«El coronel Chabert», de Honoré de Balzac: La eternidad de los muertos

La lectura y el aprecio de la novela «Los enamoramientos» de Javier Marías provocaron que la inquietud intelectual de nuestro redactor salvadoreño revisara la breve y soberbia obra (mencionada por el español en su ficción) del insustituible creador francés, a quien se le debe el genial corpus de «La comedia humana».

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 12.12.2018

Fiel a mi costumbre de leer aquellos libros que aparecen referidos en otros libros, después de terminar con Los enamoramientos de Javier Marías, volví a releer El coronel Chabert de Honoré de Balzac (1799- 1850) y a quien el autor español le dedica un par de capítulos de su novela, para demostrar la idea que tiene el propio Díaz-Varela (el villano de la novela de Marías) de que los muertos están bien donde están y no deben volver nunca, con lo cual él se sentía con el legítimo derecho de aspirar al lugar que algún día ocupó Miguel Desverne, el esposo de Luisa, muerto a cuchilladas (en realidad mandado a asesinar por el mismo Díaz-Varela) en el céntrico Paseo de la Castellana.

Dadas sus propias circunstancias económicas que lo obligaban a trabajar más de la cuenta, el propio Balzac vivió convencido de que los seres humanos estamos moldeados por el entorno y las presiones sociales.

El argumento del título El coronel Chabert (1832) es por lo demás sobrecogedor, como bien se afirma en la contra portada del libro. La novela además es bastante corta, menos de cien páginas en la edición de bolsillo de Penguin Clásicos, y en traducción de Mercedes López-Ballesteros, y por si fuera poco, la obra es amena y fácil de leer.

La trama de la novela -que he leído en castellano, pues mi nivel de francés no da para apreciar directamente en esa lengua-, más o menos se puede resumir así: Un coronel del ejército de Napoleón, apellidado Chabert, tras haber combatido bajo las órdenes del emperador en diversas campañas, dirige un ataque en contra del ejército ruso; los franceses obtienen una victoria en Eylau bajo condiciones inclementes y que termina por ser en términos militares insignificante. En esta batalla Chabert sufre una herida en el cráneo y es dado por muerto; el propio Napoleón envía a dos médicos a certificar la muerte del connotado militar, pero estos certifican su fallecimiento sin molestarse en verificar el hecho mismo. Con su muerte, a falta de hijos, su esposa se convierte en la legítima heredera de todos sus bienes. Poco tiempo después lea mujer se vuelve a casar con el conde de Ferraud, con el cual tiene dos hijos.

Pero poco tiempo después descubrimos que el coronel no murió en la batalla y ahora, diez años más tarde y después de debatirse entre la vida y la muerte y de pasar muchas penurias, está de vuelta en París tratando de recuperar lo que piensa le pertenece con toda justicia; al llegar a la ciudad el coronel busca encontrase con su ex mujer y además solicita la ayuda de un abogado, un tal Derville.

Pero la ciudad es ya otra, ahora rigen nuevos valores, la sociedad se reorganiza bajo un nuevo liderazgo político; atrás han quedado los tiempos de la revolución y del emperador Napoleón. En honor a la verdad tampoco Chabert es ya el mismo que era, ahora después de diez años de penurias está prácticamente irreconocible, es más bien un paria y no el afamado coronel Chabert.

Bien mirado, el argumento de la novela parece legítimo: el hombre no ha muerto luego entonces la justicia debería restituirle lo que le pertenece, incluyendo a su mujer; pero y he aquí el dilema que nos plantea Balzac ni su patrimonio es suyo ahora y su esposa está ahora legítimamente casada y además tiene dos hijos de su nuevo marido.  Entonces, ¿qué hacer?, ¿en favor de quién fallar? O quizá lo mejor y más fácil sería descalificar al demandante, considerarlo un loco, forzarlo a renunciar a sus derechos.

Por si fuera poco para su ex-mujer, que sí sabe de su existencia, pero que la misma le resulta una molestia para su condición de mujer nuevamente casada, con dos hijos de su nuevo esposo, la aparición de Chabert es una amenaza para sus intereses financieros y quién sabe si también para su estabilidad emocional. Por otra parte, sobre todo al principio no parece haber pruebas suficientes de que aquel pobre hombre sea quien él dice ser, además existe una acta legal de su defunción.

Al final, después de lograr entrevistarse con su ex-mujer el coronel renuncia a sus pretensiones de recuperar lo que era suyo.

El abogado Derville resume de manera brutal la realidad del mundo en que vivimos, la doble moral, la hipocresía, la corrupción que genera el poder, el amor al dinero, el uso de la mentira para alcanzar los fines que se pretenden. En fin, que vivimos en una sociedad donde como dice Derville antes de retirarse a hacer su vida en el campo, lejos de la ciudad de París: “nosotros los procuradores vemos repetirse los mismos sentimientos malvados; nada los enmienda , nuestros despachos son cloacas que es imposible purgar”.

Sin duda la posición más honrada y honorable en toda la novela la desempeña el propio coronel Chabert, cuyo único error fue tratar de volver de la muerte de la cual nadie debe intentar regresar, so pena de ser descalificado y considerado como un loco de atar.

 

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

La traducción comentada por nuestro redactor

 

 

Imagen destacada: El escritor francés Honoré de Balzac​ (Tours, 20 de mayo de 1799-París, 18 de agosto de 1850).