El racismo en la obra de H. P. Lovecraft: Una polémica que crece en los EE.UU.

A raíz de la ola de protestas que sacudieron al país norteamericano, luego del asesinato de un ciudadano afrodescendiente a fines del mes de mayo, a manos de la policía de Minneapolis, la bibliografía de una serie de autores literarios de esa nación han sido puestos en tela de juicio por promover —a través de las páginas y en las tramas de sus títulos— valores éticos reñidos con el principio de la igualdad de las etnias que componen al género humano. El creador de los «Mitos de Cthulhu» es uno de ellos.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 30.6.2020

Para nadie es un secreto que H. P. Lovecraft (1890 – 1937) fue racista, incluso a uno de sus gatos lo llamó “nigger-man” que se puede traducir como “hombre-negro”. Sin embargo, se puede explicar su racismo, y por extensión el de muchos otros, por sentirse ellos mismos como inadaptados al entorno en que viven; obviamente, el problema es más complejo, pero este es uno de los factores que inciden en el racismo.

Podemos ver esta desadaptación al medio ambiente en el breve relato “El intruso” que para los críticos es un cuento con muchos rasgos autobiográficos; este texto escrito en primera persona, como casi todo lo de Lovecraft, narra la vida solitaria de un tipo que sabe que ha vivido mucho tiempo en un viejo castillo, pero no puede precisar cuantos años, pues no puede medir el tiempo. Este individuo, que no un hombre, no ha visto a nadie durante muchos años y su único contacto con el mundo han sido sus lecturas. Su recuerdo de otras personas es vago, y parece que no puede recordar nada sobre quién es o sobre su historia personal.

Sin embargo, un día decide salir y sube por unas escaleras oscuras, cuando por fin sale a un piso de piedra, ve una radiante luna, en realidad está en otro mundo aunque él no lo sabe; después de caminar un par de horas, ve un castillo y se encamina hacia allí, en ese castillo hay una fiesta, pero al verlo escapan aterrorizados, aunque él no logra comprender la razón de su horror. De nuevo el narrador se ha quedado solo y se acerca a lo que cree que es una puerta que lleva a otra habitación y de repente ve una figura horrible y deforme, extiende la mano, intentando tocar la garra de la criatura y él a su vez huye horrorizado para decirnos que al extender la mano sintió la superficie fría y lisa de un espejo.

Este relato nos permite ver cómo Lovecraft nos perfila al narrador en relación con su entorno: el mundo le era ajeno y se sentía como un extraño, tanto así que no sabía que era un monstruo.

 

Un muchacho desadaptado

Afirman los expertos que Lovecraft vivió una infancia solitaria y se la pasó leyendo libros en su ático, a la luz de una vela, en vez de estar en la calle jugando con los demás niños, tratando de hacer amigos. En este ambiente, tuvo muchos conflictos con su madre que era una figura dominante; alguno de sus biógrafos ha afirmado que también sus tías influyeron en su infancia sumisa. No es de extrañar, pues que Lovecraft haya padecido depresión, incluso se piensa que intentó suicidarse, al menos una vez.

La muerte de su abuelo, que era la persona con quien más se identificaba en su familia, vino a agravar su situación, además de que su muerte dejó a la familia sumida en las penurias económicas.

Los críticos también afirman que Lovecraft tenía un gran afecto hacia sus orígenes ingleses, y decía que su familia era descendiente directa de los primeros pobladores ingleses en Nueva Inglaterra. Tanta era su admiración por el imperio inglés que llegó a considerarse caballero de la reina Victoria. En, efecto, tanto Lovecraft como los protagonistas de su obra admiran a los europeos pues ellos creen ver en estos personajes a una raza de sangre pura, y de modo particular la admiración recae en los británicos, españoles y franceses, aunque también hay una clara admiración hacia la cultura griega, germánica y particularmente la nórdica.

Hay que hacer notar también, que la mayoría de los protagonistas de los relatos de Lovecraft son hombres blancos, pero todos ellos carecen de motivaciones románticas, y lo que es más interesante es que todos ellos tienen un profundo temor a lo desconocido y, por extensión, comparten una aversión a los extranjeros, en particular a aquellos que no son blancos.

 

H. P. Lovecraft en 1915

 

Las etapas gótica y onírica

Respecto a sus trabajos literarios, los críticos identifican tres etapas; la primera es la considerada “macabra o gótica” (1905 – 1920), en la que se nota la influencia de Edgar Allan Poe y los temas de sus relatos tienen sus raíces en el Romanticismo, entre otros tópicos vemos la muerte, la noche como escenario y la búsqueda de lugares remotos.

He aquí un ejemplo de esta primera etapa. El cuento se titula “La bestia en la cueva”, el relato está narrado en primera persona y la voz hablante trata de extender lo más que puede la tensión del lector intentando que éste crea que el narrador está por enfrentarse al animal que lo acecha en la oscuridad de la cueva donde se ha metido por error; sin embargo, al final cuando el cuento se resuelve con la llegada del guía, quien ha entrado en su búsqueda, se da cuenta, gracias a la luz de la antorcha de este último, que lo que él pensaba era una bestia no es más que un pobre hombre blanco a quien ha dado muerte.

La segunda etapa se le conoce como “onírica” (1920 – 1927) y está basada en la proyección de los sueños hacia parajes de inspiración mediterránea y nórdica.

He aquí un ejemplo de esta segunda etapa. El cuento se titula “Más allá de las paredes del sueño”; en él el narrador se pregunta si la mayoría de las personas se detienen a pensar en el titánico significado de los sueños y al oscuro mundo al cual pertenecen.

Este cuento, al principio, parece más un ensayo incluso con una referencia a Freud, y trata de Joe Slater, un blanco aparentemente ordinario, quien había cometido varios crímenes y el cual fue declarado loco. Cuando lo llevaron a la institución donde trabaja el narrador iba precedido de fama de peligrosidad. Cada pocos días el hombre padecía alucinaciones, al parecer inspirados por una deidad alienígena y en esos momento poseía una fuerza descomunal, donde eran necesarios varios hombres para contenerlo.

El narrador comienza a interesarse en el caso de este hombre de color y piensa que pese a todo, el sujeto es un genio y de allí se concluye que el mundo de los sueños no puede ser comunicado con el lenguaje diario, de allí que él se vale de la telepatía para conectar con ese mundo inaccesible de Slater: al final conecta con él y termina llamándolo hermano de luz, pues el contacto le revela otro mundo, más allá de la vía láctea.

Una voz que llega de más allá de la pared del sueño (de allí el título del cuento) le confirma que Joe ha muerto, pero por un corto tiempo una nueva estrella es visible, a simple vista, en el cielo.

 

Lovecraft en 1934

 

La etapa de la insignificancia

Por último, los críticos afirman que está la etapa de los “Mitos de Cthulhu” (1927 – 1937). En esta etapa, dicen los expertos, Lovecraft desarrolla su estilo propio, ese que se basa en la idea de la insignificancia humana ante un cosmos inmenso y hostil. Es en esta última etapa donde Lovecraft crea una cosmogonía que sigue cautivando a no pocos lectores; se trata de un universo que puede ser visto como un horror cósmico que incluye divinidades y razas nuevas, además de la posesión psíquica de un cuerpo humano por extraterrestres; estos relatos se conocen como relatos alienígenas.

El cuento que elegí para representar esta etapa se titula “El llamado de Cthulhu”. En este relato tenemos a un famoso profesor de la Universidad de Brown in Rhode Island que estudió el caso de un joven escultor afroamericano muy brillante, pero excéntrico, de nombre Wilcox que un día enferma de desórdenes mentales, y tiene sueños extraños. La segunda parte del cuento trata de los rituales de vudú en Nueva Orleans. En uno de sus rituales la figura del inspector de policía John Raymond Legrasse se aparece. En una conferencia el profesor Angell, de la Universidad de Princeton habla de un ritual que observó en el norte de Islandia; el inspector está interesado en la presentación acerca de este diabólico ritual y el cántico que repiten dice: «En su casa en R’lyeh Cthulhu muerto, espera mientras sueña». Después el profesor Angell muere y el narrador piensa que murió porque sabía mucho o porque estaba por saber demasiado.

En la tercera y última parte en un barco llegan a Australia un barco con un hombre que ha muerto de una impresión; y el otro que está aferrado a un ídolo, de origen desconocido que el hombre dice encontró en la cabina del yate Emma. El cuenta que viajaban de Callao, Perú, con once tripulantes y solo él sobrevivió.

Al final el narrador siente que él pronto va a morir, pues éste, a su vez, sabe mucho y el Cthulhu todavía existe. Y antes de cerrar el cuento dice que si es ejecutado pongan una nota de precaución sobre los textos que ha recopilado y que tratan del culto a Cthulhu.

La crítica coincide en afirmar que el estilo narrativo de Lovecraft es lento, pues abusa de los adjetivos, su estilo como ha dicho Borges, en alguna parte es, “interjectivo y a veces tremebundo”, como también lo es Poe, pero esto hace que sus relatos den una sensación de densidad, de condensación, pero sobre todo sus mejores historias nos dan una sensación de agobio.

Otro de los rasgos de sus textos es el uso de términos arcaicos para darnos la sensación de estar frente a páginas eruditas, extrañas o antiguas. Como el citado: “Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn”, que otro de los personajes traduce como: “En su casa en R’lyeh Cthulhu muerto, espera mientras sueña”.

Lovecraft —afirman sus críticos— tiende a la hora de arribar al clímax de la narración, dejar que sea la imaginación del lector, guiada por sus propios miedos la que tome el control del relato y de esta forma son nuestros propios miedos los que muestran la imagen grotesca del monstruo que se ha ido, poco a poco, filtrando a lo largo del texto, creando un ambiente de tensión creciente. Y es justamente esto lo que produce nuestro horror ante sus relatos.

Pensemos lo que pensemos sobre la calidad de la obra de Lovecraft, merece la pena leerlo y aunque uno pueda creer que sus cuentos están mal armados, la sensación que nos dejan es siempre fuerte; no podemos salir indiferentes de la lectura de un relato del autor estadounidense, aunque no nos guste su estilo.

No olvide el lector que pese a las ambigüedades con que Borges se refirió a Lovecraft (cuyo estilo consideraba interjectivo y atroz, y sin embargo, afirma, le gustaban sus historias de horror), al final el maestro argentino terminó dedicándole un cuento. Y en el epílogo a El libro de arena, Borges dice: “El destino, que según es fama, es inescrutable, no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo de Lovecraft, escritor que siempre he juzgado un parodista involuntario de Poe. Acabé por ceder; el lamentable fruto se titula «There Are More Things»”.

 

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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Una edición en castellano de la novela que data de 1931

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: Howard Phillips Lovecraft (1890 – 1937).