«El affaire de Sarah y Saleem»: Cuando las esferas se difuminan

El realizador palestino Muayad Alayan ha filmado un largometraje de ficción excelente. No se ha propuesto contestar las preguntas que hace, sino dejárselas al espectador para que éste saque sus propias conclusiones, antes de contar y de tomar partido, simplemente ha querido mostrar. Sus personajes, de este modo, lejos de ser monigotes son sujetos de compasión, espejos donde nuestra compleja humanidad se refleja con claridad y sinceridad. Se estrena en salas comerciales de Chile este jueves 11 de abril.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 10.4.2019

La tensión entre esfera pública y privada suele apreciarse bastante en el cine. Son geografías que se repelen fuera de la pantalla y que, no obstante, juntas parecen dar pie a interesantes reflexiones políticas en su traslación audiovisual por la misma naturaleza del medio. Muayad Alayan (1985), el joven realizador palestino detrás de El affaire de Sarah y Saleem (2018) lo ha dilucidado perfectamente y ha dado pie a un certero drama político que podría haberse traducido más correctamente según lo proponía su título original: El informe de Sarah y Saleem, pues a este director no le interesan los amores imposibles entre una Capuleto y un Montesco, sino ese muro derribado entre ambas esferas, esa tierra de nadie que solo la gran pantalla permite ver e investigar desde la intimidad pública de una sala de cine.

Sarah (Sivane Kretchner) es israelí, esposa de un coronel del ejército y dueña de un café. Saleem (Adeeb Safadi), su proveedor de pan y su amante, a la vez que un futuro padre que busca aliviar una tensa situación económica suministrando enseres a compatriotas que tienen prohibido ir a Jerusalén. La relación entre ambos será descubierta luego de que se vean inmiscuidos en una pelea en un bar de Belén. Y las repercusiones no solo amargarán el núcleo familiar de cada uno, sino que pondrá en caliente las mismas relaciones entre Palestina e Israel.

Muayad Alayan tiene una conciencia casi documental que conjuga muy bien con otra más propiamente narrativa y ficcional. Su película, sin embargo, no es un drama hollywoodense con una moraleja que resuelva el nudo dramático. Antes bien, muestra y deja que el espectador decida y tome partido. Sigue así con cámara en mano a los amantes y se detiene para que conozcamos la intimidad familiar de cada uno con primeros planos, luz natural y un montaje que quiebra el espacio cinematográfico y agota la barrera entre la esfera pública y la privada. A la vez, permite conocer el rol público de cada uno casi del mismo modo, pues es ahí donde el amor se desvanece y da paso a la paranoia, a la pregunta: “¿qué estás haciendo aquí?” y a esa cámara que tiembla constantemente sin el soporte de un trípode ni de relaciones geopolíticas estables.

Esto hace que El affaire de Sarah y Saleem esté lejos de ser un drama romántico. Reserva un momento para sufrir la traición marital, otro para dibujar la rutina del hogar y uno para ilustrar la laboral, pero en casi todo momento está presente el propósito de tensionar las relaciones cotidianas en un contexto político tan delicado como el palestino e israelí. A Alayan no le interesan los héroes, sino ese trazo sutil que quiebra las esferas de sus personajes. Para ello, rompe a ratos con la unidad temporal, de sonido y espacio para evidenciar que, en situaciones determinadas, no existen fronteras privadas, salvo por aquellos espacios de tránsito como el auto y la calle, reductos que, finalmente, tampoco ofrecen una completa protección y que, consecuentemente, son objeto de propaganda y repudio político.

Muayad Alayan ha filmado una película excelente. No se ha propuesto contestar las preguntas que hace, sino dejárselas al espectador para que él saque sus conclusiones; antes de contar y de tomar partido, simplemente ha querido mostrar. Sus personajes, de este modo, no son monigotes, principal peligro que enfrentan historias donde hay amantes, sino sujetos de compasión, espejos donde nuestra compleja humanidad se refleja con claridad y sinceridad.

 

Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente, se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción.

 

La actriz Sivane Kretchner en una escena del filme «El affaire de Sarah y Salem» (2018)

 

 

 

 

Felipe Stark Bittencourt

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El actor Adeeb Safadi en un fotograma del filme «El affaire de Sarah y Saleem» (2018), del realizador palestino Muayad Alayan.