El Réquiem de Mozart en el Teatro de la Universidad de Chile: De lo espiritual en la música

El tradicional concierto de Semana Santa del Ceac de la Casa de Bello exhibió una comprensión sentida de la pieza por parte de la Orquesta Sinfónica Nacional y del Coro laico y universitario, conjuntos que se expresaron en comunión estética con el simbolismo artístico de la partitura, durante la función de estreno del viernes 12 de abril. La actuación de los solistas (la soprano Andrea Aguilar, la mezzosoprano Marisol Hernández, el tenor Francisco Huerta y el barítono Sergio Gallardo), en tanto, fue impecable, logrando poner de manifiesto la gravedad de los intensos y dramáticos pasajes de la obra.

Por Deysha Poyser

Publicado el 16.4.2019

¿Es posible concebir la despedida absoluta? Acaso la muerte es la ida definitiva. Tal vez, la historia que rodea a la última pieza creada por Wolfgang Amadeus Mozart (Viena, 1756-1791), el Réquiem en Re menor KV 626, es más cercana de lo que creemos a la poética cristiana que viviremos esta semana.

Como composición para la Misa de los difuntos, algo queda inaprensible; no es sólo la muerte de otro, la pérdida de alguien. Da, como sugeriré, con la propia muerte y con ello, con la idea de la muerte en general. Algo, ciertamente inimaginable para cualquier occidental que no desee echar mano a la tradición cristiana a la base de nuestra cultura. De allí que poder oírla como parte del programa especial de Conciertos del Ceac para Semana Santa resulte agradecible.

Cristo, en su retorno a la vida desde la muerte, permite pensar la magnitud del amor que sería capaz de esto. Esta magnitud, es equivalente a la distancia entre Dios y los seres humanos; infranqueable por nuestra condición, la sospechamos, la vivimos como un acercamiento que transforma el sentido de la vida descubriendo en ella la gracia. La fe, orientados de este modo, sería el atisbamiento de un amor puro que, como reflexionara la filósofa francesa Simone Weil, es lo que sostiene la existencia libre y autónoma de seres distintos a Dios, distintos al bien; seres mediocres que descubren el merecimiento de la vida. Tal vez, la profundidad de la pieza se deje oír en estos términos: ¿se puede concebir la propia muerte, la experiencia de muerte, sin recurrir a la potencia espiritual del arte?, ¿será que en la obra se sembró la esencia de este trascendental humano, y de allí que insistamos en ella con el correr de los siglos?

A diferencia de otras de las obras sacras del compositor, donde se exhibe gran virtuosismo, en el Réquiem se deja oír una dramática austera en la que dominan las tonalidades menores. La idea del profundo descanso -traducción de la palabra latina requiem– es trabajada con una solemnidad que nos lleva por pasajes de profunda plegaria a otros de una alegría honda; gris tal vez, por expresar resignación.

En ese sentido, el trabajo de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile y el Coro Sinfónico de la Universidad de Chile, bajo la dirección de Ola Rudner y Juan Pablo Villarroel, respectivamente, exhibió una comprensión sentida de la pieza que se expresó en una presentación sólida y espiritual.

La actuación de los solistas -la soprano Andrea Aguilar, la mezzosoprano Marisol Hernández, el tenor Francisco Huerta y el barítono Sergio Gallardo- fue impecable, logrando poner de manifiesto la gravedad de pasajes como Tuba Mirum, donde es tematizado el temor al día del juicio final para todas las almas, sección que tiene lugar luego del potente pasaje coral Dies Irae que anuncia el día de la ira de Dios.

Se sabe que fue el último encargo que recibiera el maestro y que éste, lo creó con gran esfuerzo al final de su vida. Con apenas 35 años y afectado por la enfermedad, no logró finalizarlo. A Franz Xaver Süssmayr, el joven compositor y alumno de Mozart, le debemos la asistencia directa al genio en sus últimos días; completando o derechamente componiendo algunos de sus movimientos y secciones. Terminó por ejemplo, la célebre Lacrimosa.

Se estrenó la versión completada bajo la dirección y la falsa autoría del conde Walsseg -arrebato común entre los melómanos de alcurnia de la época- el 14 de diciembre del año 1793 en la iglesia cisterciense de Neustadt en Viena. Este hombre fue quien encargó la pieza para su difunta esposa, sin embargo, no se debe olvidar que parte de la obra se oyó por primera vez en el funeral del propio genio, cinco días después de su muerte, un 10 de diciembre de 1791.

No es difícil imaginarse, en definitiva, que la trascendencia de la obra estuviera ligada a una experiencia profunda de cercanía a la muerte por parte del autor. En este sentido conviene leer una vez más la letra de la pieza de antigua ascendencia; parte atribuida al fraile italiano medieval Tomás de Celano. De esta manera, se notará cómo la música da con una belleza que la completa, excediéndola.

Las funciones de este concierto especial de Semana Santa, organizado por el Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile, continuarán este miércoles 17 y jueves 18 de abril, a las 19.40 horas en el Teatro de la Casa de Bello, ex Baquedano.

 

Deysha Poyser es licenciada en ciencias biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y actualmente es tesista de la misma casa de estudios a través de su programa de licenciatura en estética. Sus intereses e investigaciones académicas y personales se enmarcan en una preocupación por una reflexión fenomenológica consistente sobre lo vivo, la vida, la subjetividad y la experiencia. Cultiva su amor por las artes en su tiempo libre.

 

El tenor Francisco Huerta y el barítono Sergio Gallardo en el Réquiem de Mozart en el Teatro de la Universidad de Chile

 

 

El maestro Ola Rudner durante la función de estreno del viernes 12 de abril

 

 

Tráiler:

 

 

Crédito de las fotografías utilizadas: Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile.