realmente un privilegio, porque el aburrimiento es la génesis de la creatividad, es el punto de partida en el cual nos damos cuenta de que no estamos conformes con algo y decidimos salir a buscarlo.

Nadie planifica el viaje de su vida y decide irse a los Himalayas a rezar con los monjes tibetanos si no es porque estaba absolutamente aburrido de su realidad actual. Nadie va a la discoteca si está entretenido en la comodidad de su casa. Nadie inventa una nave espacial si no estuviese absolutamente aburrido de esta realidad. Por lo tanto, el aburrimiento es la sed de acción, la necesidad de actuar, pero no en cualquier cosa, sino en algo que realmente te haga sentir que tu vida se vuelve poesía, magia pura. Bueno, para descubrir eso se necesita pensar.

Es decir, “pienso luego existo”. El aburrimiento forma parte del “pienso”.

Kierkegaard, un filósofo danés, considerado el padre del existencialismo dice que: “Dios creó el mundo por aburrimiento”, y le encuentro absolutamente toda la razón, si Dios existe, tiene que haber estado muy aburrido como para haber tenido la creatividad suficiente para inventar un universo (o varios) donde, como dicen las viejas, “hay de todo en la viña del señor”. Perros, vacas, humo, gente, vibraciones electromagnéticas, colores y sabores, todo tipo de materia, materia y anti materia, energía nuclear, amor, desamor y absolutamente todo lo que se te ocurra.

Jacques Lacan dice que: “la queja del aburrido es la manifestación del deseo de otra cosa”.

El asunto ahora es, ¿cómo sacarle partido al aburrimiento?

La respuesta a eso es difícil, pero podríamos partir por reconocer nuestro aburrimiento con humildad, tratar de darle un sentido y preguntarnos ¿de qué estoy aburrido?, ¿qué cosa en este mundo podría quitarme ese aburrimiento?, ¿me gusta realmente lo que hago en mi trabajo?, ¿me gusta a lo que estoy dedicando los efímeros segundos que tengo de vida?

Y luego de eso, agarrar coraje y salir a buscar “eso” hasta encontrarlo, ya que como nadie nos dijo cuál era la razón por la que estamos aquí en este mundo, entonces pongámosle que “fue para venir a ser felices”.

Gracias maldita rata de alcantarilla, ¡gracias Diego Suazo!, porque gracias a ti y a ese desagradable mensaje de WhatsApp me di cuenta de que tienes toda la maldita razón, estoy “aburrida”.

 

Isabella Jasmín Valdés Rastello (Vicuña, Chile, 1988) es una montajista y postproductora, licenciada en cine, con especialidad en montaje de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales ARCIS, en Chile, y diplomada en ciencia y técnica del color y after effects, en el CFP del Sica, de Buenos Aires, Argentina.

 

Isabella Jasmín Valdés Rastello

 

 

Crédito de la imagen destacada: «Puente de Brooklyn, Nueva York, 1986», de Ferdinando Scianna/Magnum Photos.